sábado, 26 de febrero de 2022

La mascarada de Giacomo (Serie negra, 76)

 



Es probable que la vida no sea siempre un carnaval, pero tiene mucho de mascarada. Giacomo se lo dijo con desgana a la solícita y conventual hermana. ¿Incluso el amor, Giacomo?, y ella sonrió con agudeza irónica. Sin duda, querida mía. Tal vez esa sea la mayor mascarada de todas, pues a través de él tratamos de ocultar todas nuestras personalidades a nosotros mismos. Pero eso es práctico, dijo la mujer bendita mientras dibujaba cruces ora con su uña ora con los labios sobre el pecho velloso del otro. ¿Algo así como una personalidad propicia para conjurar todas las demás? Giacomo, que no deja de activar su pensamiento ni quiera cuando recibe ternuras, discurre a su modo. En cuanto que es algo que no se sabe muy bien qué es y que puede amoldarse a la idea que cada uno se haga del mismo, el amor resulta uno de los disfraces más eficientes para la vida ordinaria. Digo disfraz pero no digo engaño, pues engaño denota intención mientras que un revestimiento ocasional es un mero juego de adecuación a las circunstancias. La mujer entregada a sus votos celestiales no es ajena a la vida terrenal y dispone de un sabio criterio. Siempre me ha parecido que disfrazarse por unos días festivos no tiene mayor mérito, entre otras razones porque todos saben de qué va disfrazado cada cual. Y aunque todo el mundo se esfuerce por engalanarse con trajes caros y fastuosos o aparentar que pertenece a la clase social que el resto del año le está negada u opte por transformarse en la perfecta imagen del sexo opuesto, algo que, por cierto, muchos lo hacen con un realismo y deleite gratificante, no es nada en comparación con el virtuosismo del día a día en que la cara descubierta y el porte ya sugieren de por sí el verdadero embozo que encubre su alma. Giacomo asiente y se admira del razonamiento. Hermana de mi devoción, siempre me ha parecido usted de una perspicacia preñada de conocimiento sobre el bien y el mal de la humanidad. Y tú, el sempiterno hombre solitario y avezado que se busca a sí mismo en la experimentación del placer, aunque nunca llegues a encontrarte, le define la monja. Giacomo la corrige en un gesto manso de caridad. No crea, soy en tanto en cuanto lo intento. No persigo la mera obtención de los placeres que el azar puede poner en mi camino, sino que elijo. El prójimo me subyuga siendo como es, pero no deseo cambiarlo ni cargar con ningún afán de salvación. Ella, estimulada por el discurso compartido, se siente también liberada de la máscara cotidiana. Yo, en cambio, le confiesa, soy más metafísica, sin que renuncie al interés inmediato por la materia que tu cuerpo ofrece al mío.  




(Fotograma del filme Casanova, de Federico Fellini)

32 comentarios:

  1. Caramba, espero que sea hermana solo porque es monja. Curioso el tema del disfraz y el día a dia. Creo que persona significa en origen mascara

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    1. Así es, Joaquín, en latín máscara de actor, y también papel desempeñado en una sociedad, no anda lejos una representación de otra. Sí, ¿acaso no hay disfraces más adecuados que aquellos con los que nos revestimos día a día sin necesidad de recurrir a lo carnavalesco?

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  2. Qué hermosa lección le da al seductor. No hay nada como ser metafísico y carnal a la vez...

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    1. Lo has captado. No hay metafísica sin aceptar lo físico (Tá fisis)

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  3. "es un mero juego de adecuación a las circunstancias": sibilina definición del acto de disfrazarse...

    Saludos cordiales

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    1. Pues sí, más o menos, Luis Antonio. Y mira que se dan circunstancias...

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  4. Y sin embargo, la metafísica está más allá de la física.
    La metafísica no es cuantitativa, ni ofrece prebendas positivistas como lo hace la física. La metafísica es especulativa y sin bien predispuesta al error, aprende de la experiencia, y para el arte amatorio no valen los manuales numéricos ni el cálculo de probabilidades, sino lo no tangible e incontable, aquello que denominamos metafísico.
    Salut

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    1. En eso la entregada hermana de Giacomo parecía tenerlo claro, o al menos jugar a todas las bandas.

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  5. Efectivamente, el humano sintiente, va disfrazado todo el tiempo para enseñar una versión normalmente falseada de sí mismo y cuando llega la época del carnaval, algunos de ellos ( no todos ) sienten la necesidad de sustituir una máscara por otra.
    No estoy seguro si hay humanos que sientan la necesidad de quitarse cualquier máscara en algún momento festivo o no.

