domingo, 16 de septiembre de 2007

Vaporoso


Hay noches cuya largura se mide por insomnios. Noches en que no apetece dar pábulo ni al pensamiento ni al recuerdo ni a las letras ni a los ruidos ni a los deseos ni a las palabras ni a las músicas de una radio. Noches no sé si blancas o negras o incoloras. Que no parecen avanzar y cada mirada al reloj advierte posición de manecillas diferente. Que no sabes si quieres que pasen o que se prolonguen como si fuera la última. Que enciendes y apagas la lámpara del desconcierto. Noches en que el cansancio o una abulia feroz o un desgaste inerte acaba derrotando a la víctima simplemente por una especie de alejamiento total de cualquier opción. Y al borde del envoltorio de la muerte, uno recuerda por sorpresa cierto poema de José Ángel Valente...

El cuerpo con su máscara
se irguió en la cima de la madrugada
y coronó la noche.

Ardió solo en el aire.


(Con una foto de Leonard Nimoy)

2 comentarios:

  1. Cierto Fackel hay noches demasiado oscuras, pero para eso existen los sueños.

    ResponderEliminar
  2. Los sueños existen ¿para llevar claridad o para oscurecer más las noches? Ah, ya, simplemente para aliviarlas, dirás, sólo que a veces son pesadillas, lejanos ecos tal vez de la vida real. Bueno, admitamos que también sirven para vivir otras vidas. Aunque éstas sean más efímeras y se diluyan cada amanecer. Buenas noches.

    ResponderEliminar