sábado, 2 de mayo de 2009
Entre el duelo y la desposesión
Me llega una voz, una voz que dice que sufre y no se encuentra, que anda perdida y no sitúa los términos en los que debe vivir, eso dice la voz. Y dice también si no será efecto del duelo, pero el duelo, ¿a qué le enfrenta? ¿Solamente a la pérdida de un ser íntimamente querido o a otras pérdidas que se arrastran en cadena o de modo casual? Algo muere en mi cada vez que un hombre muere, dice un proverbio. Pero si ese hombre que muere es alguien que te significa, cercano físicamente o cercano significativamente, qué más da, ¿qué hay dentro de ti que te hace pensar que si estás perdiendo no vas a poder superarlo? Y lo que pierdes hoy, ¿no puede ser acaso un reforzamiento de tu interior y, por lo tanto, un hallazgo de mañana? Esa desprovisión inmediata de cada uno de nosotros ante una pérdida importante, ¿tiene que significar nuestra claudicación? Entendible es nuestro derrumbe, puesto que cualquier pérdida, física o de objetivos, nos desarma y nos desorienta. Se requiere tiempo y recapacitación para entrar en una etapa nueva. Nada nos puede privar del dolor, obviamente, pero rendirnos a él en vez de ponerle fecha de caducidad, ¿a qué nos conduce? Pienso en ello, mientras me topo con uno de los capítulos -titulado precisamente El duelo- pertenecientes al libro Impromptus, del filósofo francés André Comte-Sponville. Reproduzco un par de párrafos inciales, sumamente interesantes.
"Se piensa primero en la muerte, porque ése es, si no el origen de la palabra, por lo menos su campo semántico ordinario. Estar de duelo es estar sufriendo, ¿y qué peor sufrimiento que la pérdida de un ser querido?
Pero la palabra es susceptible de mayor amplitud. Hay duelo cada vez que hay pérdida, rechazo, frustración. Entonces lo hay siempre: no porque alguno de nuestros deseos no sea jamás satisfecho -no somos desgraciados hasta ese punto-, sino porque nunca lo serán todos ni definitivamente. El duelo es esa franja de insatisfacción o de horror, según el caso, por la cual lo real nos hiere y nos posee con tanta más fuerza cuanto más nos atenemos a lo real. Es lo contrario del principio del placer, o, más bien, ese por qué o contra qué fracasa. El duelo es la afrenta de la realidad al deseo, lo que señala su supremacía. ¿Principio de realidad? No. Éste sólo es una modificación del anterior (se trata de gozar a pesar de todo), y el duelo es su fracaso. Por esto el duelo se sitúa del costado de la muerte, en primer lugar y por mucho tiempo: la muerte es sólo el fracaso último que borra todos los otros (es el fracaso sin duelo, o que deja a los otros el cuidado o el trabajo). El duelo es como una muerte anticipada, como un fracaso, y muy doloroso porque no es -no puede ser- el último. Estar de duelo es estar sufriendo, en el doble sentido de la palabra, como dolor y como espera: el duelo es un sufrimiento que espera su conclusión, y por esto toda vida es duelo, siempre, porque toda vida es dolor, como decía Buda, en busca del reposo..."
El duelo, y cómo hemos perdido los rituales que ayudaban a acompasar el dolor.
ResponderEliminarHoy la desaparición se escamotea y queda una amputación descarnada. No hay tiempo, no se hace el tiempo para sanar.
Te recomiendo "El bosque del luto", maestro. Una película muy especial de Naomi Kawase que aborda estos temas con una delicadeza e intensidad impactantes...
Pero el duelo por la muerte no debe separarse del duelo por cada pérdida cotidiana, aunque sea más definitiva o incluso terrible. Es la falta de conciencia clara de nuestros límites lo que nos hace debilitarnos, no comprender las destrucciones significativas ni las pequeñas cosas que se alejan de nosotros según progresa el Tiempo muy a nuestro pesar entregado.
ResponderEliminarLos rituales de la muerte se han delegado, como casi todo. Los mercaderes del tánatos han acabado con ellos. Y nosotros lo aceptamos.
Sí, Fackel, el tiempo aleja las pequeñas cosas cotidianas hasta que un buen día te das cuenta de que la vida se quedó atrás.Duele, genera impotencia y te hace mirar adelante, a tu pesar porque sabes lo que está por llegar.
ResponderEliminarPero hay que seguir, seguir atado al duro banco, soñando, a vueltas con el pasado y el futuro, gastando el presente, anhelando el reposo.El absurdo.
Lo explicas con claridad. Nada puedo añadir, Lagave, y lo que pudiera añadir, me lo callo por pudor.
ResponderEliminarPD. Me aterra la idea de esperar y anhelar lo absurdo.
Estuve prospectando, y sabes? Duelo es la terrible realidad de sentirse inutil. Y eso es lo que duele, y eso es a lo que no estamos preparados. No es que nos sintamos perdidos sin esa personas, es que nos sentimos inútiles.
ResponderEliminarQué espantosamente duro eso que dices, Niké M, ¿seguro que es así? ¿por qué te parece?
ResponderEliminarY otra cosa, ¿conceptuarías como el filósofo francés que el duelo no implica sólamente la pérdida por una muerte sino en general por cualquier pérdida significativa que acontezca en la vida de uno?
Gracias.
Por qué me parece? porque es así. Piénsalo... piénsalo otra vez... Piensa en las personas que perdiste... Verás que es eso, lo que nos hace sentirnos tan desolados: la inutilidad, nuestro yo ahora a la deriva, sin nadie que lo necesite. Es tan hermoso ser necesitado, dar y darse... y si esa persona se va, a quién entonces? por quién? No, no somos tan autosuficientes...
ResponderEliminarUna muerte es una rotura, una desaparición. Cualquier estado que sea tal será muerte, duele por muy vivo que esté. Cuando nada puede devolvernos aquel estado que teníamos: eso es muerte...