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    1. Tal vez incluso la conciencia queda a un lado. Tal vez sea el puro reflejo instintivo de la naturaleza humana la que se impone al convencionalismo cultural. Los mortales jugamos siempre al ataque/defensa. Vamos equipados de marca para protegernos y a la vez invadir al otro. (Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia)

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  6. Todos temos segredos...tentamos esconder a idade, o corpo, as ideias para fazer parte de um grupo... negamos quem somos e para quê?
    Interessante o tema como sempre...
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Hay un cierto grado de ocultación, sí. De disimulo, de simulación, de apariencia, de fingimiento. De todo un poco. ¿Quién nos conoce realmente? ¿La pareja, la familia, el vecino...?

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  7. En algunos casos llevan (llevamos) tanto tiempo usando máscaras que comienzan (comenzamos) a olvidar cuál de todas ellas era el rostro verdadero...

    Saludos,
    J.

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    1. ¿No te da en pensar en ocasiones si el rostro verdadero fue aquel de la inocencia infantil? Y sin embargo fue entonces cuando comenzamos a aprender las artimañas de la mascarada.

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  8. Rainer Maria Rilke
    Octava elegía de Duino

    "Con todos los ojos ve la criatura
    lo abierto. Sólo están nuestros ojos
    como invertidos, por entero puestos
    como trampas a su alrededor,
    y en torno a su libre salida.
    Lo que afuera es, lo sabemos tan sólo
    por un rostro de animal; pues ya al niño
    reciente lo volvemos y forzamos
    a que vea hacia atrás conformación,
    no lo abierto, que es tan profundo
    en cara de animal. Libre de muerte.
    A ella la vemos sólo nosotros:
    el animal libre tiene su ocaso
    siempre tras sí, y ante sí a Dios,
    y cuando va, va hacia la eternidad,
    del mismo modo en que van las fuentes.
    Nosotros jamás tenemos, ni un día,
    el puro espacio adelante, hacia el cual
    las flores se abren sin fin. Siempre es mundo y
    nunca ningún sitio sin no: lo puro,
    invigilado, lo que se respira y
    sin fin se sabe y no se ansía. En tanto
    niño uno se pierde en ello en calma
    y es sacudido. O aquél muere y lo es.
    Pues cerca de la muerte no se ve
    la muerte más, y se mira hacia fuera
    absorto, quizá con vasta mirada
    de animal. Los amantes, si el otro,
    que tapa la vista, no estuviera,
    están cerca de ello y asombrados…
    Como por descuido se abre para ellos
    tras el otro… Pero por sobre él
    nadie avanza, y vuelve a hacérsele mundo.
    Siempre vueltos hacia la creación, vemos
    sólo en ella el reflejo de lo libre,
    que oscurecemos. O que un animal,
    mudo, alce la vista, atravesándonos
    en calma. Esto se llama destino:
    estar enfrente y nada sino eso,
    y siempre enfrente.
    Si hubiera conciencia como la nuestra
    en el seguro animal, que en opuesta
    dirección se acerca: nos giraría
    con su paso. Mas su ser es para él
    infinito, inaprehendido y sin vista
    de su estado, puro, cual su horizonte.
    Y donde vemos futuro, él ve el todo,
    y a sí en el todo y salvado por siempre.
    Y hay con todo en el cálido animal
    alerta, el peso e inquietud de una gran
    melancolía. Pues también a él
    lo afecta siempre, lo que a menudo
    nos subyuga: el recuerdo, como si
    ya una vez aquello que se persigue
    hubiera sido más cercano y fiel,
    su contacto infinitamente tierno.
    Aquí todo es distancia, y era allá
    respiración. Después de la primera
    patria, ambigua es para él la otra y fútil.
    Oh dicha de la pequeña criatura,
    que queda en el seno en que maduró;
    dicha, oh, del mosquito, que aún brinca dentro,
    hasta en sus bodas: pues seno es todo.
    Y mira el ave a medias segura,
    que conoce casi a ambas por su origen,
    como si fuera ella un alma etrusca,
    de un muerto, al que un espacio acogió,
    mas con la quieta figura por tapa.
    Y qué atónito aquél, que ha de volar
    y proviene de un seno. De sí
    como asustado, surca estremecido
    el aire, como la raja una taza.
    Así hiende la huella del murciélago
    la porcelana del atardecer.
    Y nosotros: ¡espectadores, siempre,
    por doquier, vueltos al todo y jamás
    hacia fuera! Nos colma. Lo ordenamos.
    Se desintegra. Lo reordenamos
    y nos desintegramos a la vez.
    ¿Quién nos ha invertido de tal modo,
    que hagamos lo que hagamos, la postura
    adoptamos del que parte? Como él
    sobre la última colina, que todo
    su valle otra vez le muestra, se vuelve,
    se detiene y demora: así vivimos,
    y sin cesar jamás de despedirnos."


