viernes, 12 de mayo de 2023

Así que esto era morirse

 



Había tensado la mirada, sin estar convencido de que fuera la última vez. La última experiencia, que es la más nueva de todas, esto de morir, no da pistas exactas. No le dolía nada pero una  desazón no conocida le convertía en un extraño de sí mismo. Soy el de siempre pero me cuesta reconocerme, pensó atrapado por aquella ambigua debilidad. ¿Será ahora cuando se atenúen todos mis sentidos hasta alcanzar su atrofia definitiva?, se preguntaba por preguntar. Por tender la cuerda que le permitiera asirse todavía al lado de los vivos. 

Escuchaba sorprendido, y con una claridad que nadie hubiera sospechado, las conversaciones compasivas del entorno. Por qué estarán aquí quienes no me han visto en tanto tiempo, razonó más por inercia que por interés. Quienes me han ignorado y rehuido porque, según les he oído decir, no soportaban mi carácter severo, acostumbrados como han estado a que sus poderes e influencias solo recibieran condescendencias y plácemes. Algo por lo que yo jamás pasé. Por qué me observan y me arropan al borde de la felicidad postrera, tan opuesta a aquella de la que carecí. Alguien de los asistentes dijo algo sobre el extremo agotamiento de él, palabras que otros consideraron imprudentes. Si no nos oye ya, se justificó el insensato, este hombre está desahuciado, es cuestión de horas. Una voz medió bondadosa y susurrante: dicen que los agónicos lo oyen todo. 

Él, inmóvil, mermado de movimientos, cansino en su respiración, había cerrado los ojos. El color había abandonado la piel. Los párpados ocultaban una mirada que no sabía dirigirse a ninguna parte. Las mandíbulas, acusadamente marcadas, encogían el rostro y lo desarmaban. El vello crecía desordenado por las orejas puntiagudas. Los labios, resecos y babosos, habían perdido la memoria de los besos que tantos placeres proporcionaron. Qué sabrán estos qué es morirse; al menos a mí no se me puede negar tener conocimiento de causa, pensó con sarcasmo ante la retahíla de vulgaridades que le llegaban de los presentes. 

En su perplejidad cada vez más apagada se entregó a un estado de calma como no había disfrutado jamás antes. Así que esto es la muerte, se repitió, no sin regocijo, como quien se siente protagonista de una hazaña intransferible que nadie le puede regatear. Una experiencia por la que todos pasaréis y a la que teméis, cuyo mero enunciado os aturde, discurrió caóticamente pero con cierto tono jocoso. La resistencia, que al fin y al cabo no es otra cosa lo que llamamos vida, llegó hasta aquí. No tener fuerzas ni ganas de seguir ni apreciar estímulo alguno deben ser los signos del fin. Nos han hablado tanto de la muerte sin precisión, han pronunciado tal infinidad de discursos y sermones baldíos sobre el acontecimiento, se la ha puesto rostro ajeno cuando no tiene otro sino el propio de cada uno, que no nos parecía real nunca. Solo hemos construído miedo y exhibido fragilidad, tibias defensas ante lo ineludible. Pero esto por lo que paso ahora, caviló con menos vigor, es lo auténtico. Estos momentos de estertor son también testigos de mi identidad. 

El hombre empequeñecía y cada vez se distanciaba más de las presencias. Uno de los acompañantes dijo: no cerréis las contraventanas; mientras sea de día que entre la luz. Él tiene derecho a la luz hasta que la niegue. El hombre tendido lo captó. Así que en esto consistía el adiós. En negar la luz, en rechazar el aire, en extraviar los sentidos Acaso también en inhabilitar el pensamiento y ceder al olvido. 

El moribundo apenas sentía interés por los que le rodeaban. Aún era consciente de ello. Toda la gente con la que he vivido, de manera sincera o convencional, me resulta ahora ajena. No digo que les rechace, sino que van dejando de estar para mí, pues sus imágenes se han ido apagando y las voces no concuerdan con sus presencias. He vivido la vida como si fuera una eternidad. Activo, enérgico, incluso implacable. Una carrera contra el tiempo y contra lo que llamamos ridículamente destino y que no sabemos cualificar. Años de levedad o años de afectación, sentía el cuerpo en crisis y me recuperaba. Concluía eufórico: siempre puedo con la adversidad. ¿Cuándo empecé a pensar en la muerte? Porque la muerte, cuando eres niño es algo que solo se da en los relatos o en el cine, y de tal manera que aquella ficción la trasladas a tu existencia y el acontecimiento, la muerte, la consideras a tu vez ficción. Salvo cuando un compañero escolar se iba por una meningitis o tus abuelos la palmaban sin saber por qué, y tú mismo te decías: por ser viejos. 

