martes, 11 de diciembre de 2007

Hubo una vez...



















Hubo una vez un hombre, que salió de la nada, como muchos otros hombres, y transitó este mundo; era hijo de la necesidad y como tal, la reprodujo; era hijo de una tierra y la tierra utilizó sus manos; era hijo de los zagales, y ni las heladas de los severos inviernos ni las tormentas de los abrasadores veranos pudieron nunca con él; era hijo de la sangre, pero la sangre no podía dejar de estar sedienta y como hiciera con muchos otros hombres de su tiempo y de su entorno, rasgó también sus venas; era hijo del arrasamiento, y apuró a su manera el cáliz; era hijo de la barbarie, pero nunca la concedió un punto de satisfacción; era hijo del azar, y el destino le devolvió a un nuevo comienzo; era hijo del páramo, y comprendió la hondura de lo más horizontal, aquello que parece que en su trazado exige menos, pero en realidad reclama más; era hijo de la migración, pero sujetó las riendas de sus padres y de sus hermanos; era hijo de la discreta curiosidad, y sedujo a una mujer lejana; era hijo del acontecer, y engendró; era hijo de la perseverancia, y el tiempo le premió con largos años; era hijo del cambio, y se adaptó a todos los cambios; era hijo del tesón, y su esfuerzo desarrolló la sabiduría interior; era hijo de la afirmación, y nunca le nubló la queja; era hijo de la exigencia, y tuvo que tragar a veces su demasía; era hijo de la coexistencia, pero aprendió serenamente la entereza de la soledad; era hijo de la vejez, pero la soledad de la decrepitud no le arrebató el sentido; era hijo de la vida, pero aprendió a ir muriendo sin concesión alguna a la muerte y sus fantasmas; era hijo del tiempo final, y echó un pulso a la muerte, y la venció con aquella partida sosegada de ya un año hacia la nada. Era hijo del amor, y qué misterio en él. Hoy es el padre del recuerdo.





2 comentarios:

  1. Conmovedor homenaje. Es bueno cuando las palabras nos sirven de descarga, de consuelo...

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  2. Claro, tienen que salir, es decir, sentir que necesitamos expresarnos, sentir que necesitamos devolver algo a la Nada, agradeciéndoles a ellos.

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