domingo, 30 de septiembre de 2007

Evaporación



(Invocaciones VI)



A veces se siente desdibujada. Asiste a cada acto cotidiano simplemente porque está. Recurre al consenso con los que la rodean para que no se note que anda ausente. Cuando se refleja en un espejo ve de pasada sus auras concéntricas. No quiere detenerse demasiado contra su imagen desvirtuada. ¿O acaso es la auténtica? No desea percibirse como sospecha más que como ente real. Se deja llevar por el ritmo de lo programado para pasar más desapercibida. Anhela los ruidos y se estremece con los silencios. Desaprueba los tiempos vacíos porque no sabe situarse en ellos. Cuanto más vaporosa se muestra más se admira. La imprecisión de sus rasgos la aleja de sí misma, pero eso le da una extraña seguridad. No sabe si va o viene, pero le refrenda esa confusión donde todo es posible. Al entregarse a la nocturnidad toma un valium o dos. Entonces duerme profundamente. Sueña, aunque le cueste recordar al día siguiente. Sueña con que se peina pausadamente ante un espejo. En aquella habitación de sus padres donde pasaba horas viéndose mayor. Una niña cuya infancia se diluía sin llegar a poseerla nunca. Como hoy.

(Fotografía de Cunéaz)

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