miércoles, 4 de noviembre de 2020

Cuentos indómitos. La rosa del desierto

 


"A veces, inmerso en sus libros, le venía a la cabeza la conciencia de todo lo que no sabía, de todo lo que no había leído y la serenidad con la que trabajaba se hacía trizas cuando caía en la cuenta del poco tiempo que tenía en la vida para leer tantas cosas, para aprender todo lo que tenía que saber".


John Williams, Stoner.



Ordóñez, ¿cree que alguien que no haya viajado puede escribir como si lo hubiera hecho? El juez la miró con sorpresa. ¿Era acaso él capaz de responder a aquella pregunta extraña, sobre un tema que apenas conocía? Lo digo, prosiguió la mujer, porque he hallado papeles en las carpetas de mi marido con descripción de lugares y personas que me recordaban libros de aventuras que leí hace mucho. Algunos escritos eran sueños, otros recuerdos, muy extraños todos, y cuya comprensión se me escapaba. Jacinta ocultó al juez la procedencia real de aquellos papeles. Ni siquiera ella misma estaba segura si correspondían al agrimensor, que se había guardado para sí Pallarés, o si eran fruto de alguna experiencia desconocida de este o de la imaginación febril que solía desatar en ciertas crisis de su vida. 

Mezclados y arrugados, sin un orden temporal aparente, Jacinta los había ido leyendo no una sino varias veces, sin entender si el autor se refería a hechos verídicos o se trataba de invenciones. Había oído contar a sus abuelos que a veces los hombres alientan fantasías y escriben y cuentan sobre ellas para sobrellevar las dificultades. O bien para hacer creer a otros que sus vidas no han estado vacías y que lo vivido humildemente también es una crónica útil para generaciones nuevas.  Aquellos pliegos escritos, unos a mano, otros con una underwood de letra machacada, ofrecían pequeñas historias sin vínculo a primera vista. Me gustaría que leyera alguno, Ordóñez, dijo la mujer mientras compartían un mate. El juez hizo un gesto de aceptación, extendió la mano. Los dedos de ambos se rozaron al tomar la hoja de papel, sin que ella acabara de soltarla ni él se decidiera al tomarlo, como si en aquel gesto de entrega quedará en suspenso una lectura que no precisaba de las letras. Mire, lea esto, insistió Jacinta, y dígame luego cómo debo entenderlo, si como el relato de un ser vivo que recuerda o como un soñador que se ve  privado de experiencias y viajes y los finge. Y el juez comenzó a leer.

"Cómo fue aquel acabar en un paraje agreste, donde no obstante lo accidentado del terreno dejó que se solazara el cuerpo del viajero, agotado este por el tránsito sin sentido, la tensión natural que no cedía nunca, las horas atropelladas, la mezcla de lenguas que solo las ciudades del desierto saben exponer y que todos los habitantes del oasis logran entenderlas, y entretenido en el inevitable ocio de la espera el joven mercader, aprendiz aún de las artes de los negocios cambiantes, se distraía obteniendo la belleza de las rosas del desierto, aquellas maclas expuestas a propósito por las corrientes desconocidas que el mundo mineral diseña para las ciudades subterráneas, rebuscando en ellas un principio que no lograba desentrañar, y al tacto cortante de aquel abigarramiento de pétalos, finos cristales de los que podría decirse que fueron paridos al unísono, destinados a mirarse entre sí, a multiplicarse como si se repitieran en idéntica medida y textura, y a la caricia arriesgada que el joven ejecutaba con sus dedos sobre las aristas ocres, era como si la rosa misma se conmoviera, él sentía el palpitar de la roca escondida, de las láminas de fuego que se protegen unas a otras, y desde la piedra misma partículas de arena gimoteaban incesantes a cada deslizamiento de unas yemas ásperas, curtidas por el sol y agrietadas por la temperatura hosca de las noches, y entre las uñas del hombre de paso se sedimentaba la sustancia lítica desprendida, fue en ese contacto con la rosa del desierto donde perdió su propia noción humana, y de las palmas de la mano fueron surgiendo trizas desprendidas, crecidas por una humedad oscura y áspera, las uñas laceradas y retráctiles, erosionadas por vientos oscuros, y al cerrar con lentitud el puño tuvo un latigazo de pavor, placentero por lo que tenía de misterio, doloroso porque temía no volver a ser como antes de perseguir las profundidades en su afán curioso, atormentado por buscar la fuente impenetrable que le acogiera cada vez que su desazón le agitara desesperadamente, y supo entonces que al proseguir el viaje, a cada ataque de fragilidad, él cerraría el puño, consciente de que contenía la rosa hallada, la materia aromática, y que la transportaba al atravesar las dunas, bamboleándose al paso oscilante del dromedario, rosa que se desplegaba entre su carne aceda aunque, como una brújula del instinto que habría de llevar a todos los confines de sus viajes, en realidad hubiese quedado oculta y apartada en aquel caravasar". 

