lunes, 21 de noviembre de 2011

veintiuno de noviembre



El renombre o la propia persona,
¿qué es más digno de estima?
La propia persona o las riquezas,
¿qué es lo más importante?
Ganar o perder,
¿qué es peor?

por qué recurre al texto clásico chino es un enigma; hay algo de homeopatía del pensamiento cada vez que algún suceso que le parece importante lo sufre además en su cualidad grave; hay una necesidad en echar mano de una dimensión que le calme; justo buscar palabras que no pueden entenderse como palabras, según indica el mismo lenguaje del Dao; y no obstante, buscar la calma en la ausencia puede ser beneficioso a corto plazo, para evitar la herida del impacto emocional; siente siempre como duelo cada acontecimiento exterior que sospecha que gravita con dureza sobre él; y para conjurar la desnudez del instante, y para sortear la confusión resultado de la claridad, otorga cierto valor sacro a algunas sentencias del compendio chino; podía haber elegido pasar todo el día bajo una higuera, pero llovía; podía haber recurrido a una ociosidad que le despistara, pero solo aplazaría su estado; ese tipo de textos crípticos, en los que no cree pero en los que se solaza, le hablan contra la propia forma del sentido que aparentan; sabe que, tal como sucede con otros textos agrupados de diversas culturas apropiados por castas o con transmisiones orales que adquirieron forma y a su vez se reutilizaron desde sectas, formulan muchos y diversos significados, nunca los mismos, nunca rígidos, jamás definitivos; ofrece y subyace narración en ellos y la literatura es naturaleza a cielo raso y luz en las tinieblas; sabe que, sea cual sea el medio como fueron utilizados y el fin a través del cual se pretendieron alcanzar objetivos absolutamente mundanos, también contienen puntos de meditación abiertos y aceptables; no ignora que el Lao Zi puede ser un libro del arte de la guerra, según dicen los estudiosos, y acaso él busque pertrecharse en la batalla contra su propia comprensión de la vida; al final de todo resulta que ese libro que propone la ausencia de las palabras genera palabras con tantos sentidos como se quiera hallar en él; por eso termina de leer el capítulo desde su elemental condición de hombre de abajo:

Una gran ambición conduce necesariamente a la ruina,
quien mucho acumula inevitablemente sufrirá grandes pérdidas.
Por eso, quien se contenta no conoce la humillación,
quien sabe refrenarse no conoce el peligro,
y puede vivir largo tiempo.







5 comentarios:

  1. No se si será consuelo de tontos, seguramente, pero nunca me tuve por lista, será por ello que siempre he aprendido más de los descalabros que de los halagos y complacencias. Así fue, así sigue ocurriendo. No existe mejor amigo que un buen enemigo. Bs.

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  2. Pero eso es general, ¿no? Se aprende justo de lo que no funciona, de lo que no cuaja o no encardina en los deseos por lograr un fin. No te digo lo que se tiene que aprender de grandes catástrofes o situaciones límite. Otra cosa es lo que salga dentro de nosotros después.

    Buen día, EmeJ.

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  3. Claro que mi uso del Dao iba por la parte de que no se fíen quienes se sientan triunfadores de algo en la vida. Ejemplos hay de irresistibles ascensos que, además de causar cuantiosos daños al prójimo, acaban sufriendo caídas en picado. Basta con mirar en derredor. (Y aviso a los que acaban de llegar al control de la gestión del país)

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  4. Como el dicho, más grande será la caída o algo así.
    Me gusta la homeopatía del pensamiento da mejor resultado que el miedo a lo que venga.

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  5. No te quepa duda, Isabel. Lo malo no es la caída de los más engreídos y pretendidamente superiores. Sino lo que arrastran consigo y cuanto aplastan en su caída. De alguna manera ahora mismo se está produciendo una suerte de caída de viejos poderes y maneras de controlar el mundo, con incierta claridad sobre su desenlace.

    Sí, la mora con mora se quita. Al miedo interior (personal o colectivo) se le combate conjurándolo con su propia irracionalidad, enfrentándolo a sus fantasmas. Ahí el pensamiento y la prospección juegan papeles determinantes. Esto no tiene que ser el año Mil y los apocalipsis de San Juan. Han acontecido demasiadas cosas en Europa y el mundo para ser pastos del desvanecimiento social.

    Un abrazo.

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