Su salida del silencio les concita. Se dividen entre los que conciben sus esperanzas en el círculo de fuego y los que confían en la fuerza de los hombres superiores de la tribu. Éstos creen también en el fulgor del disco, pero sospechan que no basta para conducirles al destino. Es su fuerza o la delegación de los demás hombres o tal vez su engreimiento lo que les dota de una conciencia más definida. En sus elementos de seguridad y defensa palpan algo más concreto que lo que ve la comunidad andante. Eso les permite avanzar. Tantear territorios. No basta. Nadie se da cuenta con claridad pero todos necesitan de alguien diferente. De un anónimo para quien no es suficiente ni el sol ni los caudillos. Aquél que mira a otra parte cuando todos lo hacen en la misma dirección. Aquél que indaga con otra perspectiva sobre la marcha del grupo. Alguien a quien la iluminación le llega más desde dentro de sí mismo que desde el exterior.
Los compromisos cambian el estado de las cosas...
ResponderEliminarmuy buen relato, me gusta esa línea....
a disfrutar de la no-Luna.
Pues a mi me recuerdan a los pequeños hombrecitos de Reich...
ResponderEliminarPor cierto, muy bonita tu nueva cabecera tres en uno: mujer, ave y antorcha.
Un beso
Más bien la necesidad, diría yo, Tula.
ResponderEliminar¿Estamos opacos hoy? No sé, entre la nube de ceniza y el smog uno hace tanto que no ve los espacios selenitas...
No sé de qué hombrecitos me hablas. Mi no saber. Reich, si se trata de Wilhelm, me trae a la memoria aquel libro clásico de mi juventud, La revolución sexual, editado afortunadamente por Ruedo Ibérico, que debo tener en el fondo de algún anaquel polvoriento, y las extrañas teorías del orgón.
ResponderEliminarAh, ¿te gusta la cabecera? Me alegro. El dibujo expresa esas tres imágenes que citas, por eso me gustaba tanto. Gracias. Un beso.