Nos habíamos sentado en un banco de una de las calles de Josefov cuando el acicalado joven me hizo aquella pregunta extraña. ¿En qué piensa usted cuando le van a tomar una fotografía? Tampoco me he hecho tantas, le repliqué mientras hurgaba una explicación en mi mente. Creo que siempre estoy pendiente de la pose que me ordenen. Si estoy en tensión nunca pienso. No ceso de moverme o de intentar ajustarme a las observaciones que recibo. ¿A usted no le pasa lo mismo? Mi amigo permaneció un instante callado. No. Me abstraigo, simplemente. Debo poner una cara o una actitud corporal que nunca preveo, y que queda desvelada al ver posteriormente la imagen. Jamás me preparo, se lo aseguro, se lo pongo fácil al maestro fotógrafo. Pero si se abstrae del momento, insistí, ¿recurre a pensar en los quehaceres del día, por ejemplo? ¿O se queda acordándose de la última persona con la que habló? ¿O se siente instado por algún estado de ánimo que le zahiere debido a alguna preocupación pendiente? Y discúlpeme si me adentro en su vida personal siquiera con arriesgadas hipótesis. Él puso cara evasiva. Ya le digo que me abstraigo, que dejo de ser yo, ese yo de planes y de individuo que tiene que relacionarse con otros. Algo así como si prescindiese de mi cuerpo y me ausentase del porte con que ordinariamente me conocen. Me sorprende que me diga esto, e intenté corregirle. Siempre cuida su exterior, procura ir impecable, atiende a la perfección su afeitado y el modelado de sus cabellos y sabe andar recto, haciéndose valer. ¿Me va a decir que todo eso se viene abajo al ponerse delante de una cámara, cuando es obvio que no es así? No, todo eso que usted señala está ahí, pero yo me desprendo de ese personaje. Me aíslo. Separo lo que ustedes los investigadores llamarían personalidades. Aunque tampoco es exactamente de ese modo. Durante el tiempo que dura la toma he abandonado a uno no para ser otro, sino para no ser ninguno. Humanamente nadie. ¿Entiende ahora que siempre aparezca en las fotografías tan relajado o, mejor dicho, tan condescendiente con la imagen que los demás quieren tener de mí?
Una vez en Ourika (marruecos) le saqué una foto a una niña. Me riñeron sus progenitores, decían que si le hacía una foto le robaba el alma, y es curioso, pero es al revés, la foto té da la inmortalidad.
ResponderEliminarBueno, se ve que ellos tenían su concepto del cuerpo y del alma, o protegían a la niña por prescripción tradicional, musulmana o tribal, y lo del alma era simplemente la excusa.
EliminarAs melhores fotografias são as que nos apanham desprevenidos... em que a alma se revela...aquele momento exacto em que rimos e há uma luz que nos ilumina desde o interior ou choramos de dor..
ResponderEliminarBelo texto...
Beijos e abraços
Marta
Ciertamente pillar desprevenidos es siempre más natural y auténtico, pero vivimos tiempos de exceso fotográfico, la gente va con el dedo en el gatillo, perdón, en el móvil, y el móvil está resultando además de entontecedor un arma peligrosa para interferir la intimidad ajena.
EliminarSiempre me ha gustado, pillar a la gente, en cualquier tipo de evento, festejo, reunión, excursión... en plan despistado, evitando así las caras con sonrisa profiden, muecas supuestamente divertidas o cosas por el estilo.
EliminarPero no oses enseñarlas después, alguno/a puede incomodarse, ya sabes.
EliminarTomar fotos en el pasado era todo un acontecimiento, ciertamente en unas había que posar por varios minutos, pero hoy con la cámara de un teléfono móvil, se ha vuelto parte de la vida, se ha vuelto rutina
ResponderEliminarDe hecho, cuando observamos fotos antiguas de familia vemos que la disposición de las personas es de celebración, aunque sea un paisaje normal y cotidiano. Hoy lo del móvil es fiebre y acabará, si no lo ha hecho ya, en enfermedad.
