sábado, 10 de marzo de 2007

(Paréntesis: Infamia)


No puede con tanta infamia. Le repugna el ruido y la suciedad. Abomina la ignominia y la mentira. Odia la estética de lo trasnochado y la falta de imaginación. Hoy se refugia en su niño interior. Nunca fue puro, probablemente. Uno viene de la naturaleza y ésta, afortunadamente, nunca es pura, de ahí que nos sea permitido a los humanos, como a los minerales, la transformación. Él, al menos, pretendió ser honesto. ¿Le sirvió para algo en el currículo de la vida? La honestidad no cotiza al alza en estos tiempos. Juega con la calavera. ¿La observa simplemente o la dirige preguntas sin respuestas? En la profundidad de los huecos del cráneo abandonado ve correr las palabras y los actos. Los ve precipitarse alocadamente por galerías intrincadas y recovecos abismales. Piensa en los extraños dilemas. Las palabras ¿son tan rameras como aparentan? Sospecha que se las puede comprar y vender, y que se desgastan a merced del dinero y del poder, como casi siempre. Las palabras: designación y comodín, medio y arma, caricia y escupitajo, aproximación y llama arrasadora. Algunos opinan que las palabras nos precederán en el reino de los cielos. Pero éste es una creación de las palabras. Será lo que ellas y su impudicia quieran. Los actos: lento deambular por los vericuetos del laberinto. Sin las palabras, los actos ¿serían más ciegos o solamente más fingidos? El niño inquiere a la calavera sobre su futuro, ¿o lo hace sobre su pasado? Dime, espejito mágico...(¿de qué le suena?) Hoy no puede sobrevivir sin ponerse la máscara. La calavera es un fetiche. Se ha introvertido en la infancia más recóndita, en sus juegos más creativos, en la soledad más alejada de la edad. Donde las palabras están pendientes de conquistar. Donde las palabras deben ser ignoradas. Donde su cuerpo desnudo es lenguaje hasta los últimos estertores. Allí donde la dignidad espera el silencio y se entrega al olvido.



(Pintura del pintor simbolista finlandés Magnus Enckell)

1 comentario:

  1. Una manera muy introvertida (y un tanto hermética, que es la manera más autoprotectora de manifestar la introspección) de defenderte ante tanta miseria, ¿verad Fakcel? Ese vincular la basura exterior con la trayectoria vital del hombre es sincera, como poco. Con todos los motivos, con bastante buena dirección. Porque al final, lo que acontece fuera de nosotros se tamiza y digiere en cada uno. Y ahí, el enfoque es tan particular. Hay que sobrevivir, y yo entiendo tu indignación. ¿Difícil lo del mundo feliz, eh? (Mal que le epse a Huxley y otros)

    Un saludo de lunes y venga ese vigor.

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