Así que esto está siendo morir. Recordar, repasar, reparar en los detalles que se van diluyendo. Hasta para morir hay que hacer intención y un esfuerzo. Porque abandonarse para siempre exige un último esfuerzo. El de no querer ni poder seguir. Sin elección.





(Hombre moribundo. Gustave Courbet. Musée d'Orsay, Paris)

32 comentarios:

  1. No deja de ser curioso que se piensa mucho más en la muerte de joven, que de mayor, y muy poco ya cuando se es viejo, supongo que como autodefensa ante el hecho irreversible de la muerte.
    No sé exactamente porque en leer el texto me ha venido a la cabeza un poema de Rimbaud:

    EL DURMIENTE DEL VALLE

    Es un agujero de verdor donde canta una ribera
    pegado locamente a las hierbas de harapos
    de plata, donde el sol, de la orgullosa montaña
    resplandece: es un pequeño valle que alumbran los rayos.

    Un soldado joven, boca abierta, yace desnudo,
    y la nuca bañándose en el fresco creciente azul,
    duerme, está extendido en la hierba, bajo el cielo,
    pálido en su lecho verde donde la luz llueve.

    Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como
    sonreiría un niño enfermo, duerme:
    Naturaleza, acúnalo calurosamente: tiene frío.

    Los perfumes no hacen estremecer su nariz;
    Duerme al sol, la mano sobre su pecho
    Tranquilo. Tiene dos agujeros rojos en el lado derecho.

    Jean Artur Rimbaud

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    1. Muy rimbaudiano el poema. El romanticismo y el simbolismo eran causa y efecto de muchos poetas, si además morían jóvenes como este el pensamiento recurrente de la muerte -tal vez como exhibición que como convencimiento- dominaba. No sé por qué se ha instalado más en el imaginario popular, y ahí lo tenemos en vigor, la idea de que romanticismo significa romance amoroso, pasión amorosa, ¿tal vez porque las pulsiones amor y muerte vertebran nuestro pensamiento y nuestras emociones desde siempre?

      Pienso más bien al contrario, que pensar en el fin es más propio de la edad que avanza. El joven vive al margen de la muerte, salvo que viva en un ámbito bélico o violento, como grandes zonas del mundo. De todos modos es un tema que la gente toma como tabú y mejor no meneallo, no gusta hablar de ello, es como si sacar el asunto diera a entender que es un morboso el que lo saca, o un timorato, o un obseso. Pero en petit comité a ciertas edades ya se plantea, ya. Va habiendo tantos del entorno que no están...

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    2. De hecho me refería a mí al decir esto de la muerte. De joven me tenía obsesionado, y a medida que me he hecho mayor ha ido menguando esta obsesión. Quizás en esto me parezco a mi padre que con 90 años hacía aún planes de futuro a largo plazo. Murió con 98.
      Lo más fascinante de Rimbaud es que con 20 años tenia escrita toda su obra, a partir de ahí, digamos que se apartó del romanticismo derivando hacia otros derroteros menos recomendables.

      Saludos y recuerdos para Anja, no sea que se nos enfade.

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    3. Cierto, cierto, pobre Anja (y Vera), con lo poderosas que son.
      Yo matizaría que a edades avanzadas obsesiona más la enfermedad, las desgracias, la merma, la pérdida de seres queridos. Mi padre llegó a los 95, y su proceso final fue de una entereza de castellano viejo.

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  2. El otro día me dijo un amigo con un 3 % de probalilidades de superar un cáncer grado cuatro y que sobrevivió, que ha tenido dos sueños. Una en el que estaba en al sala de espera de la quimio y que le enviaban a un pasillo. Alguien le preguntó qué hace aquí. Y él respodía...espero a la muerte. Hace poco, ya superado el canccer, si bien con contoles anuales, su sueño era tan curioso como el anterior. Estaba él y su oncólogo ambos estirados en sendas camillas, el médico le día...bueno tenemso veinte minutos para hacer tu duelo. No hablaban y estaban a oscuras casi, ambos en las camillas. Al rato le decía...mira, ya pasó tu tiempo de duelo, yo tengo pacientes que atender, y le dejaba solo.

    Eso debe ser lo más parecido a saber que te mueres. Creo. Pero me fascinó cómo narras el declinar implacable e imparable de un terminal. Un abrazo

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    1. Los sueños son el otro pensamiento, como parte de ese otro yo, cumplen la función desintoxicadora que cumplen, y alabado sea, pero no hay que hacer esoterismos con ellos. Los sueños no revelan nada especial, por mucho que en la Biblia se les otorgue casi un poder tautológico, que mira que no se habla de sueños en aquellos libros, simplemente interpretan desde otro ángulo nuestras fijaciones, obsesiones, preocupaciones. Es lógico, pero sin el lado del pensamiento consciente los sueños no se darían, son complementarios con nuestra percepción consciente. A todos nos ha pasado que cuando hemos vivido situaciones de alta tensión -enfermedad o relaciones o problemas de trabajo o económicos u otra causa- los sueños se vuelcan a tratar a su manera nuestras ansiedades. Lo más parecido a saber que uno se muere de verdad, eso de estar en las últimas, no sé si es posible relatarlo sin pasar la experiencia. Y después...ya no hay posibilidad. Esta maldita muerte, que nos impide escribir la experiencia, es para enfadarse con ella.

