sábado, 6 de enero de 2007
El rayo
Al principio fue un rayo. Nada hubo antes en el tercer día de la creación que diera la impresión de que se estaba fraguando la fábula terrestre. Y el rayo se dispersó en todas las direcciones y se contempló a sí mismo. No cesó de salpicar la claridad ni de romper las tinieblas. Descendió sobre las aguas y las aguas le hicieron crecer de nuevo. Y le sujetaron para que los espectros y el color germinasen en el pantano. Y cerraron el arco de sus ramificaciones, para que adquiriera una textura anómala. Y multiplicaron las ráfagas de luz, para que su desvalimiento fuera menor. Luego se desarrollaron las otras vidas. Las innumerables, las ocultas, las complejas, las que aparentan y las que se regeneran. El rayo se fosilizó y traspasó la dimensión que le hubo dado el firmamento. Aún los caminantes de la noche dicen ver cómo se ilumina entre la densidad de las nieblas y el estremecedor ulular de las alimañas.
(Foto fantástica de Roman Loranc)
Hay fotografías que rozan la irrealidad. ¿O es que hay objetos que rozan lo irreal pero cuyo secreto reside en cómo se miran? El poder de la mirada (aquí, la fotografía tiene tanto de mirada...)
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