lunes, 8 de febrero de 2021

La que reflexiona

 




En realidad, el abandono es el otro rostro del encuentro, pero no queremos verlo, dijo Annia Numeria. 

El atardecer era cálido. Los nenúfares tapizaban el estanque. Quien más o quien menos de nosotras salpicábamos el agua con los pies mientras escuchábamos a la dueña de la casa. Sí, afirmó nuestra amiga. Damos por hecho que algo que entra en nuestras vidas se va a quedar. Lo que estamos lejos de pensar al principio es que se va a quedar solamente por un tiempo. Que va a permanecer por unos meses o unos años. O incluso aunque se quede toda la vida, y habría que precisar qué entiende cada cual por vida, por su temporalidad, me refiero, no tiene el mismo valor. Porque todo se traduce en valor, eso dijo Annia Numeria. Valor de la disponibilidad de bienes o valor de un acompañamiento o valor para tomar una decisión. Yo ya no cumplo años, y Annia dejó a todas boquiabiertas; quiero decir que no me limito a cumplir año tras año, que no lo veo así, que aunque siga estando pendiente con sorpresa y agradecimiento de esa sucesión de los años, mi visión toma otra referencia; es decir, cumplo ya décadas. Y cuando tienes como referencia décadas, y ojalá los hados que me han favorecido se sigan apiadando de mí, la perspectiva que se le ofrece a una desde atrás se pretende más amplia, aunque los objetos en los que antes se había fijado mi vida se hayan reducido. Esa modificación de paisajes, el fin de tantas situaciones que me fueron provechosas y placenteras, la desaparición de familiares y amigos, incluso el sentido mismo que en su momento tuvieron unos y otros en mi existencia, todo lo que una vez hubo y me ha abandonado me sume en una paulatina tristeza. 

¿Qué tenía Annia Numeria que nos encandilaba a todas? El tono de la voz, prudente y suave, la dicción perfecta que por sí misma rememoraba la refinada educación, el modo en que enfocaba los acontecimientos sustanciales de la vida. Todo eso, sin duda. Pero también la libre disposición a hablar con modestia y desparpajo de sí misma.  Es muy embriagante la edad provecta hacia la que camino, dijo Annia Numeria, tan selectiva para los recuerdos, tan aceptadora para lo común de cada día, buscando rescatar sobre todo y ante todo los momentos de satisfacción del pasado, recordando muy de vez en cuando, por comparar más que por otra cosa, las circunstancias difíciles. A mí no me gusta rescatar las circunstancias adversas, en pocas ocasiones hablo de ellas, pero a veces lo hago porque un pensamiento repentino se precipita dentro de mí y se obstina en castigarme, y también es interesante considerar por qué se obstina, eso dijo Annia Numeria, pero no insisto en tales acontecimientos que, en tantas ocasiones fueron prolongados y fatales. Y no, no es que me abrume la extrema longitud que va adquiriendo mi vida, o solo me abruma cuando los males me hablan con su propiedad más innata, no me refiero a los males morales, que están ahí, latentes, turbándonos día tras día, a los que damos la espalda para no reconocer nuestras debilidades ni arriesgar nuestra posición. Hablo del mal del cuerpo, porque la enfermedad es la expresión que trasciende las conductas y por consiguiente el lenguaje verbal, el movimiento que desplaza los objetivos que nos dieron seguridad y confianza en nosotros mismos, y a través de esa clase de mal, ora lento y destructor, ora improvisado pero no más caritativo, sentimos inequívocamente cómo todo el cuerpo se va precipitando en su caída imparable. 

El discurso de Annia Numeria, con ser severo, era apacible. Sus reflexiones iban muy probablemente por delante de las nuestras. Ninguna osábamos interrumpirla. Las gentes que mueren alrededor de una, prosiguió, me inducen a repasar las vivencias que tuve con ellas, y a otorgar un valor a cualquier tipo de relación que mantuviera en el pasado. Esto ya lo vengo haciendo desde hace tiempo porque muchos de los que nos acompañaron han dejado de ser nombrados y respondidos, muchos ya no pueden observarnos ni corregirnos. Dentro de mí siento el escalofrío de las sensaciones opuestas y emergen los sentimientos más silenciados, prácticamente olvidados. Y de pronto me acecha la tentación de compadecer a esas personas que alguna vez estuvieron en mi vida, y cuando lo pienso, y Anna Numeria puso una sonrisa burlona para sí misma, como adoptando una actitud punible, me abochorno. En realidad no me compadezco de ellas, sino de mí, por haberlas perdido, e incluso antes de que murieran a varias ya las había perdido, y me avergüenzo íntimamente por no haber sabido llegar mejor a ellas, por no haberlas hecho partícipes de mayor compasión, o simplemente por no haberlas preguntado con suficiente sinceridad para saber más y por lo tanto apreciarlas más.