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  3. Me está costando mucho comentar tu blog, Fackel, algo me bloquea.
    Me gusta la forma en que has desarrollado esos momentos últimos, al mismo tiempo me has recordado cuando estuve en el lecho de mi abuela en sus últimos cinco días.

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    1. Creo haber hecho ficción en otras ocasiones del final, se presta a fantasías, pero el juego tiene sustancia: es un modo de conjurar el fenómeno, de quitar hierro, de no ceder a lo obsesivo del miedo.

      (Lo de comentar, ve la manera de desbloquearte)

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    2. (Parece que solo fue una racha).
      Mi abuela al final de si vida la tenían tan drogada que estaba en un constante delirio, hablo de todo, su vida en cinco días y dentro de todo su dolor se puso felíz cuando dijo que su marido ya había ido por ella.

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    3. Creo que en tales circunstancias cada cual tendrá -tendremos- que montarnos el cuadro mental más propicio para afrontar el evento.

      (Por cierto, hoy me despierto que una noticias que me llega del fallecimiento de un amigo de juventud, otro más; creo que vamos quedando los malos y perversos; ya sabes y recordando las vivencias conjuntas llevo toda la mañana)

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  4. Es lo que tiene tener años y ver como de tu entorno ya no queda mucha gente, estoy en casi primera linea de salida para ir al otro barrio, pienso en la muerte, incluso hay veces que pienso de más, pero hay que seguir viviendo y haciendo previsiones aunque sea a corto plazo, hay que aprovechar el tiempo que te queda.
    Saludos

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    1. Por supuesto, siquiera porque ya que vivir fue un don -si hemos conseguido vivir con ciertas garantías y satisfacciones, pues hay quien no las tiene- y no hay otra opción ni alternativa ni recambio, sigamos en la medida de lo posible siendo algo estoicos, muy epicúreos y enormemente escépticos. Pues aún cosas veremos (dentro y fuera de nosotros)

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  5. Yo no sé bien si es fruto de mi sensatez o de mi insensatez, pero prefiero tener bien asumida la idea de que me estoy muriendo. Y no tiene remedio. ¿Alguien, aparte de Eduard. Punset (rip), cree también que no está demostrado que sea así? Y esa idea asumida no comporta fijación mental, ni obsesión. Simplemente, es una realidad que fluye. El tres de marzo de 2011, la ciencia me ofreció la oportunidad de llegar a la tercera edad. Ahora los recuerdos son importantes, como lo son las rectificaciones y los balances. Mi mayor deseo: Que nadie sufra por mí, lo que yo he sufrido en las cuatro muertes en las que me ha toca estar presente. ¡Celebremos la vida!!

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    1. Punset tendría sus estrategias y sus estratagemas para desafiar el pensamiento recurrente del fin. Tienes razón plena: es una realidad que fluye, y las aguas, añadiría yo, no van para atrás sino que nos precipitan cada vez más y en cualquier momento nos despeñan. Procuremos ser barqueros y embarcados, y ya se verá llegado el punto inflexible de qué y cómo seremos capaces, pero no lo relataremos.

      Pues mira, esa idea, o mejor dicho, esa experiencia de padecer por las muertes ajenas pero próximas es de verdadero dolor. Mi madre vio caer a muchos hermanos y a los padres, en diferentes décadas, y le marcaron mucho tales pérdidas.

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  6. Hermosa reflexión sobre la muerte. Por eso mismo, quien asiste a la muerte de otro debe procurar un bien morir: cuidar las palabras, las caricias, los silencios. Acompañar en la muerte es todo un arte en el que sí deberíamos mejorar. Lo otro, morirse uno, solo toca una vez en la vida y no permite práctica previa.

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    1. O nadie muere por ti (en ese sentido)

      Supongo que sabrás de un viejo dicho castellano, hoy en desuso salvo en zonas rurales y con gente mayor, de desear "que tenga una hora breve", refiriéndose a morir. Me admira la sabiduría popular de antes de los facebooks y adláteres.

      Cuidar el entorno de un moribundo, y no sabiendo previamente cómo hacerlo, desata en uno la improvisación, los sentimientos, las habilidades...porque el humano potencialmente posee todo, solo tiene que aplicarlo con sensibilidad y destreza.

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    2. Y qué poco practicamos esas artes.

