domingo, 27 de noviembre de 2011

veintisiete de noviembre




pasar la tarde leyendo a Lêdo Ivo, como si no hubiera tarde; como si el tiempo fuera un artificio; y leer sin músicas celestiales, a pecho descubierto, en zigzag por los versos, cosas tales como:

No soporto ya las cosas claras.
Como en la infancia, quiero esconderme
de todos y de mí mismo.

y tener la sensación de que esa voz es también su voz; que esa voz fue robada en el crisol de su pensamiento y en la hoguera de sus deseos; que esas sensaciones -el poeta no usa palabras, hornea sensaciones- han sido algo constante a lo largo de su historia intransferible; y la tarde ha sido breve, como acontece con el placer; y la lectura ha sido reveladora, también aquí la voz del poeta es su voz:

Mujer, último refugio de la noche,
es en ti en quien me escondo
en el día incomparable.

sabe que esa voz no es en absoluto ajena; que todas sus resonancias le bullen dentro de su pecho.



(Las estrofas pertenecen al poema El espantapájaros, del poemario Plenilunio, del brasileño Lêdo Ivo)

6 comentarios:

  1. ¿Te imaginas que fuera cierto eso que todos, alguna vez en nuestra vida, querríamos volver a sentirnos como cuando estábamos dentro de la matriz?
    ¿Y si resultara lo más cercano a ese nihil que me abruma con tanta persistencia? Bs.

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  2. No es que me lo imagine, Emejota, es que creo que subconscientemente queremos volver al útero materno. Piensa en la cantidad de comportamientos, costumbres, actitudes, gestos y acomodos físicos y psíquicos que reproducimos en nuestra existencia, calcaditos de aquel hogar de nuestra formación primigenia. Es el precio -y la compensación- para no sentirnos eternos desterrados.

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  3. Buenas tardes Fackel, el tiempo pasa, eh! Las cosas claras ya no tienen niebla, ni bruma, ni envoltura de colores.
    Ay qué niños somos siempre; qué bien! escondernos para estar solitos, de nosotros y los otros.

    Pero ¿qué niño era aquel que se quedaba, a contemplar el mundo desde lejos, con nosotros? ¿Será ese niño el que sigue hoy soñando con las mismas cosas, las que no son claras?.
    (Suspiro)
    En fin, hermano...siempre hay versos que llevan a Roma, y en este caso a tu antorcha.
    Abrazo enorme y salud.

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  4. Saga, qué bien escucharte después de tanto tiempo. Pues sí, yo creo -y cada vez más- que aquel niño es éste y viceversa. Y no sé hasta qué punto hoy no hay algún tipo de velo que distrae la realidad cruda o la tamiza. Ni hasta qué punto podremos echar mano de un manto protector.

    Pero ea, que me alegro saber que sigues viva. Hace poco supe también de Aragonía y le encontré con entusiasmo.

    Salud y temple, un abrazo.

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  5. Reconozco 8no sin sonrojo) que soy más de música, que de poesía; que conozco poco, o casi nada la buena poesía... pero esa pequeña frase que utilizas en la entrada... ""el poeta no usa palabras, hornea sensaciones", es pura música, música atemporal... me ha encantado. ¡Si es tuya, apúntate un diez!

    Un cordial saludo del utópico Utopazzo.

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  6. Utopazzo. No sé si música y poesía se conectan, siquiera en la búsqueda de alma y de ritmo (¿o es lo mismo o análogo?)pero te aseguro que los que somos diletantes de la una y de la otra hacemos causa común y paralela. No sé, la idea del horneado la tengo de mi infancia, de ver hacer a mi madre y a la vecina pastas y otras historias en la cocina de carbón.

    Y mira, lamento que la vida de uno sea tan desigual, que uno se iniciara tan tardíamente en la audición y que sea un cero a la izquierda en ejercitación musical, pero prometo que en la próxima vida lo intentaré desde mi infancia. Como es una de mis cuentas pendientes intento ahora ser al menos receptivo. Así que se admiten sugerencias.

    Gracias por expresar tus sensaciones, compañero.

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