¿De qué me sirve ahora lamentar la desaparición de Fabio, el tribuno que pretendía acercarse a mí con sus sentimientos, que jamás volvió de una de aquellas incursiones a regiones bárbaras? ¿Por qué no supe con claridad de los sufrimientos de mi madre antes de llegar a esta ciudad, donde no tuvo tiempo de disfrutar? ¿Por qué no está mi  primer maestro, de quien no quise aprender lo más importante, a tener más generosidad y tolerancia con cada uno de los seres que pasaron por mi lado? ¿Por qué tuvieron que disolver los círculos de artistas que nos abrían la mente y nos proporcionaban objetivos más satisfactorios que las inclementes peleas de los negocios más ruines? Hasta la pérdida de mi esclavo más apreciado, al que debo tantas horas de escuchas atentas y consoladoras, me hace renegar de los dioses. ¿Comprendéis ahora por que decía que hallazgo y pérdida van de la mano?

No llegaba mucha brisa desde la costa, pero al menos el ocaso nos proporcionaba suavidad. La penumbra aportaba una cierta complicidad que nos hacía sentir mejor. Las esclavas, para sorpresa de algunas de nosotras, también participaban de aquellas meditaciones reveladoras de la dueña. Si hubiese comprendido más a cuantos he tratado, y aquí Annia Numeria se demoró, acaso no hubiera cometido errores, o estos se hubieran reducido. Ya sé que ahora se lleva bastante eso de decir que los errores enseñan, pero es una verdad a medias. Los errores desvían, lo no ejecutado con acierto desplaza, las incomprensiones encierran a los individuos en el redil de la intolerancia y dificulta el entendimiento y, por lo tanto, la feliz convivencia. No obstante se siguen cometiendo porque es parte de la condición humana. Si os cuento esto, y Annia giró la cabeza hacia todas nosotras, como si buscara en nuestros rostros una aprobación para ella misma, no es con vistas a enseñaros nada, pues mis pretensiones didácticas son nulas, sino solo para transmitiros que comparar actitudes y pensamientos que una tiene ahora con los que tuvo antes no deja de ser un juego divertido, que suscita una dosis de sarcasmo en mi interior. Al final acabo agotada por la impotencia. Esa sospecha creciente de que una tiene un tiempo muy justo, y saber que recorrí lugares y gocé de cuerpos y me reconforté en lecturas y fui acogida y bien tratada por vidas que ya no están aquí en nuestra presencia, me genera angustia. Pero ¿no es la angustia sino la fiebre que revela nuestra pequeñez y nos permite ver con claridad nuestras limitaciones?  

En ese instante el anochecer fue silencio. Julia Prócula, que estaba a mi lado, hizo entonces una observación. ¿Os dais cuenta? ¿Por qué estarán tan inquietos los perros, aunque no ladren?




 (Fresco de la Casa del Criptopórtico en Pompeya)

20 comentarios:

  1. Podría compartir esas reflexiones cuándo me pregunto por la ubicación de todo y todos los que pasaron por mi vida, especialmente la infantil/juvenil y me digo “ya no están”, “ya no son” aunque mi persona porte sin enterarse algo de ellos y de sus cargas, aunque sienta la infantil impotencia, aunque haya interpretado el arte de la transmisión, pero también ella dejará de estar y tampoco le importe nada de lo mundano. Luego lo más probable será que la realidad que nos transmitieron malamente exista porque ya dejaron de defenderla y ni siquiera les importa.
    Puestas así las cosas cada cual procure su inmediatez sin perjudicar las ajenas (que son aunque no lo parezcan las mismas) ni permitir que estas le perjudiquen a uno, ya que al final nada importará . De ese temor ancestral debieron surgir filosofías y religiones diversas acordes con la idiosincrasia climática. Supuestamente, la historia y la ciencia parece que lo corroboran por distintos vericuetos. Los ladridos de los perros también, ellos también pasan hambre y miedo en este teatrito falaz.

