sábado, 16 de marzo de 2013

Impúdicos





















Lo siento mucho. Con toda la trayectoria histórica y moral que tienen detrás, no me vengan a estas alturas conque quieren una empresa para los pobres. No hieran la sensibilidad del espectador, por favor. Sean pudorosos, ya que no resultan creíbles y tampoco se les ve humildes, sinceros o auténticos como para augurar que van a modificarse sus conductas de verdad. Tienen a su servicio la oleada mediática:  la de siempre, la de los púlpitos y la de los colegios,  y los modernos medios, más la connivencia con otros gobiernos mundanos. Pero ustedes distan de ser consecuentes. Y uno tiene ya muchos callos como para reblandecerse y fiarse de sus palabritas. La publicidad manda y ustedes están ante un lavado superficial de imagen por imperativos del guión, es decir, de su desprestigio. Esto que proclaman será aquello de chistes viejos con caras nuevas (relativas) O aquello otro de: cambiar algo para que todo siga igual. Su proyecto es tan netamente humano...y, por lo tanto, sometido a todas las apetencias que la propiedad y el poder han caracterizado toda la vida a su empresa. Siempre necesitarán un dios a su imagen y semejanza de hombres codiciosos. Un dios que no se distingue del becerro de oro. Un comodín para justificar su modus vivendi.  Después de todo, su empresa no se desarrolló ni se expandió por la pobreza, ni por el mero pensamiento, ni por la consecuencia con las metafóricas ideas sobre las que dicen fundarse. Sin el emperador Flavio Valerio Aurelio Constantino su negocio no habría llegado hasta nuestros días. Ahí supieron estar al quite. Creo que eso lo dice todo.



18 comentarios:

  1. Llevan así más de dos mil años, con un marketing extraordinario, atontando con inciensos, enagenando desde los púlpitos, adulando a los poderosos y manipulando al personal, metiendo el miedo en el cuerpo de los demás, dominando las conciencias y diciéndonos que ellos son los únicos poseedores de la verdad y diciendo lo que debemos hacer y jamás han cambiado, siempre igual. Supongo que con estos antecedentes nadie puede creerse la patraña esa del cambio. No seamos cándidos, no les demos crédito ni pábulo alguno, no les dediquemos ni un minuto de nuestra atención.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. No tiene pérdida tu texto. Lo entiendo como complementario.

      Un abrazo, Francesc.

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  2. Aplaudo y suscribo. Ahora han puesto los ojos en esta parte del mundo, por así decirlo. Parece que nuestro hemisferio sur debe estar haciendo ruido y por eso necesita ser controlado, o sometido, o "vuelto al buen camino", cual oveja descarriada.
    Un saludo desde Argentina, Fackel.

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    1. Viene desde hace tiempo. Con independencia de que los entresijos del Vaticano solo están reservados a la curia (tal vez a la CIA y a otros servicios secretos, y no en todos los temas) ya se venía hablando hace tiempo de la influencia eclesiástica en Latinoamérica. Por na parte, que debe ser la región del mundo donde ahora mismo se concentran más católicos. Y que las iglesias protestantes y otras sectas les venían comiendo terreno. Puede que el asunto vaya por ahí y así se matan dos pájaros de un tiro. Dedicarse a mantener y actualizar sus estructuras allí y desviar otros asuntos, principalmente la corrupción financiera, la pedófila y etc.

      Saludos y un abrazo, Diana.

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  3. Sólo espero que San Malaquías cumpla con su promesa profética y derrumbe, como Sansón, las columnas de su templo romano.

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    1. Todo es cuestión de tiempo, salvo que San Malaquías se haya vendido al mejor postor y cambie sus profecías.

