¿Cuáles son las verdaderas? ¿Ellas o sus reflejos? Todo puede ser posible en este paisaje deconstruido por la inercia. Las techumbres desmochadas, los muros quebrados, los vanos abiertos más que nunca a la intemperie, los pasajes rasgados por una luz perpetua. Tan sólo el estanque parece dar sentido a un conjunto que apenas sabe contemplarse sino en tiempo pasado. Y sin embargo, las estatuas mantienen la firmeza. Diezmadas, deformes, inermes, prácticamente ausentes reiteran su orgullo desde los pedestales. Son estas bases elevadas las que han conseguido salvarlas de todo tipo de incuria. Es ese elemento de apariencia que las sobreponía a los hombres el que les dotó de proyección en vida. Es esa mano de hielo la que las sigue resucitando desde su transustanciación fantasmal. Pero ese espejo...El agua mansa las vuelve a rehacer, las complementa, las rescata de las sombras, las otorga consistencia. Vuelve a colocar las testas extraviadas, a ceñir los torsos demediados, a colocar las extremidades mancadas, a proporcionarlas de movimiento, a renombrar los personajes, a revitalizar su olimpo procesional. Las estatuas se saben muertas pero se reencarnan en la simulación. El agua, siempre en el origen. La ficción, siempre en los pasos obligados de la permanencia.
Preciosa la fotografía e interesante tu comentario abducido. Válido para las estatuas y su reflejo, que es la añoranza. Sería terrible que las estatuas fueran la metáfora de ciertos individuos, pero podría ser, y sin reflejo más que en su propia mediocridad. Me gustan cosas de tu blog. Saludos.
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