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    1. Y en ocasiones estos tienen actitudes premonitorias.

      Es inevitable ir asumiendo pérdidas y carearnos con nuestros propios pasados. Para no torturarnos.

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  2. Magnífico y singular Blog. Se lo mando a mi nieta que es una enamorada de este tipo de textos.

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    1. Muchas gracias por pasar, Enrique. Y por esa iniciativa con tu nieta. Saludo.

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  3. Annia, se nos a puesto melancólica con la edad. Esta claro que siempre nos queda la duda de sí pudimos haber actuado de otra manera.
    Aparte de incidir en algo que casi nunca tenemos en cuenta, todo lo que tiene un principio y tiene fin, empezando por la vida misma.
    Gran relato, como siempre. Un saludo.

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    1. El problema de la vida es que constantemente hay que ir eligiendo, seleccionando, decidiendo, y encima gracias si podemos hacerlo. Pero los aciertos y los errores se reparten en cada cual de manera alterna. Es condición humana y si se mira bien también resulta útil.

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  4. No sé si todo es más doloroso cuando sucede la tragedia en un momento apacible. Quizá ayude a ver las cosas que suceden con el sosiego necesario. Por eso deberíamos practicar más la tranquilidad para que lo que venga nos sorprenda en el mejor estado posible, pero qué difícil.

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    1. De acuerdo, pero qué difícil aportar tranquilidad al tipo de vida que llevamos en estas sociedades de urgencia y acción continua. Y sin embargo, se ve que todo depende del temple de cada uno.

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  5. Filosófico y hermoso texto. Annia Numeria sabe de la precariedad de la vida en toda su trama de errores, frustraciones, goces y efímeras alegría. ¿Qué pretende enseñar? Nada, sabe bien que cada vida empieza siempre limpia de experiencias y, tal como señala el refrán, nadie aprende en cabeza ajena. Esta es la única verdad. Su angustia en realidad es desamparo ante el final cercano, lejos de quienes compartió tiempo, amor y desconsuelos. Los perros se inquietan porque anticipan, un poco antes que los humanos, el suceso final.

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    1. Ciertamente las experiencias de otros -los consejos que nos daban los padres- son informaciones pero que aunque tomemos nota no acabamos de aprender de ellas. Queremos vivir nuestra realidad personal como si fuera la primera y única del mundo. Necesitamos ratificarnos tanto a través de aciertos como de errores, pasar nuestro propio proceso con todas las consecuencias. Y siempre nos quedamos sin resolver muchos enigmas sobre lo vivido. Y ahí que personas con las que convivimos, que nos aportaron tanto, también nos dejaron a deber. Acaso por nuestra culpa, por haber pasado de ellos, por no haberles prestado la atención que hubiéramos debido. Pensamientos que solo llegan con el tiempo que nos engulle.

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  6. Trato de vivir en vez de analizar. Si analizo mucho
    pierdo el encanto de los pensamientos. Fluir salir amar vivir
    El texto me pareció muy bueno
    brindis por la vida

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    1. Cada cual sabe. Analizar es una propiedad, una capacidad, propiciada por la vida. No tiene por qué ser incompatible. Si hay encanto en los pensamientos no se van a perder por ello. Los pensamientos, si fluyen, conducen a nuevos encantamientos. Pero puede que sean ocurrencias mías.

      Salud propiciatoria.

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  7. Magnífico relato. Un texto con muchas puertas abiertas a la reflexión.
    Y admirable tu percepción de la psicología femenina, bueno, mas bien, de la persona en general, en esa época de la vida.

    "el abandono es el otro rostro del encuentro", comienza la charla de la protagonista. Y me pregunto : por que el encuentro implica tanto?...
    El abandono podrá ser eso a veces, tal vez, muchas veces, pero no siempre, pienso.

    Sabes? me identifico bastante con la protagonista: Porque es triste pensar -a estas alturas de la vida- que ya no puedes corregir ni cambiar, cosas que piensas que has hecho mal o no tan bien. Porque se nos han ido marchando los padres, hermanos, amigos... Por que ya no podemos rectificar, lo que ahora sabemos que pudimos haber hecho mejor... Y también, por lo que pudo o puede significar el encuentro.

