miércoles, 21 de agosto de 2013

El piolet
















La víspera había sido calurosa, pero aquél día más. Sudaba la tierra, quemaba el polvo, picaban como nunca las espinas agudas de los cactus, los alacranes llegaron a meterse bajo las puertas. Mucha debió ser la tensión desde que unas horas antes dejara caer su brazo oneroso sobre la víctima. Mucha la ansiedad por saber si su acción habría dado fruto. Los guardias le preguntaron, le atosigaron, le conminaron a que no les diese más trabajo que lo imprescindible. Prácticamente le habían pillado in fraganti en la casa, no venía al caso negar ni posponer la revelación de informaciones ocultas. Él fue claro en su estrategia, también firme. Con su camisa todavía salpicada de sangre mantuvo el tipo. Díganos, Mornard, cómo lo hizo, escuchó una y otra vez. Explíquenos por qué, sobre todo el porqué. Los policías estaban perplejos. La víctima, tan protegida, había sido alcanzada y nadie del entorno comprendía que el crimen pudiera haber sido tan fácil. El que quiere matar, mata, dijo altanero el comisario que tomó la investigación sobre el lugar. El hombre que había descargado el piolet estaba curtido. Venía de otra guerra, o váyase a saber de cuantas guerras. Usted ha acabado su viaje aquí, le espera la cárcel de por vida, eso tuvo que oír de un comisario, de un oficial, de un delegado del gobierno.Ni una brizna se movía aquella jornada en Coyoacán, nada se había movido aquellos días en la ciudad salvo su mano. En un gesto certero, como si hubiera golpeado toda su vida  -¿cuántos has matado antes?, le preguntaron-  había destruido décadas de historia. Como si la historia se pudiera abolir con un crimen. Él, en su celda, en medio de los interrogatorios, pensaba que sí. Que hay dos historias, o más. Que había contribuido a que la historia venidera no fuera la misma. Nadie sabía con exactitud quien era. Ni él mismo, parapetado tras otras máscaras, estaba seguro. La chica Angeloff lloraba en otro cuarto. No estaba retenida, pero una novia tiene que saber mucho, decían los guardias. Y a él: no tiene nada que perder, le insistieron, hable. Todo era personal, la víctima no le caía bien, habían tenido desencuentros. Los funcionarios no entendían qué motivo de discrepancia podía haberle conducido al detenido a cometer la agresión. Tampoco la amistad entre los hombres venía de hacía tanto tiempo. Mornard ocultaba su caché de combatiente de otras causas. Los rostros de la muerte suelen tener rostros de hombre. Y en aquel hombre, ¿qué había? ¿Una enemistad, un pronto miserable, una intención aviesa que buscaba objetivos más dirigidos? Al fin y al cabo la víctima no era un hombre cualquiera. Es un hombre, pero es un personaje público, dijo el delegado González, nervioso por averiguar las razones que le impulsaban al hombre de rostro oculto. Fue para no meter ruido lo del piolet, ¿eh señor? Mornard dijo que sí y agachó la cabeza. Entonces pensó en una idea y en lo más recóndito de su mente formó la frase: a una roca dura hay que golpearla con un objeto duro. Lo soltó. Con aquella descripción, que nadie acertó a captar y que no pasó a la posteridad, el criminal creyó santificar su propia acción. Había perdido una guerra, pero le quedaban otras, pensó para calmar cierta desazón por la conciencia de su suerte. Aquel veintiuno de agosto de mil novecientos cuarenta el hombre que chapurreaba en francés, que se soltaba en castellano y sobre el que algunos de los que trataron con él durante el tiempo que se acercó por la casa dijeron que a veces se le escapan expresiones en una lengua que parecía catalán, se vino abajo ante los investigadores. Tan pronto como le dijeron que su víctima había fallecido firmó su autoría definitivamente. Sintió regocijo dentro de sí. Había contribuido a una batalla más, que esperaba haber ganado. Lo que no podía él saber que de aquella acción se iban a beneficiar los monstruos, no él. Pero quién sabe. Él era un aventurero. Los aventureros tienen muchos rostros, se dice, y nunca se sabe bien  -ni ellos lo saben-  qué les conviene. Se adaptan como los cactus. Su medio son las inclemencias de la vida. 



(Dedicado a L.D.B., que lo entendería)


19 comentarios:

  1. Engancha tu relato. Y además me he encontrado con Moustaki y te doy las gracias por poner esa canción, Ma liberté, en mi mañana de miércoles. ¡ Abrazos y una gran sonrisa!

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    1. Está bien que te guste Moustaki, aunque pille ya un poco lejos, ¿o no?

      Gracias por tu impresión del relato.

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  2. Hoy en día se sigue lavando el cerebro y adoctrinando a jóvenes para cometer asesinatos por una causa, por un ideal.

    Pobre Mercader, qué caro le salió ser un héroe...

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    1. Eso parece. No sé si hay una relación directa o solo circunstancial entre el lavado de cerebro y la comisión de crímenes. Supongo que son fases de distinto tempo, digamos. Es probable que lo segundo no llegue nunca y se quede solo en lo primero. Pero en la historia hemos visto ciclos completos...No en balde muchos seminarios, madrazas, escuelas rabínicas y sedes de partidos racistas siguen abiertos.

      Respecto a Mercader...él lo eligió, ¿no? y otro recogió el fruto.

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  3. Creo que cuando las creencias se envenenan con la violencia pierden todo su sentido. Mercader creía que mataba a un monstruo, que ingenuo, las personas podemos ser tan maleables, supongo que no era consciente de que el verdadero monstruo había sido entrenado para descargar el piolet.
    Un abrazo, tras unos días de vacaciones vuelvo libremente a encadenarme a mis andanzas por la red.

