jueves, 19 de diciembre de 2013

El desvío





















Dirigirnos hacia un lugar en medio de la dispersión. 

Qué punto nos llama especialmente desde ese perfil circular en que nos movemos es algo difícilmente explicable. Aquel espacio o la otra figura que nos urgía conocer pueden pasar a segundo plano. Dejan de interesarnos o nos vemos impelidos a desviarnos porque otro enigma nos reclama más. Los objetos o las personas o las situaciones son casi siempre enigmas. Aunque previamente sepamos algo de ellas y nos incentive aproximarnos, son siempre misteriosas.  

Caminamos por una sala de museo, recorremos un parque urbano, tomamos un camino hacia un valle, nos dirigimos al encuentro de un conocido, y lo hacemos con una evidente disposición a dejarnos guiar por referencias. Y de pronto, elegimos. Siempre elegimos. Nos pasmamos en otra exposición, nos sorprendemos del rincón de la floresta en el que nunca antes habíamos caído, elegimos al azar una senda que no sabemos a dónde nos conducirá, hallamos de pronto a alguien que nos extasía.

Partimos a la búsqueda de un cierto grado de satisfacción por lo que nos habían dicho o sobre lo que nos habíamos informado previamente. Pero solo estamos algo más seguros cuando probamos de modo diferente. Y sobre todo cuando la sorpresa, tenga la forma que tenga y nos hable como nos hable, despliega una emoción. Nos dejamos tomar, desplazando los prejuicios, el tiempo, lo admitido. Y en ese instante empezamos a ser otros. O acaso solo es que empezamos a ser.




(Fotografía de Eve Arnold)


2 comentarios:

  1. somos, justamente eso, el asombro
    el desvío no es otra cosa que empezar
    tal como lo dices
    ¡che! y qué bien lo dices
    un abrazo

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    1. Gracias por compartir, Omar, mi asombro. Un abrazo.

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