¿Te acuerdas cuando la hiciste? Amante como eras de las posturas más increíbles te sentías contenta de ella. Para otros soy extravagante, decías, pero yo me busco. La extravagancia era uno de nuestros temas preferidos. Coincidíamos ambos cuando opinabas: si la gente se viese desde fuera en cada uno de los mil ejercicios que hace al cabo del día, una de dos, o se reía a carcajada sangrienta o admitía la extravagancia como la conducta normal. Luego derivábamos en si la verdadera anomalía no sería sino la afectación que muestran las personas, la respuesta formal que adoptan como imagen del orden, haya o no fotografía de por medio. Aprendí contigo a valorar la fotografía en estado puro, y la pureza reside en lo fugaz, según tu versión. Desde entonces huyo, bien cuando fotografío o cuando me lo hacen a mí, de la preparación. ¿De dónde esa idea de que posar quietecitos -simplemente posar, aparentar lo que no somos- ilustra cómo son los individuos? No quiero personajes, quiero personas, me enseñaste. Así que cuando gateaste, diste vueltas en torno al espejo, mientras yo reía entre bromas desde un rincón, y al final pusiste en positivo el experimento no pudiste sino explotar en alegrías: ¡esta soy yo, soy yo! Más o menos recuerdo tus expresiones: soy la gata que nace y se prolonga, la que camina como si se moviera aún en el útero de la gata madre, la gata a la que han soltado para buscarse la vida, el animal que explora, que se mira para saber que no es solo una sombra. Pero la memoria de cómo te viste ayer, aunque perdure, no es la misma de pasado mañana. ¿Te acuerdas de lo que comentábamos entre chanzas? Si un hombre no se mirara más que una vez y luego durante meses o años, no lo hiciera de nuevo -o no volviera a hacerlo jamás- seguiría pensando que su imagen es la misma. Menudo susto si de pronto al cabo de mucho tiempo alguien le sacara una impronta nueva y se la mostrase. ¿Se lo creería? Combate con la imagen, lo llamabas. Si no fuera por las tripas… solías terminar el tema, iluminándolo con ingenio, como de costumbre. Maullaste tanto esa tarde que recordarlo me conmueve.
Me encanta! Texto y foto.
ResponderEliminarSugerencias y sugerentes. Gracias.
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┊┊★┊★┊┊┊☆☆┊·Feliz fin de semana·┊☆☆┊┊┊★┊★┊┊
Ah, pues bueno.
EliminarComplacida de pasar a disfrutar una de estas perlitas.
ResponderEliminarSaludos y buena vida.
Me complace también que andes por aquí.
EliminarSomos a zarpazos contra el tiempo. Si la foto refleja esos zarpazos, reflejará a la persona fotografiada, si no, estaremos ante una taxidermia más de las muchas que se practican mediante la cámara.
ResponderEliminarAlzo mi malteado escocés a tu salud y la de la gata.
Para ver los zarpazos no se necesita espejo, naturalmente. Esperemos no ser taxidermizados, al menos no nos dejemos (creo que Francesca tampoco quería serlo)
EliminarSalud en la penumbra.
Creo que el interior de Francesca domina sobre su físico, los años retocan el aspecto pero la esencia trasciende a la mera estética. En mi opinión somos lo que proyectamos, independientemente del envoltorio más o menos sofisticado que nos cubre. Gata, ratoncito o dragón mostramos siempre 2 caras, la exterior y la interior que no siempre coinciden, sólo el observador lo aprecia.
ResponderEliminarBueno, estoy hoy especialmente filosófica hoy pero no me voy a extender más, me voy a la calle a disfrutar del maravilloso cielo azul que alegra el alma, verde esta toda mi región porque ha llovido muchisimo así que me voy a aprovechar el fruto de tanta agua, un beso Fackel!!
Juego, juego, juego...Crecer sin perder la conciencia del mismo (ojo: no confundir divertimentos y juego de exploración con juegos de azar) Pero no vas descaminada en tu opinión, Ana. No hay mejor filosofía que el disfrute del rostro de la naturaleza, buen disfrute, pues.
EliminarHe disfrutado mucho con esta lectura. Y como siempre, me has puesto a pensar...se agradece.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que Francesca era mucha Francesca, a mí me hace pensar ella. Un abrazo.
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