domingo, 11 de abril de 2021

Der rufer, el voceador, allá en Berlín

 



Me lo cuenta Max a su retorno de Berlín. Paseábamos Victoria y yo por ese jardín inmenso que es el Tiergarten, y acabamos saliendo a la avenida que atraviesa el parque, dice, cuando nos llegó el eco de una voz larga. ¿Qué decía? Los de aquí la conocen como el que llama, dijo ella. A mí se me ocurrió: yo le nombraría como el voceador. ¿Y por qué no el avisador?, corrigió rápidamente Victoria. ¿Reclama la atención de los transeúntes o pregona en el desierto? ¿Invita a alejarse o a llegar hasta él? ¿A tener en cuenta lo que dice o a poner oídos sordos porque vocifera en exceso? ¿A recapacitar sobre el pasado o a estar en guardia ante el porvenir?

Cuando está conmigo Victoria entra en el juego de las dudas que, en realidad es el de las posibilidades, señala Max. A mí de esta figura solo me gusta el tercio superior, la dije no sin cierto prejuicio. Ya quisiera tener la esbeltez del auriga de Delfos en el resto del cuerpo, con su peplos y su vestimenta estriada, expresando capacidad de control. Pero el aire clerical de esta estatua se me resiste. Tú siempre tan clásico, Max, saltó ella. ¿Es que no sabes que todo lo griego evolucionó? Además cualquier comparación suele ser injusta y sobre todo ineficaz. Por tiempos, por mentalidades y por intenciones diferentes, me corrigió. En este caso creo que la intención de Der rufer es francamente constructiva. Por una parte, es un hombre intemporal, o si quieres trans temporal, envuelto en una túnica sencilla. Por otra, en una urbe como esta, pisoteada en el pasado en su concepto de ciudadanía por el poder para hacerla capital de la encarnación del mal, bien vale que el hombre de bronce clame activo y exigente por algo que no debe repetirse. 

Ella siempre sabe templarme si ve que me desvío hacia mis interpretaciones tan subjetivas, y me centra de nuevo en lo existente. Cierto que la ubicación de la escultura, a dos pasos de la ostentosa y gigantesca puerta neoclásica, que la gente ha recordado más por siniestros desfiles que por la apertura a un nuevo urbanismo, es adecuada. Fuese idea de Gerhard Marcks, el escultor, o de los patrocinadores, esta obra incorpora una cita del poeta Petrarca: "Yo voy por el mundo y grito: Paz, Paz, Paz". Hay algo de desconsuelo en ese gesto inquieto del hombre que clama, dijo Victoria con agudeza, ¿no crees? Observa, la interrumpí, cómo al otro lado de la amplia avenida, con nombre también significativo, el ángel sobre Berlín nos contempla. Y ella: ¿Lo dices así por el filme de Wim Wenders, peliculero? Pues mira, no es un ángel precisamente. Y no creo que esté pendiente de una pareja de paseantes. Es nada menos que Niké, e hizo una mueca con doble sentido. ¿Niké, como la diosa de Atenas?, dije estupefacto. Pero ella se abstrajo. 

Muchas veces me adelanta en las reflexiones. Con más enjundia y acierto que yo. ¿Te das cuenta de la cantidad de símbolos contradictorios que hay en la monumentalidad de esta ciudad? Una puerta representativa de la apertura de la nueva ciudad a finales del XVIII, pero que fue adulterada durante los peores años de dos dictaduras. En una ocasión con el paso de oca y en otra con el muro separador. Luego esa columna conmemorativa que canta a la victoria sobre naciones enemigas en lejanas guerras. Y como contraste una estatua humilde pidiendo Friede, paz. Todo ello en línea y en un trayecto no excesivo. ¿No representa en síntesis la historia de Berlín de los últimos siglos? Afirmé anonadado por su criterio y luego añadí: ¿a cuál de estos símbolos harán caso en el futuro? ¿Elegirán los cantos áureos o el chillido repetido de Der rufer para evitar que el lado negro de la historia vuelva a las andadas? Victoria, esta Victoria sin corona de laurel, me hizo un guiño: ¡premio! Buena pregunta. Pero mientras, añadió, que el voceador vocee: Paz, Paz, Paz, y sin embargo habría que pronunciar algunas palabras clave más. ¿Las cito? Yo entonces, compartiendo la intuición de la mujer dije: no hace falta. Están a la vista de todos. De todos los que quieran escuchar. Solo que lo importante no son tanto las palabras como los hechos.

Eso me contó mi amigo, a su vuelta de Berlín, donde se quedó aquella Victoria. ¿O era la Niké?



26 comentarios:

  1. Es que la puerta conmemorativa es un recurso escenográfico de primer orden que arranca de épocas remotas, como la romana: Arco de Tito, Arco de Constantino... Y a los regímenes totalitarios del siglo XX -tanto el fascista como el estalinista- les seguía yendo la marcha propagandística que ensalzara el poderío de la revolución o del imperio, que tanto da.
    Y sí, son pedazos de nuestra historia pasada. Otra cosa es la lectura que cada uno quiera darles.
    Un saludo, Fackel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que hace tiempo que no se levantan Puertas o Arcos de Triunfo, pero las que han sobrevivido dan buena cuenta de lo que ha sido la historia sufriente de los habitantes de la Tierra. Lecturas hay muchas. En Berlín hoy, afortunadamente, todo está muy reconvertido como enseñanza y turismo.

      Eliminar
  2. Todo lo estilizado suele ser de mi agrado estético

    ResponderEliminar
  3. Una escultura motivadora. Qué pregona importa poco. Tal vez con identificar la paz como única palabra palabra sea suficiente. Lo que importa es el dialogo con Victoria, o con quien sea, respecto a esa voz.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me haces pensar en qué vale más, si una escultura explícita o una que sugiere. En Der rufer creo que hay ambas posiciones: grita, sin duda, pero lo qué es objeto de la deducción del paseante, como en el caso de Max y la mujer. Buen día, Albada.

