lunes, 10 de junio de 2013

Elías Querejeta, gracias y feliz sueño







Solo por estas dos joyazas de películas habría que estar agradecidos como a nadie al productor Elías Querejeta, fallecido ayer. Ambas fueron dirigidas por Víctor Erice y nos impactaron a muchos. Pero cuando sabes que muchos otros films, dirigidos por gente de tanto talento como Carlos Saura,  Gutiérrez Aragón, Jaime Chávarri, Julio Medem, Fernando León, Montxo Armendáriz o Gracia Querejeta, también fueron respaldados por él entonces el legado que te encuentras es un tesoro incalculable. Cualquiera de estos directores hace cine de verdad. Respuesta a las españoladas de décadas anteriores, por fin un elenco  -he citado esos nombres porque me parecen los más importantes para definir la calidad cinematográfica, pero hay más, porque ¿cómo no tener siempre presente al gran mago Buñuel?-  es capaz de vincular historia con narración, potenciar el propio lenguaje del cine con las mejores dosis de imaginación, retratar en las complejas pero ricas caras de un poliedro, con todas sus dimensiones, lo profundo de este país de nuestras andanzas. Cine y vida nunca estuvieron tan nutridos mutuamente. El hombre y la realidad, traspasados por la fantasía, se hallan en cualquiera de las películas que Querejeta produjo.   


Si España fuera un país más ecuánime, más inteligente y, sobre todo, más consecuente y generoso con las obras de sus hijos (disculpad la terminología, pero sé a quiénes quiero llegar) la obra patrocinada por este productor debería ser objeto de considerarla bien de especial protección o joyas de la cultura española. Algo así. Sería lamentable que el cine de los últimos treinta y cuarenta años quedara convertido en filmoteca para minorías. Son películas que se pueden seguir viendo como si lo que exponen, en mayor o menor medida, en su totalidad o en aspectos determinados, siguiera teniendo lugar. La historia de la fantasía infantil de Ana e Isabel descubriendo a Frankestein, con el trasfondo del cementerio español de los primeros años del franquismo, e integrándolo en sus vidas. O la otra no menos terrible narración del tormento de un hombre atrapado por sus propios límites y los de una sociedad encorsetada, reclamado en su fuero interno por la llamada de sus orígenes a los que no sabe responder. Películas de secretos contenidos, para mí especialmente angustiosa El Sur, no se reducen a un único tema que yo sintetizo de mala e injusta manera. Son películas donde todo habla: los gestos de los protagonistas, las miradas, el paisaje, los objetos, el sonido de unos pasos, un golpeteo, el paso de un tren, las palabras que se pronuncian a medias... 


Gracias, Elías, por tu aportación a la vida. La obra que has producido es como la de Goya, donde no solo se disfruta de lo mejor de la pintura sino que a través de ella se sabe más sobre la intrahistoria de este país y sobre sus moradores que en los deficientes libros de texto al uso. Pongo una foto tuya de joven, como un exorcismo imposible contra un vacío que en tu caso será también imposible.






4 comentarios:

  1. Sí, así es. Además, ese descanso no reparador siempre resulta tranquilo, lo de la felicidad lo ignoro, quizás dependa de sus últimos pensamientos. Bs.

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    1. Lo mío era un deseo para alguien a quien reconozco.

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  2. ¡Es fascinante, Fackel! Estamos hablando de un productor a quien habría que hacerle un monumento. Pocas veces (por no decir ninguna) alguien pone su esfuerzo y su dinero en unos proyectos destinados a dejar constancia de que hay personas de una sensibilidad tal que hay que mostrarla al mundo. Como debería serlo una beca para quien está llamado a sacar provecho (personal y social) de su conocimiento; o una pensión para procurar el descanso y la tranquilidad a quien ha dado sus años (y su rendimiento económico) por el bienestar de todos los ciudadanos.

    Creo que se me entiende. No señalo a nadie porque, como decía mi abuela, "assenyalar és de mala educació".

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    1. Coincido con tu criterio, Enric, Elías Querejeta era la excepción en un país con una sociedad tan ingrata y unas élites tan depredadoras. Quisiera ser más optimista, pero vista la fecalidad moral, estética y política que sale día tras día a relucir no puedo. Yo honro como puedo al productor muerto y a todo aquello que se salva. A la cultura con mayúsculas y no a los gestores que van a sus doctrinas fundamentalistas, a sus negocios privados y al enterramiento del país.

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