viernes, 20 de diciembre de 2013

(Nos desviamos)





Y era en ese espacio en el que dijiste interesarte por las estatuas donde habíamos quedado, sin antes habernos conocido, guiados por el olfato, fue un juego, tú dijiste tiene que ser un juego, y yo dije llevaré un libro, y tú insististe no lleves nada, ninguno de los dos debemos llevar sino nuestras manos abiertas y nuestra expectación y nuestra mirada, pero sin una seña que nos distinga, balbuceé, mira que hay mucha gente, podríamos no acertar, y me entraba desazón al pensarlo, y tú: nos reconoceremos por la manera de mirar, por la insistencia en aguzar la mirada, y parecía divertirte aquella propuesta y el desafío, como si pensases: podríamos no encontrarnos, como si estuvieras pensando que lo pensaba yo, y no sabes lo que yo pensé, ¿no lo sabes?, pensé: así tendrás excusa si no vas, pero uno piensa muchas cosas y no puede decirlas para no perder antes de iniciar la jugada, y acabaste contagiándome, era atrayente ponernos a prueba, basarnos en datos superficiales insuficientes, una estatura o una complexión de ambos que nos habíamos dicho y que son semejantes a las de todos los que estarían pasando en aquel momento por las salas, y aquella apuesta por poner cara a una manera de hablar o de reír o carraspeos nerviosos, y proporcionar unos movimientos simplemente sugeridos por la idea que nos habíamos hecho el uno del otro por el teléfono, no obstante sabiendo que las voces se desfiguran por la distancia y los ecos desvirtúan la afinación de los tonos, no tiene por qué haber problema, dijiste, nuestro sentido secreto funcionará, la complicidad ofrece sus frutos, ¿no crees?, y aquello lo soltaste para empujarme, para que no dudara, para que acabara aceptando el duelo donde no íbamos a batirnos precisamente ni para salvar el honor ni menos para obtener la muerte, y si pasa el tiempo y no nos reconocemos, te pregunté, y si cierran el museo y no damos el uno con el otro, y tú me respondiste tan ufana: preguntaré a las estatuas, y ellas hablarán  




(Fotografía de Eve Arnold)


8 comentarios:

  1. Muy bonito, ese puede ser el principio de una buena novela. Besos.

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    1. Soy un escéptico, pero por mí que se quede en la frescura del principio, aunque quién sabe.

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  2. Ha, yo a veces no encuentro ni lo que sé que busco, así que buena estaría intentando reconocer a un desconocido...pero me parece un texto precioso, muy sugerente...

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    1. Seguro que tu sentido oculto de las cosas (lo del sexto sentido está muy manido, así que yo me invento otro) te lo pondría fácil, pero es un juego precioso, te lo aseguro.

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  3. Solo aquellas estatuas podrían haber sugerido descripción tan certera como la incertidumbre misma, parece que efectivamente hablaron también para ti...

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    1. Las estatuas hablan tanto...¿No sabes que por las noches descienden de sus pedestales?

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  4. Me quedo observando cíclicamente esa posibilidad, porque pensar que se da con satisfacción el encuentro, no sé, no sé, tengo mis dudas.

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    1. El sentido funcionó en ambos, no hubo error, la expectación era tan poderosa que se abrió camino y luego contemplaron las estatuas, un poco nerviosamente, porque ya no les interesaba tanto las estatuas

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