Pero ¿y si el movimiento de la antorcha no fuera sino un gran ejercicio de malabarismo que lejos de hacer ver más bien distrae? ¿No es lo que se hace habitualmente en los hogares y en las soledades de sofá y televisión? ¿No es el símbolo acaso de la dejación del pensamiento en manos ajenas? ¿No es el triunfo de la sociedad del ocio? Recuerda la vieja leyenda bíblica del derecho de primogenitura a cambio del plato de lentejas. Y mientras el artista de circo mueve y remueve la onda del juego de luces no vemos lo que se debería ver de verdad fuera y dentro de nosotros, sino que nuestros ojos se nos van exclusivamente tras la estela del artificio. Bandas que nos atrapan en su conicidad formal, que nos divergen tras su espiralidad de brillos, que entusiasman a nuestra mirada esotérica, que entretienen la verdadera posibilidad de nuestros recursos, que opacan la agudeza de la observación profunda. Maneras de enarbolar la antorcha. Lejana ya la primitiva práctica humana de iluminar con ella y seguir el camino que se nos descubre -que necesitábamos hallar-, el tiempo presente nos brinda la contra antorcha que sólo nos muestra las imágenes superficiales de las cosas y del acontecer. Se nos oferta, previo pago, naturalmente, la luz por la luz, el color por el color, el sonido por el sonido, la palabra por la palabra, el amor por el amor, la felicidad por la felicidad. Demasiada puridad sospechosa para captar la realidad rica y generosa de las luces, los colores, los sonidos, las palabras, los amores o los bienestares. Esta moderna iluminación destella como una oferta ambigua para seres cada vez más clónicos y de una domesticidad anodina y peligrosamente renunciante. ¿Podemos esperar todavía que la antorcha sea el símbolo de la necesaria luz interior? El modelo es viejo, pero funcionó. Ah, desapúntense religiones al acecho, sectas esotéricas, profetas pseudo psicoanáliticos, ideólogos de bestseller, candidatos ocasionales a elecciones...Simplemente se trata de emitir las chispas de la ejercitación del pensamiento. A pesar del esfuerzo, ¿hay algo más placentero?
No sé muy bien de qué se trata, tengo que seguir madurándolo. Pero sí sé
ResponderEliminarque la primera imagen es hipnótica.
¿Hay algo más hipnótico que la imagen de la luz iluminando (tratando de iluminar) la obscuridad? ¡Es tan fácil sentirse distraído por la luz aparente, que no siempre resulta ser la salvadora!
ResponderEliminarGracias por tu paciencia, v.