viernes, 29 de agosto de 2008

El asombro de la muerte



¿Es la misma fotografía tomada desde distinto ángulo? ¿Es un pulso entre el blanco y negro y el color? ¿Es una transposición temporal? La asombrosa semejanza entre ambas fotografías, ¿quién la produce? ¿El fotógrafo testigo que estaba allí? ¿Las costumbres aldeanas? ¿Los rituales de la muerte? ¿El acontecimiento de la muerte misma? La primera está tomada en 1950 en un pueblo extremeño, Deleitosa, por el fotógrafo estadounidense William Eugene Smith, y la segunda por un fotógrafo actual en un pueblo georgiano castigado por la reciente invasión rusa del país. Más de medio siglo de por medio y es como si sólo las diferenciara el color. ¿El color? El color dominante es el negro en ambas. Sólo cierta emulsión y técnica las distingue. Ni las actitudes, ni los gestos adustos, ni la tristeza vital -no sólo la motivada por la muerte de un familiar- , ni las posturas de quienes rodean al difunto, ni el rigor del velatorio, ni el asombro contenido de las mujeres, ni la circunspección del momento, ni la ubicación de las figuras, ni los lutos severos, ni el abigarramiento del conjunto, ni el dolor de la memoria, ni el dolor de la agresión inmediata, nada de lo que es obvio o sospechado separan ambas tomas. Sorprende la dignidad de la escena. La grandeza de un resignado estar. La serenidad asumida. El control del lamento. La entrega a una mansedumbre forzosa. Pero si se observan los rostros por separado casi se puede acceder al pensamiento y a la turbación ahítos de gravedad, de decoro, de duda, de odio, de indefensión. Sabemos que las motivaciones inmediatas tienen matices. En la foto española, la miseria es la asesina. En la foto georgiana, además de la miseria lo es también el crimen bélico. Y no olvidar que en la foto española el crimen de guerra hacía escasamente once años que se había además acabado de perpetrar. Luego no hay apenas diferencias. No es la defección de una vida lo que vincula ambas imágenes. Sino las causas comunes en que los habitantes de la tierra sufren la ignominia, el hundimiento y el infortunio. ¿Se han dado cuenta de que en ambas instantáneas la muerte es hombre y las mujeres son las supervivientes? Por supuesto, la historia y la etnología nos darían explicaciones de por qué aparecen los personajes que aparecen y en qué roles circunstanciales. Pero a mi me interesan los símbolos. Símbolos que caducan desde la profundidad de un féretro. Símbolos que se revuelven silenciosos desde unas vestimentas de duelo. En España, los símbolos devinieron en signos de transformación. En Georgia, queda un largo o corto camino, según, para que críen aves de otros vuelos.

2 comentarios:

  1. Evidentemente, la imagen suscita múltiples reflexiones. La muerte del padre y sus connotaciones es una de ellas. El ritual dominado por mujeres es otro. La miseria y abandono (todo relativo) de unas sociedades subyace detrás, como tú bien dices. Conocía ambas fotografías, la histórica española porque es obra de un gigante de la cámara como fue Smith; hay una serie sobre su estancia en ese pueblo español que citas que no tiene pérdida. La otra de Georgia ha salido estos días pasados en la prensa y es tan semejante a la anterior, salvando esas distancias de tiempo solamente, que has estado al quite, Fackel. Se agradecen y más tus comentarios. Saludos afectuosos.

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  2. Gracias, Armando, por tus comentarios. Es que en estas dos fotografías hay mucha más vida que muerte. Los cadáveres son objetos inanimados. Todo está en los que rodean a los fallecidos: la memoria, las costumbres, el nivel de subsistencia, la belleza, la entereza, el pulso del tiempo histórico que les tocó o toca vivir...¿Los fotógrafos? Lo hacen muy bien, naturalmente, pero esa vida existió, existe y existiría con toda su entidad sin los testigos de la cámara. Ahora, eso sí, ¡qué imprescindibles resultasn los testigos del flash! Cordial.

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