Hoy habría cumplido... De ella: la frente, la nariz, los labios, el mentón, los pómulos, el cuello, los ojos. O acaso habría que decir la mirada. Y el sentimiento. Y la alegría. A través de estos rasgos que uno traslada en sí mismo contra el tiempo, ella sigue cumpliendo. ¿No decimos que no hay principio ni fin en la naturaleza? Hay un relevo de ciclos. Una mutación permanente. Esos pequeños elementos denominados individuos, sean de la especie que sean, dejan de ser y a la vez siguen estando. El individuo inmediato tiene que desaparecer pero la naturaleza sigue proveyendo. Agradecimiento por estar aquí; se lo debo a ella. Más allá de una fecha.
Fackel,esa mirada y esos ojos creo que has heredado.
ResponderEliminarAunque los parecidos son cosa subjetiva, ya sabes.
A veces, cuando mi padre se acerca al presente consciente, pienso que sus ojos ya no pueden ver esto, pero que tambien ve por mis ojos, por que él me hizo y siempre estará conmigo.
Es una manera de pervivencia, una cadena de miradas ininterrumpida.
Ays, que me pongo sentimental.
Bueno, amigo, que pases un día bueno y sea para bien.
Un beso.
Bueno, hay mucha distancia temporal y se mezclan tiempos de la vida. No, creo que hoy estoy irreconocible a ojos ajenos. Sólo yo me entiendo.
ResponderEliminarBuena noche.
Algo tendrás de su linaje, no físico, sino psíquico y en ambos lados del filo.
ResponderEliminarfeliz amanecer.
Amor de madre, y amor de hijo que se supo amado. Una buena base para transitar por este mundo, sin duda.
ResponderEliminarTula. Hay mucho en uno de ese linaje, y tanto físico como psíquico como conductual. Es importante reconocerlo. Marca. Bien por entenderlo.
ResponderEliminarSí, Rat, es una buena base. Pero marca demasiado. Su mundo interior fue un secreto para mi, aunque algo me llegó. Pero es precioso saberse heredero de una emocionalidad intensa y sensible, sí.
ResponderEliminarSí que te pareces, sí. Y eso que no te he visto nunca físicamente.
ResponderEliminarPero el parecido es evidente.
Os celebro.
Abrazos
Y ello me honra, tovarich.
ResponderEliminarMe uno al la felicitación u homenaje, en pocas letras veo que te significa mucho.
ResponderEliminarGracias, Corredorperezoso. Esta sorpresa de que haya otros que se unan a mi homenaje me conmueve. Por aquí es por donde veo la parte de la especie que me gusta, y a través de la cual me reencuentro con los otro shumanos.
ResponderEliminarSalud y receptividad, siempre.
Una enorme delicadeza para decir lo que otros dicen en páginas y más páginas huecas. Tu escritura me ha aportado paz.
ResponderEliminarRamón. No me imagino aportando paz, pero si es así me haces creer más en mi.
ResponderEliminarUn abrazo. Te agradezco tu estima.
He mirado la foto muchas veces.
ResponderEliminarEs bellísima.
Un beso
Es una foto antigua, para mi siempre muy nueva. Gracias, Aquí.
ResponderEliminarEl individuo desaparece...cuánto cuesta decir esto. Sólo el que ama ve la inmensidad del despilfarro que ello supone para el universo. La desaparición absoluta de ese ser que amas: ¿es posible un Universo ciego que cree esa belleza para hacerla desaparecer? Y en seguida decimos...pero se queda ¿dónde? No en el cementerio, que no es capaz de recoger lo que fue esa persona. ¿En nosotros? Somos incapaces de guardar ni una sombra de ese resplandor. Por eso quiero creer en el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Dios de personas para quien cada una de ella es única, como para mí aquella que quise (aquellos que quise). Mi corazón quiere volverlos a encontrar ¿por qué elegir entre dos absurdos lógicos, el azar y Dios, aquél que me priva de lo que mi corazón anhela? Un abrazo y perdona en todo caso si lo que digo te molestase.
ResponderEliminarPero hombre, Francisco, cómo voy a molestarme. Tu matiz es respetuoso y no impositivo. Y todos manejamos palabras/ conceptos que ni son más ni menos decisivas y exactas si las dotamos de contenido y de claridad. Pues sí, mucho me temo que el Universo es ciego (ciego para nuestro criterio) y en su Orden destroce los seres, los paisajes y los objetos bellos. Les concede un tiempo y ya las cosas no son, no existen, han desaparecido. Y llegan otros seres, otros paisajes y otros objetos, y así los ciclos se siguen eternamente. Y este leve discurso que hago interpretémoslo en su relatividad y carencia de sentido dramático. Los seres no quedan en ninguna parte. Nada queda en ninguna parte. Pero hay un pequeño espacio ¿virtual? que es la capacidad de memoria y agradecimiento de los humanos. Yo parezco más optimista que tú, aunque sin muchas alharacas, y por eso difiero en tu frase Somos incapaces de guardar ni una sombra de ese resplandor. Por supuesto, tal vez no saquemos la chispa de esa memoria, de esa gratitud o de esa comprensión a todas horas, pero hay algo de pequeña llama perenne que la llevamos dentro. Lo comprobé incluso con el tipo duro de pelar y ya muy viejo que era mi padre que, a sus noventa y cinco tacos, aún recordaba, con mucha severidad castellana eso sí pero no exenta de ternura, a su madre. Y creo que algo portamos en mayor o menor medida de esos resplandores, o de la parte que más nos ha forjado de ellos.
ResponderEliminarNota para ti: por cierto, ¿te dice algo el fotógrafo? Un tal Roldán de cierta ciudad extraordinariamente provinciana y cerrada en sí misma en aquellos tiempos)
Un abrazo, hermano.
Cerrada en sí misma, ¿tan solo en aquellos tiempos, Fackel amigo?
ResponderEliminarRecuerda que algunas cosas nunca cambian...
Stalker. Por supuesto que la ciudad, las ciudades, las tres en las que de una manera u otra se focalizó por largos o intermitentes tiempos mi infancia han cambiado. Hay nuevas tropas con nuevos usos y nuevas miras en todas partes. Relativamente. Aquella en la que vivo es justamente la más abierta. Sorprendentemente, la del origen de la chica de la foto es la que más ha cambiado. Aquélla era una ciudad de carlistas y católicos a machamartillo (cito a Menéndez Pelayo, lo siento)
ResponderEliminarNada es igual, afortunadamente. Salvo que dé la vuelta, jaj.
La alegría es lo mejor, Fackel, por lejos, lo mejor que pueden legarte. Luminosa Antonia, que te legó ese resplandor, además de dibujarte una cara en la que pervive.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Gracias, Pájaro. Lo que no sé es si pervive aquella carita de infancia, jaj. Y eso que, no obstante, me miro en los escaparates y en los espejos -con pudor y discreción, eso sí- más que nunca. Y es que uno necesita seguir buscándose en su estado primigenio. Ya sabes, todos tenemos doble mirada, incluso sobre nosotros mismos.
ResponderEliminarUn beso.