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  4. Pues entonces cometamos un suicidio colectivo y global, porque no podemos ya creer en nada ni en nadie. La iglesia católica ha pedido perdón, y hoy habla claramente de una voluntad de cambio que leemos cada uno de acuerdo a su propia ideología, sentimiento y resentimiento. Los seres humanos tenemos el corazón de piedra. Deberíamos empezar a creer en el ser humano: ahí reside nuestra más grande miseria y nuestra perdición, en la incapacidad de creer en lo bueno que alberga nuestro propio corazón, el mío y el tuyo, y la posibilidad de conversión que se nos abre a todos en el presente al dejar al pasado donde pertenece y decir sí al presente que se nos ha presentado. ¡Cómo nos cuesta! Es lo que más nos cuesta lo que generalmente más necesitamos...

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    1. Aquí no se invoca, María Fernanda, suicidio colectivo alguno ni tiene que invocarse ni por el forro. Asuntos de mayor gravedad existen en el mundo para habernos suicidado sobradamente, como por causa de nuestra indignidad al callar frente a las hambrunas, las guerras, las enfermedades, el analfabetismo, la explotación laboral, la agresión a las mujeres, el subdesarrollo, en fin, todo ello principalmente en el Tercer Mundo. La Iglesia Católica, como estructura jerárquica y de poder sobre todo, no es fiable. Mil veces hemos escuchado las mismas palabras huecas. Pongamos el ejemplo del Evangelio, que es su referente principal, creo. Demos por hecho que aquel profeta denominado Jesucristo haya existido, diera aquel testimonio y expusiera aquellas ideas morales aparentemente críticas y alternativas en su tiempo (muchos dudamos de que las cosas fueran tan lineales como se nos han vendido, pero vamos a creérnoslo) ¿Ha sido la Iglesia de Roma alguna vez consecuente con una parte mínima de aquellas ideas? ¿No es su propia historia un ejemplo anti evangélico? ¿Dónde puede certificar que ha logrado el reino de su Dios en la Tierra, como mil veces han pregonado los clérigos y los papas?

      Los seres humanos tenemos unas veces corazón de piedra y otras corazón tierno. Algunos tienen casi siempre el primero. Cada uno sabe en su fuero interno por qué moral se rige. Pero un cuerpo político como la Iglesia se ha comportado como tal, buscando riqueza, influencia, alianzas con los poderes, humillación, persecuciones a los disidentes o paganos...¿Acaso esas características que cito no son las que tradicionalmente se adjudicaban a las fuerzas del mal, al demonio, en el seno de la propia Iglesia? Me dirás que es pasado. ¿Pasado? Sigue ejerciendo dominio e influencia bajo otras circunstancias, medios y sistemas de llegar, y eso es presente. No hay manera de que acepte dos cosas: una, la participación o democracia en su propio seno de los propios, y la aceptación de pleno de la mujer. ¿Eso es pasado? Y otra: que debe admitir de una vez que su reino es de este mundo y como tal que responda a las necesidades y exigencias de este mundo civil. Por ejemplo, pagando impuestos y no recibiendo dinero del Estado; no interfiriendo en la política como tiene por costumbre hacer con malas artes; no influyendo para que el Estado recorte la enseñanza pública en defensa de su negocio de enseñanza privado. De todo esto en España estamos escaldados.

      Francamente, además de ser corpus político, la Iglesia perece en sus propias traiciones y contradicciones respecto a lo que una vez declaró sagrado y que traiciona una y otra vez. No es un asunto coyuntural. Es su trayectoria. Movimientos ha habido dentro del cristianismo, como todos sabemos, que han denunciado periódicamente el fango. Con resultado de lo que se llamó cismas, herejías, disidencias, etc. Sí, en efecto, la Iglesia ha tenido un corazón de piedra siempre.

      ¿Que nos creamos de buenas a primeras lo que suena a publicidad en lo declarado estos días por el último jefe elegido de los católicos? Hombre, obras son amores, decía una frase muy religiosa. ¿Que quieren que creamos en que cambian? Que lo demuestren. ¿Con palabritas archirrepetidas? Con hechos. Por ejemplo: que titularicen todo su negocio de enseñanza a nombre de los Estados allí donde tienen fuertes negocios en base a ella. ¿Que suena burro? Suena a eficiencia moral. Pero, ¿a que no lo van a hacer?