Ordóñez, cuando terminó la lectura, que demoró para atender bien a lo que en el papel se decía, no levantó la vista de repente. Fue elevando sus ojos como si ascendiera por una escalera hasta el primer peldaño. La mujer no quiso presionarle, se levantó y fue hacia un extremo de la habitación. Ordóñez contempló entonces con lentitud y cálida mirada la espalda de Jacinta, su estructura firme pero grácil aún, admiró los pasos bailarines que la rejuvenecían, y creyó por un instante, sin saber por qué, que aquella mujer que tenía delante era la que salía del relato confuso que había acabado de leer.


 

 Fotografía de Karen Paulina Biswell

35 comentarios:

  1. Realidad y ficción se entremezclan, pero me da que este Juez Ordoñez va a iniciar un romance con Jacinta, sólo que por el bien de Jacinta espero que no la estruje como el joven mercader a esa rosa del desierto, que a la postre se convirtió en su brújula.

    Un abrazo, Fackel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no sé, el juez es precavido, pero en la historia del mercader si hay acuerdo mutuo ¿qué objetar? Las rosas del desierto se defienden con sus aristas cortantes, pero les gusta ser tomadas. Un abrazo.

      Eliminar
  2. Tiene cierto peligro confundir literatura con vida. Lo hizo Alonso Quijano y le salió caro.
    Sobre la cuestión inicial, si "alguien que no haya viajado puede escribir como si lo hubiera hecho", me ha recordado a Julio Verne quien sin salir de casa, en virtud de una serie de contratos firmados con editores, se dedicó a escribir un montón de novelas.
    Un saludo, Fackel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. También se dice eso de Salgari, creo, pletórico de aventuras él. Suplir vidas no vividas con escrituras ficticias siempre será más saludable que soportar la violencia interior de las propias pulsiones no resueltas.

      Eliminar
  3. A veces la realidad y el sueño se mezclan y no se sabe bien en qué porcentaje.

    El que no vive siempre puede imaginar que vive. Es un recurso muy útil.

    Me gusta cómo vas desarrollando la trama de esta serie.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En alguna medida nadie se libra de vivir imaginando. No todo lo que uno desea se toca, se alcanza, se dispone. Prueba de ello es que las series televisivas y películas tienen una amplia aceptación y seguimiento (las novelas también, pero ya sabes que en menor medida)

      ¿Has oído hablar de aquellos relatos ofrecidos por entregas en periódicos en el siglo XIX y parte del XX? Pues yo me imagino que este es uno de aquellos, hala. Puestos a imaginar...La imaginación sirve para justificarse, y no hace daño a nadie.

      Saludable noche.

      Eliminar
  4. Respuestas
    1. Muchas gracias por pasarte, y me parece bien tu impresión. Saludos.

      Eliminar
  5. Posiblemente se puedan escribir vivencias no "vividas", Cateyano señalaba a Julio Verne), pero nunca podrá hacerlo con la misma experiencia, y por tanto con la misma fidelidad, que si lo hubiera hecho Neil Armstrong.
    Todos sueñan con quien no dueren, quizá de ahí nuestras confusiones.
    salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero por hacer de abogado del diablo, o por llevar la contra, ¿cuántos de aquellos, escritores o gente corriente, no nos cuentan experiencias vividas pero que suelen estar desfiguradas, y más si ha transcurrido el tiempo? No sé, la frontera entre lo vivido y lo soñado es muy débil, aunque más para el placer que para el dolor.

      Vivamos pues, entre dos ríos.

      Eliminar
  6. Nada me gusta más que ese viaje que se inicia con la pantalla del procesador de textos en blanco y donde poco a poco, frase a frase, como si fueran retazos de paisaje, se va recorriendo un camino acompañado de Doña Imaginación, su prima la joven Fantasía y ver como discuten con Doña Memoria; esa vieja deliciosa que todo lo pinta con los colores de su paleta de imprecisiones.
    El resultado a veces, ofrece un relato que ni yo mismo soy capaz de clasificar. Quizás por eso tengo una etiqueta (tag) que dice "ficción o no"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sabias son tus palabras, Kalícrates, me adhiero al breve manifiesto que sintetizas en el primer párrafo.

      Yo, desde hace tiempo, prefiero ya no etiquetarme. Demasiadas etiquetas me pusieron y me puse en otros tiempos, total pa-ra-ké, que cantaba el poeta Zaid:

      CUERVOS

      Se oye una lengua muerta: paraké.
      Un portazo en la noche: para qué.
      Tienes razón: para qué.

      Hay diferencias de temperatura
      y sopla un leve para qué.

      Un silencio podrido
      atrae los paraqués.

      Parapeto asesino: para qué.
      Cerrojo del silencio: para qué.
      Graznidos carniceros: pa-ra-qué, pa-ra-qué.

      Un revólver vacía todos sus paraqués.
      Humea una taza negra de café.

