domingo, 26 de noviembre de 2006

El Ejército Negro

Vuelve el Ejército Negro. Pero, ¿se fue alguna vez? La foto es antigua, pero no del todo caduca. Evidentemente, hoy no van así, visten clergyman (¿alguien recuerda el término posconciliar?), de gris o de civil normal y desapercibido. Aunque estos soldados del Ejército Negro siempre tienen una impronta especial: sus caras lucen una sonrisa pseudoseráfica (que con frecuencia se torna mefistofélica), sus manos delicadas recitan, su porte de seguridad amedrenta aún en ocasiones, sus modales aparentes exhiben con frecuencia una pretendida influencia y reconocimiento público.

La imagen exterior y callejera de antaño hoy ya no vende. Sólo queda para las altas instancias, es decir, para las jerarquías y sus liturgias. Hoy prefieren que el negro sea la tinta de su prensa, de sus ondas radiofónicas, de sus colegios privados, de sus asociaciones integristas, de su larga mano de la Obra o de sus conferencias episcopales. Pero lo negro persiste. Porque ya se sabe que el negro no es sólo un color, es una acepción. Cuando se hablaba de la España Negra, por ejemplo, no se podía disociar el atraso del país de la influencia secular de los ungidos por el Señor. El término "negro" va unido a la oscuridad. Siguen siendo, por mucho que se las den de modernos, ese lado oscuro de la vida. Porque siguen sintiéndose dominados por el miedo. El miedo a la libertad de pensamiento, a la organización civil laica, a la creatividad abierta y al avance y aplicación de la ciencia en la sociedad. Ah, y el miedo a perder sus prebendas. Porque en España las siguen teniendo, y abundantes y seguras.

El Ejército Negro se rearma. ¿Se había desarmado alguna vez? Su poder e influencia se han transformado. Su brazo armado (la Inquisición) dejó de existir hace tiempo, pero no su acción punitiva (el franquismo lo prueba) Aquél se ha readaptado y respecto a su brazo secular de defensa, ¿qué mejor instrumento que el partido de la derecha española que gane unas elecciones y que les proteja más? Pero incluso esto es efímero, no se fíen. Por eso se apuntan a mil y una manifestaciones conservadoras, por eso pontifican y concluyen documentos que nadie lee aseverando presuntuosamente sobre su modelo de sociedad.

Pero, ¿qué otras armas espirituales poseen? Si tales existieran serían dignos de admiración. ¿La fe, la virtud, la ética, la solidaridad, el sentido de la justicia...? Su fe no va más allá de un vulgar sofisma elevado a la mediocre e inútil categoría del dogma. Sus virtudes quedan en sopa de letras ante sus vicios, principalmente el ansia de poder. Su moral es un refrito de difícil o imposible adaptación a los tiempos, donde su obsesión enfermiza por la sexualidad, por ejemplo, obnubila sus propias directrices hasta el extremo de impedir poner remedio a la extensión del Sida en África. La solidaridad no deja de ser una variante de vocabulario de la manoseada caridad cristiana que nunca arriesga el verdadero reparto de las riquezas. Y su supuesto sentido de la justicia es tan abstracto como impropio, incapaz de cuestionar el sistema, y siempre colisionando con el que la sociedad civil trata de afianzar con su propia capacidad electiva.

A mi me gustaría simplemente que se perdieran en su soledad.

Su bagaje, mucho me temo, sigue siendo al fin y al cabo su complejo de casta. Y como les ocurre a todas las castas religiosas que en el mundo han sido, se fundamenta en tratar de que la realidad exterior -amplia, compleja y que tiene sus propias leyes- tiene que ser como a ellos se les antoja. Justificar todo en pleno siglo veintiuno en una visión pesimista sobre la especie humana, en la culpabilización de ésta y en la falta de consideración a las sociedades democráticas me parece francamente negro. Y yo no les voy a corregir más la plana. Son mayorcitos en edad, pero a mi me parecen infinitamente enanos en su capacidad de pensamiento.

2 comentarios:

  1. ¡Amén!;-))
    Buenas noches Fackel

    ResponderEliminar
  2. Fackel. ¿Esperabas la blancura de la paloma tras esa entidad negra y siniestra de la que hablas? El poder y el dominio les ha obsesionado como a los humanos que más: llevan veinte siglos. Acertado, aunque inhóspito para algunos tu post.

    ResponderEliminar