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    1. Ana, me permito una duda: las creencias ¿pierden su sentido o ratifican su sentido? Mira que soy muy mayor y no creo necesariamente en la bondad innata de las ideas. ¿En qué momento se engendra violencia o mensajes agresivos? En muchas ideas ya nace la virulencia, el germen, de un paso más allá, de imposición...eso es la violencia: imponer, obligar. NO, Mercader sabía a quién mataba, al rival, pero el monstruo -la mano que dirigió su atrocidad- estaba a miles de kilómetros y probablemente el español no le consideró nunca monstruo.

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    2. Yo entiendo que hay creencias y hay desvaríos, y como comentas creer en algo es bueno siempre que no se pretenda imponer esa idea como la mejor, cada uno tiene las suyas, con sus pros y sus contras. Si creemos (y no hablo de religión, sino de lo que esperamos de la vida) soñamos, y eso es algo que echo en falta últimamente, cada vez más nos olvidamos de nuestros sueños, nuestros ideales ... .
      Pero volviendo al tema, en mi opinión si se mata para justificar una creencia, ésta se desvirtúa, ya no es creencia sino fanatismo. No sé casi nada de Mercader, pero he pensado que podría tratarse de una persona con creencias, ideales, que tras una guerra civil y un adiestramiento concienzudo, degeneró en un fanático en el peor sentido de la palabra, es sólo una suposición. Ya sabes que soy muy osada, me atrevo a opinar incluso cuando no conozco demasiado sobre el asunto, pienso que si me equivoco o divago demasiado, alguien me lo hará saber y aprenderé algo.
      Un abrazo

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    3. Era una agente más o menos directo indirecto al servicio de la "intligentsia" estaliniana.

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    4. Gracias por la información.

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  4. Las ideologías son leyes para quienes se aferran a sus propios ideales.
    Carece de importancia el arma que ejecuta,importante es la mano que obedece al cerebro y éste a la dura realidad de una vida que combate,obedeciendo una lógica personal.
    Muertos...y que? acaso ganaron algo estando vivos? Muchos mejoraron sistemas y leyes con su expiación, pero las sinrazones apoyadas en razonamientos febriles solo son válidas para el enfermo que las ejecuta. Que más da la nacionalidad del que mata si colabora a los crímenenes mundiales ,tantos, anonimamente callados.
    Ramón Meecader tiene su calle, su renombre ,su certeza en haber actuado en mejorar lo inmejorable. Mató al que mataba, así queda resumido todo. Las razones? Eran suyas, tal vez ordenadas, tal vez idealistas, tal vez remuneradas.

    Historia, sobre historia, nada neterno.


    Un abrazo

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    1. Probablemente, desde que un individuo asume un plano de ideas ya está definiendo más posiciones, posturas e incluso determinaciones. Mientras las ideas son más o menos difusas y se trata solo de una búsqueda el individuo es más sosegado, pero cuando los cuerpos de las ideas se consolidan -creencias religiosas, políticas, sociedad de consumo como ideología, etc.- se va aceptando la acción, con todo lo que conlleva. Por supuesto, no quiero decir que la acción en sí misma sea peligrosa, es solamente el camino que puede generar tolerancia o intolerancia. Pero tal vez todo surge en el mundo primario de ideas que no dan el brazo a torcer y modelan la mente de las personas.

      Como no me expliques mejor lo de que Ramón Mercader mató al que mataba no lo entiendo. A ver si ahora el monstruo de Moscú se va a ir de rositas.

      Historia sí pero no solo historia. A la historia le acompaña también el crimen. Con solo mirar en el entorno de nuestros días y de nuestros marcos geográficos...

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  5. Hola Fackel
    Carece de importancia el ideal si te pagan medio millón de dólares para ejecutar. Stalin, Lenin, Trotsky....Mercader. Cada uno uniformado con su ideal, cada uno con sus motivos, sus razones para decidir sobre la vida de otros. La historia está llena de ejecutores y de víctimas. Todos quieren un mundo mejor, pero imponiendo sus dictaduras camufladas.
    Ahora mismo ocurre lo mismo,en otros lugares, de otras maneras, pero siempre ese maleficio del poder disfrazando monstruos.

    Lo de mato al que mataba es ,como decirte...ladrón que roba al ladrón,tiene su buena intención. No escuso a nadie, para mí la vida de cada ser es sagrada.

    Todos estos monstruos solo merecen la descripción de eso, monstruos que llenan los libros de historia ,pero la historia actual sigue fabricando monstruos.

    Un saludo

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    1. Es tu opinión. Solo espero que no olvides a los monstruos del presente que no se les nombra tanto como a los que tú nombras (aunque les reduces a todos y les metes en el mismo saco, ignoro por qué, porque la historia y por lo tanto las acciones de sus agentes es/son muy complejas) y presiden consejos de administración financieros, multinacionales, entes como el FMI, etc. etc. etc.

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  6. " Ni el poeta ni nadie tienen la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno, sé que la poesía eleva, y siendo bueno con el asno y con el filósofo, creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de encontrarme en él. Pero el dolor del hombre y la injusticia constante que mana del mundo, y mi propio cuerpo y mi propio pensamiento, me evitan trasladar mi casa a las estrellas."

    Me parece bellisimo....este tipo de armas ,este tipo de pensamientos, de leyes naturales, de ,si tu quieres, religión...estos pensamientos emanan del alma y la historia también habla de ellos. Bellisssssimo!

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