miércoles, 20 de octubre de 2010
La improbable caída de los dioses
La otra tarde encontré estatuas caídas. Las rodeé con cautela. Observé sus facciones melladas. Había señales contundentes del deterioro. Marcas de que la caída se había producido desde una altura considerable. Pensé en qué representación habría estado ubicada tan alto como para dañarse de aquella manera al venirse abajo. Jugué a imaginar qué causas habrían motivado el desplome. Recorrí en sentido longitudinal aquellos volúmenes partidos en innumerables tramos. Me fijé con especial interés en las grandes lascas desprendidas tras el golpe mortal. Admiré el material que rodaba por los suelos, apenándome por aquella traición. Sospeché que el mármol se había sublevado contra los símbolos, a costa de pagar con el sacrificio de su propia textura. Algo debió ir mal entre la base que sostenía las grandes efigies y el volumen sólido y de apariencia permanente. No deseché la posibilidad de que la tierra se hubiera movido, tal vez de modo imperceptible pero determinante. Consideré la contingencia de que las aguas salinas hubieran desgastado la cimentación de la obra altiva. Si a ese riesgo se le había añadido el azote de feroces vientos huracanados, el margen de resistencia de las singulares esculturas sin duda habría quebrado. Cabía incluso la sospecha de que la estética de aquellos iconos se hubiera desgastado demasiado deprisa. Con la caída de una estética la materialización de una obra puede estar sentenciada. Y con ella su significado. Y con ella haber sido puesta en cuestión su influencia. Temía considerar que las imágenes que habían dominado desde lo alto de la colina más predominante pudieran haber sido dañadas expresamente por los seres domesticados que las rendían culto. No hubiera acertado a comprender que estos pudieran tener razones y menos acumularlas para vengarse de manera tan ingrata como caótica. Sin embargo, todo era posible. Me sentí turbado. Aquella tarde otoñal descubrí las estatuas yaciendo esparcidas por los prados. Palpé sus venas. No eran de este tiempo.
Me encanta, Fackel, tu ironía :D
ResponderEliminarDa que pensar lo de los dioses derribados por sus propios fans...
:+ Besicos
Una vez más: qué bueno!
ResponderEliminarMe encanta:
"Con la caída de una estética la materialización de una obra puede estar sentenciada. Y con ella su significado." Porque puede transformarse este silogismo en el siguiente:
"Con la caída de una ideología la materialización de una idea puede estar sentenciada. Y con ella su significado."
Y es cierto, no podrían ser de este tiempo (al menos aún).
¡Salud!
¿Y si caemos y alguien nos encuentra como estatua, derruidos?
ResponderEliminarSi la caída (improbable) de los dioses se hubiese producido desde una altura considerable, las lascas desprendidas de tal golpe mortal hubiesen, sin duda, podido dañar a alguno de los seres domesticados que les rendían culto.
ResponderEliminarPero, como tú bien dices, todo es posible y pudo tratarse sin más de una venganza.
RAB. O sobre la duda de que los fans, tan necesitados de los dioses para autojustificar su sumisión, se atrevan alguna vez a derribar a los dioses.
ResponderEliminarAtaúlfa. Esa puede ser una interpretación.
ResponderEliminarY sí, obviamente, las estatuas caídas que vi no pertenecían a este tiempo. Pero ojo, podría tratarse de una premonición.
Stalker. Sobre nuestra/s caída/s cotidianas hemos visto mucho, creo. Y seguiremos viendo. No nos llamará la atención. Aunque tendremos que seguir asumiendo el sufrimiento.
ResponderEliminarYo sólo aspiro a ver caer a los dioses. Ellos nunca podrán ser Prometeos.
Lluvia. Otra interpretación posible. Némesis está ahí. Permanece agazapada pero diligente. ¿Será ella quien derribe las estatuas en el futuro? Mi opinión es que tal derribo no deba ser causado por la venganza, sino por la luz. Pero resulta muy difícil separar ambos conceptos.
ResponderEliminarMe da que para que los fans derriben a sus dioses tendrían primero que empezar por creer en el dios que hay dentro de ellos. Y a eso sí que lo veo difícil yo... mmmmmmmmmmmm... pos, dificilisísimo, como decía el Chapulín (o el Chavo).
ResponderEliminarNo le des más vueltas, es el tiempo. Nada es para siempre. Consuelate pensando que se levantarán otras, y otras, y...
ResponderEliminarMe gustó esta visita.
Saludos.
Ay, el dios interior, RAB. Compitiendo siempre con los demonios íntimos. Ambos se necesitan mutuamente.
ResponderEliminarMercedes, bienvenida. Me alegro si el sitio te resulta grato.
ResponderEliminarSí, acaso siempre se levantarán estatuas y becerros de oro. Y siempre habrá esfuerzos para derribar unos y otros. Pero no serán mesías ni masas dirigidas los que acabarán con ellas de manera efectiva. Tal vez lo consiga el acontecer, el extraño y oscuro río de la vida.
Salud.
Todo vuelve a su sitio. Dicen que ella ya no vive en Alemania, sino en Madrid.
ResponderEliminar