      En fin, como mi concepto de salvación no va por el camino de la Iglesia ni por otros caminos, acaso porque no me rijo por ninguna entelequia que me prometa salvación, pues que cada palo aguante su vela. Pero te aseguro que mi corazón no es nada pétreo.

      Con toda cordialidad, y gracias por la discrepancia. La verdad concreta nos hará libres.

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    2. Simplemente quisiera agregar que estamos juzgando individualidades que se erigen claramente con su trayectoria de vida en contra de lo que la institución eclesiástica representa. Hay mucha ignorancia acerca de lo que miles de sacerdotes y religiosas hacen por el bien del prójimo en ropas sencillas, alpargatas de lona y con escasos recursos: de hueco eso no tiene nada, tampoco está puesto en palabras huecas, ni en fotos, ni en la prensa, ni en los libros de historia en casi ningún lado. Son hechos anónimos que veo suceder a diario y que le he visto hacer en mi país a Bergoglio, quien llegó a Roma con sus viejos zapatos de suela de goma gastada, una pequeña maleta y el boleto de avión de regreso a Buenos Aires. Con esos zapatos lo vi acompañar a padres de hijos muertos en un incendio a la morgue, a reconocer sus cuerpos, lo vi ir a las villas miseria a ayudar a los jóvenes delincuentes y adictos a rehabilitarse, a las cárceles, a las maternidades de madres violadas y solas, a los hospitales públicos a acompañar sidosos moribundos y a dar la Misa a la vuelta de mi casa en una pequeñísima y humilde parroquia de un barrio modesto en las últimas fiestas patronales.

      Ese es el Papa a quien juzgamos por los errores de otros a quienes ya se ha opuesto, como los gobernantes de mi país, por no estar de acuerdo con esa visión de la Iglesia que tú y tantos tienen. Este Papa, que será entronizado mañana, ha tenido los tremendos cojones de decir en el seno de toda esa riqueza que hasta ahora ha rechazado visiblemente, que quiere una Iglesia pobre. Por lo tanto, está aceptando la crítica que todos le hacemos, yo como católica también, a esta Iglesia, por no serlo, al decir que quiere una Iglesia pobre. Por ello, le doy un voto de confianza, sin esperar que cambie al mundo, ya que ningún hombre puede, y aún a riesgo de equivocarme.

      Soy bien consciente que en círculos intelectuales está mal visto autoproclamarse creyente, pero yo no tengo ninguna vergüenza en asumirlo. Escuchamos y leemos todo tipo de opinión descalificatoria acerca de la Iglesia, y la Iglesia la conformamos nosotros también, los fieles. Yo soy Iglesia y de rica no tengo nada, ni tengo un corazón de piedra, ni he traicionado a nadie, ni matado a nadie, ni milito en política, ni tengo acciones en la bolsa, ni oro. Tampoco soy una santa, claro está. Pero es inevitable sentir que mucho de lo que se dice de la Iglesia se dice de los consagrados que no pertencen a las esferas de poder clerical rico y de los fieles como yo, y eso sería una generalización injusta.

      No hay verdad concreta, estimado amigo. La verdad es siempre subjetiva, por eso enriquece la discrepancia.

      Un cordial saludo.

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    3. No sabes lo que me ha gustado que admitas que la verdad es subjetiva, pues es un pensamiento que en cierto modo entra en colisión con el concepto de verdad que ha existido siempre en el seno de la Iglesia. Bueno, el concepto de verdad de ésta ha sido también tremendamente subjetivo, pero se ha hecho doctrina sobre el mismo como si fuera la Verdad, ya me entiendes. Tratando de imponerla a sangre y fuego incluso.

