me lo encuentro consultando mapas; como le observo un tanto perplejo se siente obligado a explicarse; no soy muy dado ni a los recordatorios ni a los aniversarios, me revela; mi madre me decía que era un despegado; tampoco me arrastraron nunca las conmemoraciones, ya sabes, eso de los cumpleaños o las jornadas mundiales o las conquistas o las liberaciones; esa sensación de que se repiten ciertos temas huecamente y su caída en el vacío me resultó siempre insoportable; naturalmente, no puedo olvidar que han tenido lugar acontecimientos y desgracias cuya órbita ha sido universal, lo reconozco; por ejemplo Enola Gay abrió de pronto, en unos instantes, una época; la conciencia del terror la vimos de inmediato instalada en nosotros; luego fuimos sabiendo lo de la soah, sin acertar a creernos la dimensión de aquella destrucción humana; con frecuencia solo se tienden a citar ciertas manifestaciones de la barbarie; ha habido muchas otras que han permanecido desconocidas u ocultadas; no interesaba mover ciertos temas, ni mencionar ciertos sufrimientos sobre los que, por tener lugar en lugares del mundo sin peso específico, se ha hecho la vista gorda; y eso es precisamente lo que me molesta; lo pequeño, lo que tiene lugar en tu cercanía o en tu ámbito es ignorado si no incide en los planes de los grandes, bien para afirmarlos o para desestabilizarlos; ¿cuánto tiempo tuvo que pasar para que la discriminación de los afrikaner fuera reconocida y denunciada en los foros mundiales?; cuanto más meditas sobre ello más te sobrecargas de ejemplos; no hay comunidad del planeta que no haya sido tocada una e incluso varias veces por el dolor; pero, ¿esos mapas que repasas?, le increpo; es mi manera de recapacitar acerca de la desgracia japonesa de hace un año, me responde; los hombres se creen Fausto y pagan un alto precio; aquello fue una lección que no queremos aprender; las autoridades mundiales se rasgaron las vestiduras, pero, salvo ciertas moderadas medidas de las cuales no hay certeza de que se cumplan, las cosas siguen igual en gran parte del mundo; siempre acabas topando con el modelo productivo que muestra su rostro cruento y al que le importa un carajo el margen de posibilidades de que las cosas salgan mal y afecten a las poblaciones; no se da el brazo a torcer; un año después de la tragedia, donde la naturaleza y Fausto echaron su pulso, las noticias que llegan de aquellas tierras son alarmantes; no, no conmemoro, no recuerdo con la vaguedad del observador distante, no me limito a repasar el suceso desde el sillón ante una pantalla; la desgracia de ellos permanece, y el aviso de lo que puede ser también nuestra desgracia late tras el rostro velado del negocio y la mentira; Kikazaru no quiere oir, Iwazaru no quiere hablar y Mizaru no quiere ver; triste destino de monos torpes el nuestro
Qué tremendo el destino de los monos...
ResponderEliminarTremenda la in-consciencia de los monos. Buen lunes, Ramón.
ResponderEliminara veces es una práctica necesaria, tengo ojos y no veo, oídos y no oigo, boca y no hablo
ResponderEliminarsaludos
Omar. Ya, pero cuando es una práctica colectiva, ¿también?
ResponderEliminarSaludos.
Que mal, la señora Enola Gay debió sentirse muy avergonzada de que el reactor asesino llevase su nombre.
ResponderEliminarPero creo que no, los americanos no tienen esas flaquezas.
Un mundo para olvidar, un mundo que prefiere los tres monos, por eso aun permanecemos en el estado simio, no evoluucionamos.
Un abrazo
Gene, aunque pecamos -yo el primero- de cierto catastrofismo o de una crítica demasiado agitada y feroz, digamos: de aquellos monos...estos otros.
ResponderEliminarBuena noche, un abrazo.