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    3. Ciertamente, pero alguna vez lo hemos hecho, ya muy mayores. Por cierto, el dicho que te he comunicado creo que era "que tenga una hora corta", que es parecido a breve pero suena más contundente y doméstica.

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  7. Pelin desconsiderado, aunque original, el que le criticaba en su lecho de muerte. La originalidad no es un valor en sí misma; hsy buena y mala como entodo.
    Sin duda el moribundo tomará nota de ello y cuando tenga poderes de ultratumba se lo hará pagar.
    Parece un relato bien ajustado a nuestra lógica.
    Sin embargo , se acaba cuando viene lo mejor, después de traspasar el umbral; y no me digas que no hay nada, que he visto por los comentarios que es ficcion.
    Con esa segunda parte que te queda por escribir, podías haber participado en el reto de campirela de la puerta del cielo, que sin duda es el que te ha urgido a escribir esto.
    Abrazoo fackel

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    1. Pues no, ni idea, nada ni nadie me ha urgido salvo mis propias obsesiones. Además no soy de participar en convocatorias fijadas y fijas, qué se le va a hacer.

      En el entorno del moribundo siempre hay comentarios de todos los gustos e insensateces. Si los poderes de ultratumba existieran el mundo habría cambiado de base, siquiera por el peso de la cordura que se supondría ponerse a salvo en otro espacio. Pero a eso llamado el otro lado nada se ve, simplemente porque no hay ya mirada.

      Hombre, y por fingir que no quede, tal vez una segunda vuelta post mortem se pueda relatar, aunque mis principios me limitan incluso para la fantasía. Pero quién sabe, acaso lo intente, ¿o ya lo he intentado y realizado antes? Puede.

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  8. Això és el que més m'ha colpit: "dicen que los agónicos lo oyen todo". I els altres ignorant-ho.

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  9. Um texto interessante...o que é a morte exactamente? Quando somos crianças, não entendemos o que é; quando crescemos, tomamos consciência de que afinal não somos eternos. Há quem se agarre à vida tenazmente, há quem desista. A minha Mãe simplesmente desistiu e morreu calmamente, vai fazer este mês 13 anos. Não gosto muito de falar sobre a morte, ela morreu 3 dias antes do meu aniversário.
    Mas é um texto interessante, levanta questões pertinentes.
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Es un fenómeno, o como dicen otros un no-fenómeno, pues solo depara la nada después, que hay que asumir cuando pasamos la experiencia de ver irse a personas de nuestro entorno. A veces sufrimos más de lo debido por el valor simbólico que damos a las cosas: a los recuerdos, a las fechas, a los objetos, etc. El tema es ineludible y es curiosa nuestra visión cambiante a lo largo de la vida. De ignorar la muerte a sentirnos por la edad más abocados a ella. Gracias, Marta, calma.

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  10. Para algunos morirse es tan largo y difícil, mientras que para otros es apenas un parpadeo.
    Siempre nos cuesta más a quienes no nos quedamos en el camino, mirar atrás y ver a aquellos que ya no nos siguen no siempre resulta fácil.

    Saludos,
    J.

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    1. Lo peor son los procesos de sufrimiento que además no se pueden superar. En todas las familias habrá casos con determinadas y opuestas circunstancias, pero la situación más dolorosa es la de ver padecer a alguien. Y pensar que todo es un problema de condición natural y biológica en la que cada uno se manifiesta de manera diferente...

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  11. Cuando empezamos a aceptarla empezamos a morir... Por eso, como comentaban ahí arriba, de joven le damos muchas vueltas y al final, pues eso, la vamos aceptando.. qué remedio, ¿verdad?

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    1. Nada que añadir, tal como cuentas. Luego, se podría matizar o diversificar opiniones, pero por regla general es tal cual.

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  12. Precioso texto sobre la muerte. De la muerte se habla muy poco sigue siendo un tema tabú lo que no nos damos cuenta que morirse también es parte de la vida.

    Un placer leerte, Fackel. Te deseo una magnifica semana.

    Un abrazo.

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    1. En efecto, es tan tabú -acaso el tema más tabú de todos- que mucha gente ni entra a comentar, ni piensa en ella, desecha cualquier clase de pensamiento de tánatos, en fin como si evitar pensamiento o indagación o diálogo implicara que te vas a morir al instante. Pero el miedo está ahí y la iconografía tradicional ya se ha encargado de influir en la visión más oscura. Buena para ti también, Rita.

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  13. La muerte es un estado de la mente como son muchas de las cosas de la vida. Vivo y estoy viva. No me gusta arruinarme el dia

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    1. Morir en vida no es saludable. Morir cuando hay que morir, en su totalidad, es una consecuencia inevitable. Mientras vivamos, sintamos la riqueza de la propia existencia (si se puede)

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