      No estamos juzgando, o mejor dicho, opinando otros que aquí han comentado y yo mismo a particularidades o personas, que podríamos hacerlo también, sino la política institucional que ha ejercido el Vaticano, desde sus estructuras episcopales. ¿Qué hay gentes dentro de la Iglesia que han hecho el bien? No me cabe duda, muchas incluso en contra de la dirección de Roma (personalmente conozco muchos casos) ¿Las misiones? Habría que hablar mucho sobre las mismas pues, sin negar el valor de ciertas labores concretas de ayuda ante la ausencia de los gobiernos, también o acaso sobre todo han sido extensión de dominio y paralelamente a las políticas de Estados en su afán colonial o imperial. ¿O esto hay que olvidarlo cuando es obvio?

      A mí no me basta que me pongas los clásicos ejemplos de la “humildad cristiana” para hacerme creíble a los representantes de la Iglesia. Por supuesto, he conocido a muchos curas obreros, pero eran bondadosos no por ser curas sino por arrimarse a las necesidades tanto perentorias como políticas de la gente. Mira, María Fernanda, insisto en que cuando vea detalles de hondura y no mero proselitismo de caridad, cuando compruebe que han tomado medidas, cuando se vea que han cambiado el rumbo, algo sobre lo que no puedo evitar tener severas dudas, te reconoceré esa parte de amorosa verdad que tratas de transmitirme.

      Si este Papa ha tenido cojones para decir, que los tenga para hacer, podría añadir. Y que empiece a puntualizar, a hablar en concreto, no a hablar en general de la pobreza, a poner en acción su institución. No dudo que se producirán algunos cambios -ignoro en qué dirección, puesto que en el seno de la Iglesia hay fuerzas ultra reaccionarias como Opus Dei y otras, más mucha jerarquía- cuyo alcance no es previsible ahora mismo. Y si van a ser meros cambios formales para aligerar lastre interno o va a realizarse un compromiso real con los grandes problemas del planeta en orden a su solución. Insisto en que dudo de su alcance pero todo lo que sea positivo para las sociedades, pues adelante.

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    4. (sigue lo anterior, no me cabía)

      Mirar los problemas del mundo, María Fernanda, pasa por dejar de mirarse al ombligo. Cuando uno deja de mirarse el ombligo adquiere perspectiva, busca salir a encontrarse con el otro y a construir vida común y justa. ¿De verdad crees que va a ser capaz una institución tan apegada al poder y a la riqueza de entrar en el asunto a fondo? Por supuesto, expongo mis dudas serias, pero ya te digo, adelante si este Francisco quiere hacer algo. Si todos modificamos conductas allí nos encontraremos buenamente; pero algunos tienen que modificar muchas más y de mayor calado.

      No voy a entrar aquí en el tema más de fondo todavía y es el de la esencia de esa religión y de la fe. De sus ideas sobre la salvación, sobre el dolor, sobre la justicia. Creo que en el fondo está un tema rigurosamente religioso que marca y justifica lo que hace bien y lo que hace mal. Lo cual ha creado una idea superlativa en la historia y en el mundo sobre su maestría en maniqueísmo (no me lo invento yo) No pretendo que sufras con mis observaciones, supongo que no. Esto es un diálogo y tienes que aceptar mi dureza como yo tu optimismo un tanto ingenuo, aunque lo supongo acendrado.

      El problema de la generalización injusta que muchos efectuamos desde fuera de la Iglesia sobre las conductas de la misma es un problema que tenéis que solventar dentro. Si yo en mi casa no me porto bien lo ven desde fuera y ¿qué pensarán? Luego soy yo quien tiene que cortar mis comportamientos nefastos si deseo que tengan una idea más benévola sobre mí. Los creyentes no deberíais sorprenderos ni devolvernos la pelota a quienes no lo somos porque las razones para que generalicemos están en vuestras filas. Te sugiero algo positivo en orden a que desde fuera seamos más corteses reconociendo lo que hay: empezad por exigir una democracia total y de base en el funcionamiento de esa institución. Dicen que en las catacumbas de los primitivos cristianos es lo que había, aunque a mí nadie me quita la idea de que siempre ha habido gérmenes de gente concreta que ha influido y suplido a la colectividad.

