¿Cuántas hierbas y hierbajos habrán crecido bajo el banco desde el tiempo de la foto? ¿Era entonces la infancia una fiesta? Las arrugas que surcan la fotografía, ¿se habrán trasladado a sus rostros? En la mirada de los niños, ¿está ya la expectación de los años maduros? ¿Qué rayo habrá atravesado sus cuerpos cincuenta y tantos años más tarde? ¿Qué afanes les habrá elevado? ¿Qué desasosiegos les habrá carcomido el alma? ¿Seguirán atentos a un horizonte que les fije? ¿Se seguirán mirando a los ojos cuando se hallen cara a cara? ¿Habrá herido sus vidas el desencuentro? ¿Cuántos nombres y cuántos olvidos supurarán sus pieles? ¿Bajo cuántos candados encerrarán sus inocencias? ¿Habrán extraviado el aliento de las ilusiones por el camino? ¿Rememorarán los placeres del recuerdo? ¿Contabilizarán el tiempo que obra ya contrarreloj en sus vidas? ¿De qué color serán ahora sus cabellos? ¿Qué tristeza hundirá sus ojos en este momento? ¿Mantendrán aún la flexibilidad de los juncos de aquel tiempo? Los risueños, ¿seguirán risueños? Los de mirada torva, ¿la tendrán más afilada? ¿A cuántos habrán recibido y adjuntado en su marcha de estos años veloces? ¿Dónde colocaríamos ahora la cámara para el retrato? ¿Quién hace la foto? ¿Quién quiere verse en ella?
Sí, Fackel, es probable que las nostalgias dejen en el aire muchas preguntas. Y que no sea tan importante obtener respuestas. Es el "malsano" ejercicio de mirar la foto fija lo que rechina en el alma del observador ya lejano. Un saludo, muy curiosos tus últimos posts.
ResponderEliminarGracias. Sí, a veces es malsano, a veces gusta mirar. Comparar. Reirse del tiempo. Burlarse de las máscaras (no sé si de aquéllas o de las de ahora)
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