martes, 28 de noviembre de 2006
El hombre de los relatos bélicos
Día festivo del verano del cincuenta y tantos, paseando por la pequeña ciudad católica y rural del Norte. Toda una escena familiar de punta en blanco. Ellos, de vacaciones, inclusive el hombre, desplazado desde su ciudad mesetaria, en un ocasional permiso de todos sus empleos y pluriempleos. El paisaje, la tranquilidad viaria y el arbolado todavía existían, hoy guardados celosa y sentimentalmente en el recuerdo, porque el progreso, los tiempos o el mercado, o todos a la vez, los hicieron desaparecer. En los atardeceres, al frescor de la huerta familiar, este padre relataba a los suyos episodios de la guerra civil, aún tan cercana en la memoria y en los silencios. Había formado parte obligadamente del ejército -que no del bando- de los vencedores. Incluso había pagado un precio en su propia carne. Nos encandilaba a los chicos con los relatos sobre sus desplazamientos de frente en frente de batalla. Sus miles de quilómetros andados a pie. Sus experiencias de piojos, de hacinamiento en las trincheras o durmiendo con los muertos que la carnicería iba dejando al lado. Sus escapadas del frente. Sus harturas morales y sus hambrunas biológicas. Hubiera hecho un buen papel como relator o reportero de prensa. La memoria excepcional le hacía dibujar con pelos y señales escenas, localidades, personajes y parapetos. Los que por entonces empezábamos a conocer las mediocres y repetitivas aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, y casi a punto de las Hazañas Bélicas, las narraciones orales del hombre tranquilo ponía el toque fresco y auténtico de realidad al concepto de la guerra como algo épico y de ficción. Y despertaba una pizca de alarma sobre lo terrible de un conflicto civil armado que entonces, ni por edad ni por ubicación social, era impensable que hubiéramos podido distinguir en sus proporciones. El anecdotario era ágil, prolijo, colorista, divertido y emocionante, interrumpido por preguntas siempre exigentes y desvariadas del círculo de los elegidos. La noche iba cayendo y lo extremadamente curioso es que este hombre nunca se refería al enemigo con tono despectivo, falto de escrúpulos o ignominioso. Al contrario, te hacía ver a ese enemigo como el otro lado del vecindario, el otro equipo con el que se juega un partido, el discrepante. El hombre huyó siempre de consideraciones banderistas o degradantes sobre los otros españoles con los que se intercambió tiros a ciegas sin ningún entusiasmo. En aquel momento yo no lo advertía; o mejor dicho, no advertía su dimensión. Hoy se le agradezco inmensamente.
Fackel. no era tan infrecuente en nuestra niñez encontrar padres exveteranos a la fuerza. Los había. Los había compresivos, respetuosos y temorosos del prójimo, y que no se habían encontrado a gusto en la matanza de 1936. Como también los había fervorosos, descarados y uniformes con el régimen. Pero el miedo era mucho y el silencio el respirar. Habría tantos testimonio, ¿no?
ResponderEliminarPues sí, tantos testimonios y de ambas partes. Qué más da lo de uno y lo de otros, lo terrible, lo animal lo hicieron ambos, y lo peor lo sufrió tanta gente sin comerlo ni beberlo.
ResponderEliminarMi madre por aquel entonces tenía 4 anhos, era la mayor de 3 hermanos y cuando cuenta su tristíma historia, como la de muchos, pues me duele el corazón y el estómago . Qué quereis que os diga...
El acontecer de las cosas -¿o se llama Historia?- no es tan simple. Ni se liquida con repartir responsabilidades. Yo quería recabar memoria del reconocimiento. A los que lo pasaron mal y no guardaron rencor, a los que fueron utilizados y no hablaron jamás mal de los otros. Los factores de los hechos, si se hace el esfuerzo de analizarnos, ayuda a no resolver la complejidad como si fuera simplicidad. Exige ganas de conocer y como digo, esfuerzo. Para mi las cosas nunca son simples, y menos aquello tan decisivo que puede ocurrir, que ocurre cíclicamente, en la vida de las sociedades. Lo terrible siempre acaba compartiéndose. Lo animal siempre acaba apareciendo no sé si en todos o en parte, porque la vorágine arrastra. Pero siempre hay alguien que empieza: que no admite, que rompe las reglas del juego, que quiere imponerse por la fuerza al otro...Todo el mundo paga el pato en una situación violenta, pero ¿existe inocencia en la sociedad civil? Lo siento, Para49, no soy dado a reducir los problemas ni a ignorarlos. Pero yo en ese texto, lo que quería era reivindicar una memoria sana, la de mi padre, a pesar de haber sido del bando de los "vencededores" (que no de los "convencedores" que hubiera dicho Unamuno)
ResponderEliminarSí. Sí así lo entendí, Fackel. Lo de tantos testimonios lo decía refieriendome a la última linea del el senhor Pardo.
ResponderEliminarTu Texto me pareció de lo más curioso y creo que es la primera vez , (no creo, es la primera vez) que leo esa parte de la historia. Ni se me había pasado por la cabeza que quedase esa parte de memoria sana, como tú la llamas, en quien le toca vivir un hecho de esas dimensiones.
Yo soy, la que irrazonablemente o equivocadamente hace oídos sordos más de una vez, cuando las opiniones de un sitio o de otro van todas en la misma dirección, cientos de películas en el mismo término, o las historias familiares en dirección contraria pero también salpicadas de lo mismo. El dolor humano en general me paraliza.
Desde luego, habría que rescatar más amenudo, esa imparcialidad, esa perspectiva las aventuras como las d Roberto Alcázar y Pedrín. Y disculpa que no me haya expresado anteriormente con claridad.
Y los relatos de la guerra siguen. Es una guerra que no termina nunca.
ResponderEliminarUn relato curioso y alucinante.
Un beso enorme
Algunos viven de la guerra (y de su paz y beneficios, no lo dudes) y por si fuera por ellos no querrían nunca el entendimiento. Estos mismos días vemos cómo luce el cainismo y la traición en el seno de los que presumen de ser los eternos salvadores...¿de la patria? ¡De sus negocios! Bah, es igual es el destino trágico del país.
EliminarCuando parecía que en España rojos y azules convivían en una democracia y que incluso dialogaban y negociaban... algo pasó. Fue un chasquido y todo se volvió de nuevo reproches, cainismo, falta de diálogo. Y de nuevo una fuerte dicotomía y falta de entendimiento está en todas partes.
ResponderEliminarNo todas las parte son iguales ni siquiera análogas. Hay un cainismo latente, unas veces identificado con colores y otras participado por quienes no ven más allá de sus intereses. La historia es paradójica y se manifiesta con ironía. Algunos no quieren ni procuran jamás el entendimiento. Consideran el país su territorio. Se les llena la boca del vocablo España, lo vacían, se apropian de él y no aportan nada más. No se lo permito, en mi fuero interno.
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