    Muy agradable leerte, siempre, F. Gracias.

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    1. El encuentro importa tanto porque el destino de cada hombre es la búsqueda. Su futuro no es otro que el camino.

      Ese párrafo tuyo del Sabes? es contundente. Hay un refrán castellano: tener vendida toda la cebada. Es aplicable a partir de cierta edad y tras unas experiencias que en quien más o en quien menos habrán sido enriquecedoras. Pero siempre hay puertas abiertas hasta el último día. Eso sí, con pérdidas.

      Gracias a ti.

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  8. Es gratificante leerte desdoblado en personajes capaces de pensar, analizar, filosofar, enseñar sin querer, y sentir que los momentos de la vida, 8los buenos y los menos buenos)han sido importantes.
    Pero además el pequeño dialogo con las personas que rodean a Annia, -antes y ahora-, al igual que con las personas jugamos, discutimos, nos enseñaron, y nos ayudaron a hacer un poco del camino, se habrán perdido los detalles, pero el recuerdo y los sentimientos no se pierde. Puede ser que en ocasiones nos asalte la nostalgia, pero no
    también eso nos recuerda que, aunque un poco mayores, seguimos compartiendo y estamos vivos. Sí, somos el resultado de lo que elegimos, escogimos y vivimos. Incluso, ser capaces de escribir unas líneas o de comentarlas, es, desconcertante e incomprensiblemente, un
    lujo vital, que nos ayuda a sentirnos caminantes. La condición humana es movernos, ir dejando, aprender y compartir hasta el momento de partir definitivamente. Enriquecedor cada minuto.
    Gracias Fackel.

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    1. El recuerdo y los sentimientos, que no dejan de ser sino el significado de la vida y con quienes hemos vivido y con quienes seguimos viviendo, son el tesoro que nadie nos puede arrebatar. La nostalgia es el mecanismo para mantener vivas imágenes y situaciones que fueron pasajeras. Que cada cual la utilice según sus necesidades y para paliar sus soledades. Rubrico lo que dices y nada debo añadir que antes no hayan dicho los personajes del cuento. En otro momento, otros personajes...

      Gracias por precisar.

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  9. Las reflexiones de Annia son de altura. Todo lo que vivimos está con nosotros y un día no está. La impermanencia nos acompaña. Eso es terrible. ¿Cómo prepararnos para la pérdida? Yo no lo sé, pero la felicidad está en gozar lo que tenemos y en saber decir adiós a lo que es impermanente. Los que se van, los que mueren, los que nos traicionan. Difícil tarea. Este texto me ha fascinado. Me lo guardo.

    Un abrazo enorne

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    1. Hay dos pérdidas: las de muchos del entorno, que caen antes, y la nuestra propia. ¿Por cuál de ellas sufrimos más?

      La vida es tan dispar. ¿Es el Universo o el Caos quien juega a los dados? (El Universo es el Caos)

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  10. Aparentemente hay 2 perdidas en cada ser que tuvimos cerca y ya no está, y nosotros a quienes en aquel momento se nos dio la oportunidad de ser o compartir con ellos. Pero, lo que ahora somos y tenemos aquí y ahora, por difícil que sea de explicar, son "ellos y nosotros" del ayer, que está en la consciencia y en la vida "presentes". ¿Quién inventó el pasado? ¿Quién el tiempo?
    ¡Nuestras carencias, limitaciones y engaños! Pero, somos más que carencias, más que limitaciones, más que engaños y ausencias...simplemente SOMOS.
    (Lo he vuelto a leer, porque el soliloquio de Annia, es casi actual).

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    1. Probablemente siempre somos -o están dentro de nosotros- los opuestos: somos limitados pero aspiramos, somos propensos a carencias pero también recogemos y a veces llenamos, somos engaño pero perseguimos algo de verdad, somos ausencia pero persistimos...seguimos estando y a ello lo llamamos ser.

      Me has inducido a leerlo yo también de nuevo. Y se me ocurre: si tuviera que escribir ese texto de nuevo, ¿cómo lo plantearía? No sé. De un día a otro, uno nunca es el mismo (ni piensa ni siente de manera idéntica, solo aproximada)

      Gracias por sugerirme pensamientos.

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