    El Poder de la Palabra
    epdlp.com

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    Al leer tu texto tan fascinante me he acordado de la "Octava Elegía de Duino" de Rilke.

    En la infancia no hay máscaras. El niño vive la vida sin disimulo y sin simulación. Con la llegada de la edad de la razón el niño aprende a ocultarse, a fingir, las normas de cortesía, la hipocresía. Aprende a usar diferentes rostros o máscaras. Son sutiles. Son imperceptibles, pero ahí están. Luego, en los Carnavales los disfraces son algo obvio. No hay sigilo. Todo està a la vista bajo el disfraz. Aunque en las verdaderas fiestas de disfraces la gente no sabe con quién está tratando. Se dan diálogos con desconocidos. Relaciones íntimas con desconocidos.

    Muy interesante reflexionar sobre las máscaras. Las de la vida cotidiana y las de los Carnavales.

    Interesante diálogo entre personajes tan opuestos. Giacomo y la monja.

    Gracias por compartir

    Un abrazo

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    1. Que poderoso el poema de Rainer Maria,

      Pues cerca de la muerte no se ve
      la muerte más, y se mira hacia fuera
      absorto, quizá con vasta mirada
      de animal...

      El animal nostálgico, perplejo, que a punto se sabe de abandonar su propio hábotat, se me ocurre.

      La primera máscara de la que tengo conciencia es la de aprender a mentir, ya de niño. Las circunstancias de los adultos me enseñaron el camino. Es una máscara que ya no se quita uno jamás. Luego, el mismo aprendizajes se va refinando y refinando y para eso están los convencionalismos sociales, culturales y lo que ahora se denomina el relato de la Historia.

      Tienes razón, en las verdaderas fiestas de disfraces, carnavales o no, se dan diálogos con desconocidos. Pero en los viajes, con la máscara facial habitual, ¿no sucede lo mismo? ¿No sucedía que nos abríamos en los desplazamientos de antes que duraban tantas horas?

      Sexualmente, parece ser que también hay diálogos puramente carnales -pero no menos de personalidad emocional- en lugares especiales, cuartos oscuros, orgías, etc. Nada nuevo. El teme requeriría sus matices, pero es otro espacio humano.

      Giacomo sabía mucho, corrió muchos riesgos también. Gracias por el poema de Rilke y por tu opinión, que sabe a poco.

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    2. Se me ocurre que hay infinidad de espacios donde los humanos llegan con máscaras y las circunstancias las arrojan fuera, por ejemplo en las trincheras.

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  9. En todo momento se va con la máscara puesta, solo somos actores de nuestra propia vida, una obra en la queremos dejar nuestra mejor impronta al ser recordados. En los jugueteos físicos eso se agudiza pues cuesta más mantener la máscara puesta.

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    1. En efecto, cuesta más, pero hay gente que sabe adaptarla, naturalmente a medio y no te digo largo plazo casi todas las máscaras han caído, al menos para las relaciones. A veces me pregunto cómo hay mujeres que en corta distancia no ven la máscara impositiva, agresiva y dura de cierto machos, y se dejan seducir con alto riesgo. Pero toco un tema nada fácil de entender.

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    2. Es por la parte animalemocional que aun nos queda, que en las mujeres es mayor. Pero los hombres no vamos muy lejos eh... el especimen idiotizado masculino, tiene tela, eh.

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  10. "Digo disfraz pero no digo engaño": els actors, com els que es disfressen, tampoc enganyen, sinó que mostren el món al mateix temps que l'amaguen, com fan les metàfores.

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    1. Los actores desvelan más bien, al menos desde las tablas. Si luego, fuera del escenario, se ponen las máscaras del convencionalismo social es otro tema. Algunos (los he conocido) se comportaban en la vida cotidiana mezclando elementos teatrales con los convencionales.