EliminarEn no cerrar los ojos, en el momento clave del disparo, así que me concentro en ello, de tal forma y manera, que al final consigo sincronizar, el cierre de mis párpados con la obturación del objetivo.
ResponderEliminarPues eso es arte de autocontrol, y si te da un buen resultado debes estar satisfecho.
EliminarLa mejor forma de enfrentarse a una fotografía es justamente esa, ser otra persona, dejar que tu yo se eleve como un globito hinchando de helio. La cámara, en manos de un buen fotógrafo, se encargará de mostrar quien eres realmente.
ResponderEliminarUn arma poderosa la fotografía.
Así es, pero me pregunto si el extremo de socialización de dar a un disparador fácil -el del móvil- no se ha saltado toda tentaiva artística y de esfuerzo de la fotografía tradicional.
EliminarMi lado hosco y pesimisa te dirá que eso de usar un móvil no entra dentro de lo que cualquier persona decente considera fotografía :) Pero, no me hagas mucho caso...
EliminarMíralo por la parte de socialización, simplemente, aunque tampoco me convenza, te entiendo .
EliminarUn posible diálogo, podíaimaginarlo. Kafka, lo que nos ha llegado de él, y Praga le recuerda mucho, aperece como abstraido, centrado y a la vez ligerísimo, es curioso.
ResponderEliminarUn abrazo
Casi mirando fotografías personales de FK parece que estuviéramos leyendo su obra. Bueno, a mí me apetece imaginarlo, gracias a cosas leídas de su ficción y a otras fingidas sin más.
EliminarTengo mis razones para evitar lo más posible quedarme frente a una cámara. Solo cuando es "obligatorio" termino aceptando, de mala gana, posar. Cuando lo hago, siempre pongo una mueca, para que no vuelvan a pedírmelo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Bueno, es toda una actitud, y tal como dices sin duda te respaldan razones. Lo de la mueca o mala cara, según, puede ser un recurso para evitar a los "retratadores".
EliminarLo cierto es que Kafka sale igual en todas las fotografías... antes seguramente ponía uno más “cara de foto”, o sea que colocaba uno esa cara conveniente.
ResponderEliminarLo curioso que transmite FK es que parece que fuera él el fotógrafo. Su mirada es la cámara. ¿Hasta qué punto el espectador -no tanto el mirón de sus fotos como el lector de sus relatos- se deja atrapar por él?
EliminarAnte una cámara de fotos, todos ponemos lo que se llama "cara de foto", yo el primero.
ResponderEliminarLo cual nos conduce a la siguiente pregunta cuya respuesta ni la tenemos clara ni la sabemos acaso: ¿qué buscamos con esa 'cara de foto' más allá de la circunstancia? ¿Salir bien, salir acorde a la normativa, salir lo que no debería salir de nosotros...?
EliminarMis padres se retrataban, nosotros nos fotografiábamos, hoy en día no tengo idea qué hace la gente con sus 'smartphone'.
ResponderEliminarSe smartphonearán, aunque tampoco sé muy bien qué es. Y luego, rápido a la red social de turno para nutrir este tiempo líquido y con escaso pensamiento donde la gente se siente reina del mambo.
EliminarMe resistía un poco a comentar esto. Algo más de un cuarto de siglo fotografiando en el modo «Retrato de galería», quizás me otorguen algún punto de vista añadible sobre este tema. Solo puedo decir que el personaje fotografiado, actúa como sujeto pasivo; es decir, no sabe qué hacer para ser «él mismo». O bien se queda como un pasmarote y con un rictus facial que no tiene nada que ver con él, o bien, sobreactúa como si fuera una (o un) modelo publicitario. La maestría del retratista consiste en, además de dominar la tecnica fotográfica, saber esfumar la afectación y conseguir que su sujeto fotográfico sea él mismo. No es fácil y menos aún, cuando se trata de satisfacer a alguien que te pagará por ese trabajo. Mi preferido en este campo es Yosuf Karsh, (https://karsh.org/) canadiense de origen armenio que «retrató» a personajes significativos del siglo XX.
