Al penetrar en el osario de aquel pueblo todas las miradas se concentraban en mí. Ni siquiera en su actitud descarnada las calaveras eran iguales. En algunas percibí risas mudas, en otras un rictus de desprecio, unas pocas manifestaban cierta envidia contenida, bastantes de ellas se iluminaban con un gesto de asombro. Debo decir también que la mayoría ignoraban mi presencia. Supongo que, como sucede en general en la vida, había calaveras sumisas y calaveras díscolas. Me pareció escuchar un mensaje subterráneo, algo así como: todo es cuestión de tiempo, la galería sigue abierta. Fui saliendo a la luz lentamente.
Creo que lo vivido (me refiero a los odios, a las venganza, a la intolerancia, etc) va dejando señales en la calavera y también puedo pensar que los odios, a las venganza, a la intolerancia y todas estas lindezas nos van dejando el rostro como una calavera.
ResponderEliminarSalud
Las calaveras y su risa sardónica...
EliminarEn su estancia en el infierno, cada personaje es lazo para el otro. No pueden abandonar el infierno sin el otro. La dependencia se ha hecho demoníaca. Teniendo la posibilidad de partir, no pueden. La puerta se abre, pero ninguno decide salir, ya que se dan cuenta de que no pueden vivir los unos sin los otros. Se hallan condenados a vivir en la mirada de sus compañeros, en el pensamiento de sus compañeros, y así existir, para el castigo que es la eternidad.
ResponderEliminarPara Jean Paul Sartre, la mirada del otro es el infierno. Impide ser, aunque es la única que permite manifestarse de algún modo en el mundo.
De la sinopsis de "A puerta cerrada"
Muy shakespeariano, mi gran debilidad.
ResponderEliminarEsta dedicada al gran Gabo, del que seré tocayo hasta que me muera y siga él por todos nosotros, haciendo traquetear las mandíbulas de nuestras calaveras narrándose cosas entre ellas:
" Crónica de la vida anunciada. Ahora sí que nos podemos olvidarnos de que el gran Gabo viaje a España, menos aún si siguiera vivo. Si un genio universal de su talla de palabras e imaginación oceánica, sin parangón en nuestro país, nos señala nuestro provincianismo cuando rechazamos a sus paisanos en Barajas quizás debiéramos pararnos a pensarlo un poco, incluso a riesgo de atentar contra la españolidad misma. De hecho, sigue mucho más vivo que el melifluo Vargas Llosa de plástico inserto en El País y otras maquinarias posmodernas de impostación: el grado cero del valor periodístico-literario, en las antípodas del realismo mágico y a lo que la crítica no especializada denomina habitualmente sarta de repugnantes mentiras. A la Real Academia Española de lágimas de cocodrilo y anaqueles polvorientos, a la Colombia genocida que nuestros medios insisten en llamar democrática pese a sus pavorosas cifras mundiales de asesinato político y que le condenó al exilio, les tocan los compungidos y farisaicos discursos en serie, el retumbar monótono de sus propios ataúdes ya en activo, aunque no lo sepan. Como para aquel Buendía, hoy igual que ayer y que mañana será siempre jueves santo"
http://enrealidado.blogspot.com/2014/04/gabo.html
Las anuncias vidas siempre me sonaron en nuestro país a enterramientos antes de tiempo, a resignación, a modelos caducos, a rechazo de los otros y de lo nuevo, a resignación para ad maiorem negotium gloriam...
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