      Eliminar
  4. No soy de esculturas monumentales. No me van los arcos de triunfo, ni los Lenín gigantescos.
    Pero ya se sabe, para gustos, los colores.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Ni siquiera de la Antigüedad, que hoy consideramos obras de arte?

      Eliminar
    2. Ni siquiera, aprecio lo pequeño y racional, lo poco grandilocuente, lo esquemático... todo lo demás me asusta.
      Un abrazo
      Salut

      Eliminar
  5. Sobrevalorada Berlín, su islas de los museos y la facultad Humboldt por encima de todas las cosas

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y a mí que siempre me hace pensar en el pasado...

      Eliminar
  6. Hubo un tiempo para los voceadores. Hubo otro tiempo para los charlatanes de feria que hacían de sus cuerdas vocales un instrumento de una palabra entonces desconocida: el marketing.
    Hubo otro tiempo para la voz de los estadistas; de hermosa oratoria y retóricas bien construidas.
    Luego llegó el tiempo de los vendedores de humo, políticos de oficio e ignorantes de casi todo. Y con ellos llegaron los bocazas. Ocupan eso que algunos denominan "opinión pública". Los ves repetir sus argumentos de cartón piedra, bien acompañados de sus coristas: los tertulianos televisivos.
    Ya no nos salvan, ni dioses ni demonios. Estamos condenados.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una descripción muy precisa, incluso quedan por citar los falsos profetas, pero creo que hoy es un tiempo mixtificado donde cabe de todo. Y lo último de lo último: los pillos, los viejos pícaros que juegan a mandar y a cobrar, de los que sospecho que les guía más la prebenda y el sueldo que el afán de contribuir al bien público desde sus cargos. Te paso un enlace de un bloguero iconoclasta como pocos al que si algún día pudieran lo fusilarían:

      http://lowon.blogspot.com/

      Yo me río mucho con la agudeza descarnada del autor. Pero a ver quién es el santo que dice que no tiene razón.

      Eliminar
    2. Otro inmisericorde con los que nos vemos obligados a cuidar nuestra vista. Puta manía de escribir sin párrafos y con una letra microscópica.

      Eliminar
    3. Ejercicios de estilo, supongo.

      Eliminar
  7. Estoy con Victoria hay algo de desconsuelo en ir gritando paz. De hecho labrada en piedra, es una palabra que puede alcanzar la eternidad, y sin embargo ni tan siquiera rozar el corazón de quienes la ven escrita.
    Imagino que la escultura Der rufer pasará más o menos desapercibida. Creo que estamos en un momento en el que el morbo belicista, está más vivo que nunca. Hay a quien le encanta el ruido de los tambores, y aún resuenan.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "...labrada en piedra, es una palabra que puede alcanzar la eternidad, y sin embargo ni tan siquiera rozar el corazón de quienes la ven escrita". Me temo que suele ocurrir con lo lapidario.

      No pasa desapercibida, está en medio de una mediana, pero desde los automóviles no es el mejor mirador para contemplar con detalle el significado de una escultura, y eso que es alta y se eleva sobre un pedestal. Te doy la razón, hay un morbo belicista, no lo ha dejado de haber nunca. La partida de ajedrez, cada vez menos disimulada, enfrenta a contendientes en un tanteo de guerra fría o de algo más. No sé lo que veremos. Calma en la noche.

      Eliminar
  8. No la he visto. Considero que la colocación en la mediana, ahoga el grito de quien grite, y aunque esté elevado sobre un pedestal, el humo de los coches contaminantes ensordece también, pero sobre todo dificulta que se puedan ver las palabras que pronuncia. Seguro que los habituales conductores de la ciudad, lo saben de sobra, y no necesitan ni mirar. El grito, entonces, querría llegar mas lejos, y ser escuchado por cuantos visiten la ciudad y recuerden su historia. Entonces cualquier rincón del parque, por donde haya que pasar paseando, sería -tal vez-,una ubicación más adecuada.
    De todos modos el diálogo de Max y Victoria, con sus matices culturales, ayudan a encajar, al "voceador" en la ciudad en que la humanidad sufrió tanto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Sabes lo que pienso, José Manuel? Que estamos todos sordos, ciegos y cada vez más mudos. Salvo para la estupidez, que es lo que se lleva en ciertas instancias y da la impresión que arrastra cual flautista de Hameln a las masas. Pero lo dejo ahí, nos llevaría a una prospección pesimista y poco alentadora. Tal vez la conversación de los viandantes se reemprenda en otra circunstancia y ante otro símbolo. Un abrazo y buenas noches.

      Eliminar
    2. ... estamos todos sordos, ciegos y cada vez más mudos.
      Y también mancos y cojos.

      Eliminar
    3. Vamos, hechos un cromo.

      Eliminar

  9. La estatua es elegante y sencilla y muy simbólica. Un hombre que grita ya te sugiere mucho.

    Cuando conocí Berlín me pareció una ciudad muy triste y fría. Claro que en aquel tiempo,
    cualquier ciudad europea me parecía triste y solitaria, después del atardecer, viniendo de Buenos Aires, con mucha mas vida nocturna en aquel tiempo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y supongo que si entonces era RDA pues mucho más.

      Eliminar
  10. Fáckel:
    espero que las palabras del vocero no se las lleve el viento, sino que vuelen, revoloteen y se posen en todos los oídos, incluso en los más sordos.
    Salu2.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también lo espero. En ese sentido apruebo el símbolo de la escultura y el lugar desde el que nos llama con voz tronante (como un Zeus de paisano)

      Eliminar