jueves, 26 de julio de 2007
Testigo
Mientras tú escribes un pensamiento, él te copia una idea. Mientras él te sugiere una observación, tú aceptas una mirada. Siempre la necesidad de un testigo. No sabemos andar sin alguien que mira cómo lo hacemos. ¿Nos movemos para ejercitarnos? ¿Caminamos para exhibirnos? ¿Es el otro nuestra sombra? ¿Somos nosotros la urgencia de alguien que nos refrende? Tras una pregunta siempre hay otra pregunta. Las respuestas son acaso preguntas encubiertas. Cuando se revisten de gravedad constituyen un dilema. Cuando nos bloquean lo llamamos enigma. ¿Qué sería de nuestra afirmación si otros no la ratificasen? La presencia de los demás es la condición de la propia. Cuando no está claro el testigo exterior nos desdoblamos para inventar el íntimo. Ése con el cual vamos creciendo, acaso. Los personajes se multiplican. Convergen tantos cuantos reclamamos desde nuestra soledad. El acompañamiento es accidente. La soledad es sentido. Pasamos el tiempo entre juegos y circunloquios. Necesitamos reconocernos en la mirada de los otros. Aceptar o no esta mirada es otra cosa. Nos basta con que nos reclamen, de la manera más nimia que sea. Sabernos nombrados nos basta. Sabernos solicitados nos encumbra. A veces requerimos algo más. Depende de nuestra propia escucha. Desafiamos el riesgo de la asunción o del rechazo. Nos la jugamos en los dados de la imposición o de la independencia. Testificamos y a la vez resulta imprescindible que otros testifiquen por nosotros. Es un intercambio para la supervivencia. La sombra propia nos acompaña. La sombra ajena declara. A veces se entrecruzan. Incluso se mezclan con nuestra apariencia. Por la noche descansan todos nuestros testigos. Se relajan nuestras sombras. Se aplacan nuestras vigilias. En esta disolución el reflejo se pierde. Las aguas de la vacilación no reproducen sino la imagen de la luna. Tal vez el último testigo. La excusa de nuestra perplejidad.
(Jorge Molder se autofotografía y se desdobla)
Un testigo es también la señal que se coloca en una fisura para ver si se abre más. Testa, señala, indica. Escribir nos pone a prueba. Lo que escribimos dice dónde estamos. A veces queremos que los demás nos digan lo que ya sabemos. Que algo estuvo bien. Pero el camino lo trazamos nosotros.
ResponderEliminarClaro, Francisco, hay testigos de exploración de las profundidades de un terreno para ver su composición; hay testigos en una excavación arqueológica para comprobar y leer sus estratos; hay cerros testigo en la geología peninsular para comprender la delimitación de los piélagos que cubrieron el paisaje hace millones de años...Testan, eso es. Dan pistas. Pero en la vida cotidiana de los humanos, la necesidad del testigo apoya la ratificación del Yo. Nos ayuda en ese Camino concreto. Los testigos son símbolos, pero también reflejos. Elementos donde nos testamos en el día a día. Ya no me atrevo a aseverar que el camino lo trazamos nosotros, o si lo que acontece es que sólo andamos por un camino indefinido a veces...Gracias por tu cordura.
ResponderEliminar¿Se os ha ocurrido que los testigos muchas veces son simples mirones?
ResponderEliminarPero igual hasta esa clase que tú citas son también testigos, Zeleste. Buena noche.
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