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  11. Me da que la escena de la foto no es la misma que la del dialogo.
    Digo yo , que la gente que se disfraza, deberia aprovechar estos dias para ser ellos mismos, ahora que no los ve nadie.
    Como Putin (¿te puedes creer que he tenido que ponerlo 3 veces? Primero puton, luego putun, y al final...)
    Tampoco costaria mucho, cuando conocés a alguien nuevo, que por definicion no debe importarte mucho, ser completamente autentico. Si no le gusta... a otra cosa. Yo una vez lo intenté, y no se puede. Luego te interesa por slgo y ya estamos con la mascarada.
    Saludos

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    1. La foto está puesta por poner y por rendir homenaje a Fellini y a una película que me fascinó en su día (hace tiempo que no la veo)

      Para mí los carnavales pasan sin pena ni gloria, y además no tengo ganas de carnaval con la tragedia que está montada y que puede ser de órdago.

      Con uno nuevo -ni con viejo- somos auténticos, aunque ¿qué coño es eso de ser auténtico?, me pregunto últimamente. Pues he utilizado en el pasado mucho eso de la autenticidad en los coloquios; impresionaba mucho en mis tiempos juveniles, no veas. Ser auténtico puede ser fingir, si tu estilo es ese pues eres consecuente y autentico contigo mismo, ¿no? Siempre tendemos a elevar argumentos o esconder otros ante nuevos rostros en nuestras vidas. No buscamos otra autenticidad que sacar beneficio o utilidad de un conocimiento nuevo, de una persona nueva (o vieja, sol que esta acaso ya nos conoce de sobra)

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  12. Desde que comenzamos a tomar consciencia de nuestras vulnerabilidades comenzamos a enmascarar nos eligiendo, a veces, el disfraz que nos colocamos u, otras muchas,resignandonos al que nos dan. El tema es buscar ser aceptados intentando no ser dañados, reservandonos el derecho de poder quitarnos el disfraz en algún momento liberandonos de tensiones. El tema es que después de mucho ya no sabemos como es el rostro bajo la máscara. Siempre profunda tu narrativa. Un placer leerte

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    1. Pues lo entiendes muy bien, a mi modo de ver. Lo que creo es que sí sabemos cómo es el rostro: son varios rostros. ¿Será que somos más múltiples de lo que nos creemos pero la sociedad nos reduce? Con la edad uno sigue pensando en ello, pero ya sin angustias. Más bien con divertimento. Un abrazo.

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  13. La máscara nos parece una manera mezquina y torcida de engañar al mundo, pero resulta que somos máscara. Intentamos por todos los medios encajar en nuestro grupo social y simulamos, en este caso es la parte menos enmascarada, pero para seducir en el amor refinamos y enseñamos lo que más nos favorece y encandila al otro. Creo que la especie humana, como cualquier otra especie animal, nos valemos de signos muy sutiles, sea para cerrar un trato o para atraer la mirada enamorada. Creo que debe ser una ventaja evolutiva para salirnos con la nuestra. Hay que leer El regreso de Casanova de Arthur Shcnitzer para comprender lo muy destructiva que resulta llevar siempre la máscara, de vez en cuando hay que apartarla para dejar respirar nuestro verdadero rostro.

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    1. Qué bien lo has explicado, Marga. La máscara, al fin y al cabo, y en su sentido amplio es el soporte de la representación que nos implica en la vida.

      El regreso de Casanova, de Schnitzler, y en editorial Sirmio, fue la primera novela que leí de este autor tan capaz como olvidado hoy día. Me cameló. No sé si porque sus fuentes de conocimiento tenían que ver con la información proporcionada por su amigo Freud, pero describe unos personajes muy agudamente.

      Lo que es un placer es leer la Historia de mi vida, del citado Giacomo.

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    2. Por cierto, con aquella edición también descubrí a uno de los mejores traductores del alemán (y no solo del alemán) Miguel Sáenz. Solo con decir que es el traductor también del difícil y complejo Thomas Bernhard ya da idea de su talla.

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  14. El título me hizo pensar que se trataba del famoso Casanova. Lo que me confirmó el leer el texto.
    Me parece que la imagen acompaña bien al diálogo. Podría pensarse que algunas personalidades se ocultan como un disfraz, que no es visto como tal.
    Que tiene sentido que la conventual hermana rompa los votos supuestamente celestial. ¿Hay algo más celestial que algunos deseos terrenales?

    Saludos.

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    1. Pero Casanova es una excusa, como la foto, aunque también una inspiración, porque Casanova fue un tipo de gran experiencia vital en una época rompedora que siempre se nos ha contado mal, si se nos ha contado.

      Buena pregunta final. Los cielos o están en este mundo o no están.

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