sábado, 6 de octubre de 2007

¿De qué se ríen?


¿De qué se ríen? La toma invita a inocular en el espectador una curiosidad morbosa. Probablemente se rieran de la mayor tontería. Son humanos, honda y consecuentemente humanos. Un acto de camaradería que habrá tenido lugar a lo largo de la historia con cualquier uniforme, carné, insignia o disfraz entre las tribus del mundo. El sirimiri les encoge, pero nada más que el sirimiri les arredra. Aunque en el interior de sus espíritus (es más literario y menos exigente que decir de sus conciencias), pues vayan ustedes a saber. La guerra ya la iban perdiendo, pero ellos no renunciaban a su alegría tremendamente humana. ¿O este estado euforizante obraba como droga sobre su realidad quebradiza? Aunque lo doloroso estaba detrás. Esta panda de confraternizadores son guardianes de un campo de concentración nazi, o mejor dicho, de un campo de exterminio. Dentro, miles de individuos se habrían convertido ya en humo o se estarían encaminando hacia el fin. Los perdedores, seguro que no se reirían. Saber que se va hacia la desaparición, sobre todo de la manera como se va, no da risa. No da ya ni para sentir ni para emocionarse ni para seguir pensando en lo que se fue y se va a dejar de ser. Los del grupito de la foto también se dirigían hacia el fin, pero probablemente no quisieran reconocerlo. Mientras sigamos triunfadores, parecen decir implícitamente, pasémoslo bien, cantemos, bebamos y digamos kartofen ante la cámara. Es tan humana la alegría...Tanto como el dolor. La cuestión es a quién le toque el rol en cada momento. Y si el rol es el drama, ya se sabe lo que viene detrás: la agudización de las sensaciones nerviosas, los sentimientos hundidos y la angustia irrevocable. El grupito de la foto estaba aplazando el rol, dándolo largas. Todos tan humanos, los dentro y los de fuera. Y pensar que se estarían riendo de la gracia más inocua que hiciera el chistoso de la brigada...


(La fotografía fue realizada por un miembro del ejército del Tercer Reich e incautada por las tropas americanas. Uno de los soldados u oficiales americanos que tuvo acceso a estas fotos se las quedó como recuerdo...o simplemente las pispó...para recuerdo)


6 comentarios:

  1. Conclusión: hay risas que llevan consigo, pegadas a sus muecas, un malditismo de ida y vuelta.

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  2. Maldito malditismo, si me permites.

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  3. Esta fotografía me da mucho miedo.
    Estuve trabajando como Ehrenamtlich en una residencia de ancianos. Mi labor consistía en visitar y charlar con quien no recibía ninguna visita. Nunca. En esa residencia, que me parecía un infierno por oir sus voces y sus alaridos de soledad (La soledad nos vuelve locos), me preguntaba todos los días, todos los momentos, quiénes de ellos serían esos. Qué parte hicieron.

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  4. Es impresionante lo que relatas...o sea, que la foto, probablemente, no acabó en risas...(la soledad nos vuelve locos: qué frase, qué reflexión y qué realidad...pero creo que vuelve más locos a unos que a otros, según...) te sigo escuchando

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  5. Disculpa, no aclaré que Ehrenamtlich es voluntaria.

    Aquella residencia era un lugar estéticamente bonito. Con salones llenos de ventanales que daban a unos jardines preciosos con castaños. Todas las instalaciones estaban muy cuidados y las salas adornadas con cariño.

    Pero fackel, créeme, si existe un infierno es ese. REcuerdo aquel olor siempre tan espeso. Sus miradas perdidas, su obsesión por volver. Yo nunca supe a dónde. Frau B recogía todos los días las migas de la mesa, las guardaba en una bolsa y las ponía en su ventana para que viniera algún pájaro. Cuando me subía con Klara en el ascensor ella pensaba que estaba en el tranvía y me peguntaba si tenía dinero para pagarlo. Su madre vendría a buscarla, contaba. Yo trataba de convencerla de que tendríamos que pasar aquí la noche , me quedo contigo... (Realmente Klara no sabría todos los años que llevaba ahí viviendo, sin un sólo familiar que la visitara?)

    El Sr. B había sido cantante de opera y en aquella época amenizaba las fiestas. (Imáginas ...)

    Cuando pasaba por algunas habitaciones venía fotos de ese mismo tono en las paredes...

    El alcohol y la guerra habían destrozado su cuerpo y casi la totalidad de su mente, Casi todos se movían en un ambiente de confusión. Sus pensamientos eran lúcidas sólo a ratos. También había quien estaba en sus facultades y eran conscientes de lo que suponía para ellos esa humillación. Ellos sabían que no, que aquello no acabó en risas, como tú apuntas.

    Los martes por la tarde venía un señor a tocar el piano. Comiamos pastel (yo no lo probaba, no tenía estómago para comer ni beber nada) y se cantaban canciones populares, entre ellas Lili marlen...

    Y aunque yo era la única extranjera entre todos. Se notaba obviamente en mi aspecto y mi acento, parecía no importarles mucho. Lo habrían olvidado todo...

    Durante aquel tiempo, me di cuenta de cuánto necesitamos que alguien nos quiera; nos dé el mínimo calor para no perder la razón, el jucio, o lo que de ello nos queda.

    Perdóname por este largo comentario y, gracias por escuchar.

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  6. ¿Perdonar un comentario vivo y enriquecedor? Sería imperdonable no escucharlo. Me hace pensar en el viaje de ida y vuelta que es la vida. Donde tras un triunfo temporal puede agazaparse el fracaso. Todo tan efímero como estridente. Qué craso error creer que todo va a ser tal cual para siempre. Y al final, la autodestrucción: soledad, despedazamiento del cuerpo, abandono del tiempo, tal vez olvido...Puedo seguir escuchando tu relato, puedo (¿debo?)

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