lunes, 29 de octubre de 2007

Los exterminadores


El ángel exterminador, ¿salva o huye? ¿Es un enviado o un vengador? ¿Se trata de un justiciero equívoco o es un simple asesino a sueldo? Si no portara el afilado cuchillo podría pensarse que intenta preservar algo de la quema. Pero pertrechado del arma ensangrentada del castigo, no hay duda: es también un ladrón de almas. Porta en su mano izquierda la morada devastada. La vivienda es el alma. Desde los primeros asentamientos agrícolas y ganaderos, los humanos se hicieron y ratificaron sobre los diminutos metros cuadrados de una choza. Aunque siempre ha habido seres que no han tenido donde caerse muertos, ni las moradas fueron construcciones dignas y salubres. Ha sido en la intimidad de ellas donde los hombres han alzado y aprendido su manera de ser. También es en su intimidad o en la propia carencia de ella donde pueden acabar con su propia edificación moral. Los que matan a un hombre acaban con un alma; los que destruyen un hogar aniquilan todas las almas, dice un antiguo adagio mongol. Difícil en estos tiempos saber qué hay de venganza o de negocio o de ira o de cálculo estratégico en una actitud persecutoria. Hay exterminadores que construyen apartamentos a costa del medio ambiente y de la propiedad pública, y agentes de la Némesis religiosa que elevan a sus adictos a los altares de su pompa y circunstancia mientras olvidan las grandes injusticias. Hay sicarios contra los discrepantes políticos y mediáticos, y vulgares maridos que descargan su cólera y su impotencia contra sus mujeres. Hay evasores de divisas en paraísos fiscales y avasalladores de partidos únicos en el poder que desplazan masas y poblaciones para sus obras faraónicas. Hay traficantes de dependencias y enfermedades, y hay empresarios de industrias farmacéuticas que nutren sus beneficios de las miserias ajenas. Están los vengadores visionarios que con su mano de terror pretenden influir sobre los países, pero también están los gobiernos que incrementan sin cesar sus stocks del armamento más sofisticado. Podría decirse que la autoerigida colectividad de los ángeles exterminadores es ingente. La mayoría no son desarraigados, sino aparentes y sesudos ciudadanos de bien. Si no perdieron su morada, sí que podría decirse que ésta ya no es una referencia interior donde pueda crecer su alma. Salvo que las almas se hayan adecuado a sus instintos insaciables. Pero ya se ve lo que queda bajo su supuesta corpulencia ética. Y ellos siguen corriendo, a costa de las devastaciones.

(Pintura del artista Ramiro Tapia)



2 comentarios:

  1. ¿Por qué no ponerles la zancadilla? Comparto tu indignado texto.

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  2. Sería una idea genial. El personal -mundial- tiene la palabra. La cuestión es: ¿a qué se espera?

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