      Ah, y que conste que a mí no me cae nadie mal por autoproclamarse creyente de esa u otra religión. No juzgo compromisos y adhesiones personales, sino las conductas, las ideas y la visión en definitiva de las cosas.
      Bueno, es un tema largo, pero la discrepancia nos eleva (al fin y al cabo, aunque se prohibiera no podría evitarse de facto, y eso las dictaduras de todo signo saben y lo han comprobado mucho), la tolerancia nos fortalece (y es pedir mucho cuando estamos tocando el tema de una religión que ha carecido de caridad y de tolerancia, déjame puntualizar para que me quede a gusto) y la búsqueda colectiva en orden a convertir la justicia en lo concreto y bajarla del altar de la abstracción nos vincula.

      Un abrazo.


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  5. Lo que nos cuesta es creer en algo que lleva siglos y siglos acumulando riqueza
    sin ayudar a los pobres (salvo honrosas excepciones) , mintiendo desde los albores, falseando y con una hipocresía desmesurada, creerles de pronto, eso es
    lo que nos cuesta. Su beatería, y soberbia no hace nada fácil ‘perdonar’ los estragos de una Iglesia católica que no ha estado nunca en la realidad. Sólo visitar el Vaticano nos cuesta creer que los que no tengan el corazón de piedra (más bien de oro) sea la propia Iglesia viendo lo que sufre la gente, por no hablar de su comportamiento de siglos, a mi lo que me cuesta es creerles. El pasado no hay que olvidarlo, hay que construir
    sobre él y para ello (si damos un voto de confianza o de ingenuidad , no sé) supongo que tendrían que pasar otros tantos siglos para que empezasen a cambiar de verdad o para que se notase. A una lo que le cuesta es creer en esa Iglesia , pero mantengo la esperanza en los hombres de bien, cómo no? En la gente que de verdad lucha por los otros, en los movimientos sociales más que en los políticos (periódico de hoy)
    en fin…solo hay que darse una vuelta por la historia de La Iglesia y sus hechos,
    lo demás, pues que cada cual tiene sus creencias y yo fe, lo que se dice fe no tengo.
    Solo quiero que me respeten como persona y no me tomen el pelo.
    Un saludo
    Irene

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    1. Vaya, Irene, ya veo que te sumas a la gente que ve con claridad las cosas. Los hombres de bien, dices. Naturalmente. Existen en todos los campos de las ideas y de las actitudes morales. En ese tema das en la diana, porque a lo largo de mi educación infantil y juvenil (hasta que dije basta) ya se encargaba el Vaticano de identificarse ellos mismos como hombres de bien, y los de fuera era arrojados impunemente a las tinieblas. Tan grande era su soberbia.

      Buenas noches.

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  6. Ay, al tanto de lo que leo aquí quiero aportar un enlace que me ha parecido significativo

    http://lucasospina.blogspot.com.es/2013/03/el-dia-que-el-arte-desnudo-jorge.html

    Para que se ve de qué mimbres está hecho el cesto.

    Carlos

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    1. Pues viene bien el artículo con anécdota al que nos invitas a leer. Con esos antecedentes...

      Muchas gracias, Carlos, por pasar y aportar.

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  7. Maravilloso, expresivo e irónico LOWON. Pasen y vean:


    http://lowon.blogspot.com.es/2013/03/el-papa-novato-y-el-napalm.html

    Y disfruten.

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  8. Es un placer leer reflexiones como esta.

    Fernando Vallejo, en su libro La puta de Babilonia, describe muy bien el antes y el después que, efectivamente, para la Iglesia Católica supone su aggiornamento con Constantino.

    Un saludo.

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    1. Gracias, Loam. El libro de Vallejo que citas es imponente. Por supuesto, no apto para almas cándidas. Muchas gracias.

      Un abrazo.

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