ResponderEliminarSe trata de todo un oficio, que nada tiene que ver con las tomas instantáneas, los autorretratos o eso que ahora que llaman selfies y que no es exactamente lo mismo que lo anterior.
Pues muy interesante y sabia explicación del tema,Ricard. Pero cuidado, que tras los pasmarotes suele haber personalidades intrincadas, ocultas y probablemente interesantes.
EliminarVeo el enlace de ese Yosuf, toda información es siempre bienvenida. Salud.
Pues sí. Ancianos, empresarios, vips y no vips, mamás, parejas de novios, jovencitas y jovencitos, niños de comunión o bebés de pecho. Todos son pasmarotes que esconden una determinada personalidad que hay que descubrir y captar. Esa es la grandeza de este oficio que casi, casi, casi ha desaparecido, por lo menos en las españas. En otros lugares, no tanto.
EliminarLa foto que me hicieron una semana después vestido de marinero por la obligada primera comunión, y no quiero entrar en calificativos aunque los que viven del cuento se los merecen todos y peyorativos, fue un desastre. Creo que mi subconsciente brotó en aquella imagen que permanece escondida porque reflejaba un personaje la mar de anodino y como si no hubiera recibido el pan de los ángeles. Corpus christi, amen.
EliminarEn cambio, una espontánea cuando hice los votos a Satanás el mismo día de la primera eso, me tocó con una niña, algo que me costó digerir, porque todos iban a pares de chicos varones y a ¡mí con una niña! en aquel tiempo tan islamizante de los de la cruz, que nos separaban a niños y niñas. Pues bien, en esa foto estoy auténtico y tirando del carro porque a la pobre chavala le costaba un tangto memorizar la promesa, mira que no la canto aquí, que todavía la recuerdo.
De ahí, quizá, el exceso de fotografías en las redes sociales: no pensar.
ResponderEliminarSin duda, y a lo loco.
EliminarYo procuro sonreír, pero con tan poco éxito que parece un mueca ...
ResponderEliminarPero es tu mueca, y eso es suficiente para uno mismo.
EliminarNo es una mala solución abstraerse, como si no hubiera gente alrededor y el fotógrafo también se abstrajera. Ander
ResponderEliminarY no es fácil, por eso tiene más mérito ignorar el momento.
EliminarNo soy de las que se sueltan ante una cámara. Todo lo contrario. Me tensi y pierdo espontaneidad. Admiro a quienes salen con naturalidad en una foto, sin evidenciar poses o forzamientos. No soy fotogénica, resumiendo. Y nunca quedo satisfecha con mi propia imagen, hasta que pasen unos años, al menos y me redescubrí como esa que fui
ResponderEliminarAcaso lo mejor sea poner cara de póker, que dicen. De cualquier manera no hay que darle más importancia de la debida, puede que la trampa sea nuestra costumbre de mirarnos al espejo de casa, y cuidado con los espejos de ascensor.
EliminarLos espejos de los ascensores son los más crueles. Despedazan nuestro ego sin la mínima consideración jajaja
EliminarCreo que es el homicida juego de luces que nos sacan de todo...de todo lo negativo.
EliminarLa fotografía un arte maravilloso que hace que los recuerdos no se distorsionen. Un placer leerte, Fackel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hum, ¿tú crees? No estaría yo tan seguro. ¿Y qué criterio aplicamos a las fotografías de individuos, incluso familiares que acaso no hemos conocido o poco y mal?
EliminarFáckel:
ResponderEliminarno me gusta que me echen fotos así que procuro retirarme discretamente siempre que puedo. Si no queda más remedio poso, pero es una tortura porque tengo que estar pendiente de tener los ojos abiertos, la boca cerrada y que no se me vea mucha anatomía.
Salu2.
Cada individuo es un mundo incluso ante una cámara fotográfica.
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