martes, 30 de octubre de 2007

Perdición


(Invocaciones XIII)


Me perdieron tus ojos de sangre. Me perdieron tus caderas rotando sobre mi eje. Me perdieron tus labios dilatados. Me perdieron los afilados dedos que se hincaban sobre mis hombros. Me perdió tu flequillo de niña perversa. Me perdió tu boca que se abría con lentitud hacia la mía. Me perdió la curvatura en cuña de tu rostro. Me perdieron tus brazos robustos, que acunaban el viento de mis días amargos. Me perdió la dorada redondez de tus rodillas de súplica. Me perdió el cuello retráctil que fijaba el nivel de nuestra miradas. Me perdió la vertical bocanada de lluvia entre tus muslos. Me perdieron tus pezones de sal. Me perdieron tus pies de mensajero alado. Me perdió tu espalda desnuda al alejarse cada última noche. Me perdió la cadencia de tu voz que me leía a Shelley. Me perdieron tus silencios, entre texto y besos. Me perdió la calma con que escuchabas mis palabras inagotables. Me perdió la contención del salto que sugerías. Me perdieron los escorzos que trazabas cuando la habitación giraba entre nuestros deseos. Me perdió el abandono de tu cuerpo a mi calidez. Me perdió tu desafío. Me perdí en mi cobardía.


(Acompaña cuadro del expresionista alemán Otto Dix)



7 comentarios:

  1. Precioso Fackel.
    ...y que bonito es perderse,verdad?
    Un saludo

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  2. La noche que se yergue. Perdido así, como estás tú, ¿para qué encontrarse?

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  3. No sé qué pensar del cuadro. Sólo sé que me repunga y me atrae, aunque no de forma equilibrada.

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  4. Cómo ese anónimo, dan ganas de poner muchos puntos suspensivos.

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