lunes, 2 de octubre de 2006
El ojo perseguidor
la otra noche soñé que un ojo me perseguía; soñé que me levantaba para emprender la tarea acostumbrada, y que aún no había amanecido; enfilaba las calles viejas, atravesaba las avenidas, salía a los arrabales al otro lado de los cuales sólo quedan terrenos yermos y más allá la zona de las fábricas; cuando la ciudad ya era una sombra me sentí espiado; volví la cabeza y mi mirada se perdió en la mancha de un día que no despertaba; los ruidos acompasados y nerviosos que los barrios vomitaban habitualmente en la madrugada no existían; a cierta distancia me pareció otear una luz débil pero insistente; no era una luz, era un ojo que me miraba fijamente; emitía un destello agudo y se aproximaba cada vez más; agilicé el paso, nunca me ha gustado sentirme observado; cuanto más deprisa andaba, más crecía el volumen del ojo y más cercano me parecía tenerlo; a esas horas, lo común es que ya hubiera clareado, pero el cielo seguía cerrado; el ojo me acechaba con una fijación penetrante; aunque yo continuaba caminando, la distancia que me quedaba por recorrer se me hacía más y más lejana; los familiares penachos de humo de las chimeneas industriales habían desaparecido; yo sentía mis piernas torpes; la inquietud y el desasosiego me herían; el ojo merodeaba como ave rapaz y yo no llegaba a ninguna parte; el paisaje era un vacío invisible y negro; el ojo me contemplaba sarcástico y desmesurado; de pronto descendió en diagonal al nivel de mi mirada y se acurrucó en ella; no quise caminar más; me eché sobre la tierra húmeda de rocío y cerré los párpados...
Un microrelato muy peculiar, y sobre todo muy óptico. Pero ¿es sueño u obsesión?
ResponderEliminarQué otra cosa podías hacer, sino cerrar los párpados.
ResponderEliminarInietantes ojos.
Desde que leí 1984 la obsesión por el Ojo que lo observa todo y nos controla todo me repugna. Así que tu ejercicio sobre el sueño me espantó. Es que hay ojos que no parecen ojos, sino Orden. Yo prefiero los ojos al Ojo.
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