martes, 8 de agosto de 2023

Cuando aprendí a correr en bici a la sombra de Bahamontes

 


No es que se muera Bahamontes, sino que se va una parte de la infancia de una generación, la nuestra, que también va mermando. Por supuesto, también nos posicionábamos por Coppi, Poblet, Loroño, Anquetil, Poulidor...Las bicis eran más imperfectas y completas que actualmente, y el pedaleo y el esfuerzo contaban más que la máquina. ¿Cuándo años tenía yo cuando empecé a coger la bici? No sé, a veces me asalta la ilusión vana de que soy un individuo sin tiempo y tengo que vincular este a imágenes para situar los años.

Fue un verano navarro. En aquella bicicleta de niño habían aprendido los demás chicos de la familia. Como me superaban en edad y nadie la cogía, en lugar de tirarla la había dejado colgada de una viga de la bodega de la venta. Oxidada y casi oculta por las telarañas alguien sugirió que podría rescatarse para que yo aprendiera. Y se llevó al taller donde arreglaban de todo. Para mí había quedado nueva. No tenía cambio de piñones, con el riesgo añadido de que bajar a velocidad una cuesta podía procurarme un percance. Qué verano de la bici a todas horas, qué descubrimientos. Tal vez el más vital: ser consciente de tu capacidad de equilibrio y ritmo y, por supuesto, hallar una nueva sensación de diversión. Porque la niñez, no obstante interferida y perturbada por obligaciones de todos conocidas, estaba poblada por la filosofía lúdica que, acaso, es la que mejor explica una de las esencias del ser humano.

Y cómo no ir con el recuerdo a aquellos años en que acudíamos en masa a ver pasar la Vuelta por nuestra ciudad, en que la actividad escolar se interrumpía para que todos pudiéramos disfrutar del evento. O cuando la primera televisión comenzaba a emitir el Tour. Recuerdo un compañero, fan del ciclismo practicante, con el que compartía pupitre que venía a clase con L'Équipe y/o Le Miroir des sports. Ignoro cómo los conseguía pero con qué ilusión nos los mostraba a los del entorno. Y cómo no recordar las colecciones de cromos de ciclistas -¿han desaparecido hoy día ante el avasallamiento del negocio más que deporte del fútbol?- o aquellas chapas de refrescos que decorábamos con nuestros ciclistas favoritos, para con el empuje de los dedos corazón y pulgar echar unas carreras sobre el pavimento.

Bahamontes. Su nombre evoca viejas emociones. Que tu pedaleo sea ahora tranquilo.



*Fotografía de Roger Viollet, tomada de la web de la SER.

20 comentarios:

  1. A Bahamontes solo lo he escuchado cuando le hacian alguna entrevista, al que si vi corre ha sido a Pou Pou, es decir Poulidor o el eterno segundo era la época del gran Eddy Merckx, como disfrutaba de aquellos Tour de Francia.
    Saludos

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    1. Entonces había un mundo de ilusiones en torno a estos deportes, que también eran espectáculos. Hoy la parafernalia y la publicidad opacan un poco todo esto.

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  2. Es cierto es como echar de menos a alguien que siempre estuvo ahí en un rincón de la memoria de los que ya vamos por los setenta al menos.
    Se Va otro grande, pero esos no se van realmente nunca del todo.

    Salud

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    1. Y de vez en cuando se nos activan los recuerdos, lo cual es saludable porque es lo poco que nos va quedando y compensa.

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  3. Era el ciclismo de antes, mucho más puro que el actual. Decían que a Bahamontes no le gustaba bajar solo, y cuando coronaba una cima se esperaba a que llegaran más corredores para bajar él con ellos. Si non e vero e ben trobato.

    Saludos.

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    1. Se han dicho muchas cosas que decía Bahamontes, ignoro si verdad o no, pero el esfuerzo que realizaban por libre aquella gente era desorbitado. No sé si es que no había tantatáctica como ahora. Tampoco los padres compraban a sus hijos entonces bicis (eran pocos quienes lo hacían) o perritos.

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  4. La bicicleta era, al menos para mí, un sueño inalcanzable. Tampoco en aquella Barcelona de los sesenta se veían muchas, las pocas eran medios de locomoción que en algunas ocasiones trasportaba dos personas al lugar de trabajo.
    En mi niñez las vi como objeto laboral, no de disfrute.
    salut

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    1. Si la bici no la hubiera heredado de otros nadie me la habría comprado, fue una suerte para mí, gracias al verano y a que las telarañas la preservaron.

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  5. Vaya!
    Amigo Fackel: Es lo que ocurre cuando se va entrando en años largos. Ocurre que los referentes se disuelven como un azucarillo en el café. Un día te enteras de uno y otro, te enteras de que ya desapareció tiempo atrás. Afortunadamente yo, no sorprenderé a muchos. Solo a los justos. (justos, en un sentido nada bíblico)

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    1. Ah, ¿pero hubo alguna vez once mil justos? (Ya, que yerro, el dicho se refiere a las vírgenes, pero los justos, líbrenos señor de los justos que se consideran a sí mismos necesarios) Últimamente me viene pasando también que doy por hecho que ya no están vivos algunos y de pronto ¡zas! me dicen que acaban de dejarlo todo. Qué lo mismo da. Juegos de la edad provecta, supongo.

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  6. Es el mejor obituario que puedes hacer. Recordarlo a partir de tu propia vida

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    1. Los referentes son tales en tanto en cuanto nos hablan de lo vivido. La mayoría de ellos son anónimos o desconocidos para otros, pero a veces ciertos personajes que recabaron la atención de un tiempo y una sociedad nos hacen recordar y valorar. Nos han nutrido tantos acontecimientos...

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  7. Que así sea, Fackel. Los referentes cuando parten, se llevan una parte de todos.
    Hace unos días me deshice de la última bicicleta que he tenido, una de montaña, llevaba años acumulando polvo y preferí donarla para que alguien más la disfrutara

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    1. Buen gesto, Maia, lo que no podrías donar, acaso, serían los recuerdos sobre las experiencias que con ellas hayas tenido. Aunque sí transmitirlos, ¿verdad?

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    2. Nos aferramos a los recuerdos como si fueran objetos, y en cierto modo lo son, y los transformamos para comprensión o deleite propio. Gran invento de la naturaleza humana la memoria, sí.

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  8. Los recuerdos felices que conservamos son nuestro verdadero tesoro, lo que más importa. Somos afortunados. Un abrazo

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    1. Así pienso yo, y además de servirnos de regocijo son útiles y aprendemos aún de ellos.

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  9. "La infància és vital, perquè l'home és el que queda del nen", deia Ana María Matute.

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    1. ¿Será que el adulto es un residual del hombre niño?

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