      Eliminar
    2. No si yo no me etiqueto; lo que etiqueto (que no es otra cosa que clasificar, ordenar o depositar en...la cajita correspondiente) es lo que escribo. Ya se que hay por ahí una frase (que milagrosamente aún no han atribuído ni a Buda, ni a Gandhi, ni a a Voody Allen) que dice: "Eres lo que escribes" a lo cual contensto con los buenos modos que me caracterizan:
      —Y una mierda !!
      Solo hay una etiqueta que me interesa atribuirme: #vivo y no su contraria.
      Y que dure.

      Eliminar
    3. Eres lo que no sabes lo que eres, diría yo para cualquier humano. Lo demás son presunciones de presumidos, que parece que es lo que nos manifestamos desde la cuna.

      Y sí, vivo es la única certeza de momento, así a secas.

      Eliminar
  7. En todo lo que se escribe, creo que casi siempre hay algo propio o muy cercano. Tenemos imaginación para componer miles de situaciones y escenarios, pero se basan en algún principio vivido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estamos repletos, rodeados, rozados, sepultados incluso, por lo ajeno y lo propio adulterado por lo ajeno, uno no sabe qué es propio y la mayor certeza de lo propio se llama DOLOR (desgraciadamente) ¿Lo que pensamos? ¿Lo que se nos ocurre? ¿Las iniciativas? ¿Las propuestas? ¿Las ocurrencias? Etcétera, ¿qué hay de impregnados d lo que llega de fuera y qué de metabolismo interior? No son opuesto. Metabolizamos mentalmente como lo hacemos con las digestiones. Somos así e incluso aquello que nos parece que es nuestro, ¿no será herencia genética?, por ejemplo. No es por llevar la contraria a nadie, simplemente es por ampliar perspectiva de visión y no creernos los reyes del mambo ni en nuestras parcelas próximas, esas donde nos gusta exhibirnos. Y como decía antes: total, pa-ra-qué.

      (Me haces pensar en que los principios recibidos, por otras narraciones o experiencias que nos cuentan gente del entorno, nos calan de algún modo y a veces las prolongamos como si las viviéramos nosotros, aunque no escribiésemos sobre ellos. Tengo que reflexionar más sobre el tema, aunque no llegue a parte alguna)

      Gracias, Alfred.

      Eliminar

  8. Siempre excelente tu manera de narrar, aunque este último capítulo, se me haga críptico y no encuentre bien la relación con la parte ya narrada, de este cuento-novela que nos vienes ofreciendo tan pasito a pasito.

    Muy interesantes las opiniones-razones de anteriores comentaristas, sobre el proceso creativo del que escribe. Hay mucho para hablar sobre ello...

    Y por supuesto, claros y convincentes, tus razonamientos, con los que, en general, coincido.

    Muy feliz día, Fackel. Por la Vida. Por la normalidad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé, hay un cuento -es decir una expresión- de uno que no se sabe quien es y cuyo papel tiene la mujer y se lo ofrece al juez, y se desarrolla dentro del marco de una comida, la relación anda por ahí como podría arrastrarse por otra parte.

      Buen día para ti también. Puestos a brindar no voy a discutir, participo y vale, si funciona...La vida seguirá, normal o anormal, y los que sobrevivan en buenas condiciones darán gracias, los que no hayan sido rozados creerán que son elegidos y los que caigan en el combate, pues eso, que el ejército cuerpo que llevaban puesto les ha dejado en la estacada. A posteriori nos definiremos cada uno, pero seguro seguro que volveremos a ser como éramos. No entendemos de catarsis.

      Eliminar
  9. Probablemente se pueda escribir sobre viajes que no se han hecho, si se sabe algo sobre el lugar, y recurriendo a la imaginación para completar.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los viajes por el desierto, los oasis, las montañas de la luna y las ciudades enterradas siempre me sedujeron. Una vez pasé un par de noches en un caravasar. Pero no es obligatorio creerme.

      Eliminar
    2. Te creo ¿por qué iba a dudar?. Esos viajes que comentas me parecen muy seductores. Yo quise estudiar arqueología clásica como especialidad de la carrera de Historia, pero mis padres me convencieron de que no tenía salida y les hice caso. He viajado a sitios que me parecen interesantes, todo lo que he podido, y aún así, sigo pensando que fue una lástima no haber estudiado lo que quería, sobre todo por los viajes que no hice y que difícilmente haré.

      Eliminar
    3. Pues es una pena que no te decidieras por la arqueología. No voy a decirte lo contrario. Además las investigaciones de hoy día no son como las de Schlieman o Carter precisamente. Ahora es muy multidisciplinar el trabajo de esta ciencia y con mucha técnica de por medio. Y se están consiguiendo avanzar mucho, desenterrar mucho, ir comprendiendo poco a poco pero cada vez más. Y saber que ha habido tantas culturas y civilizaciones detrás nuestra de las que sabemos poco aún es un incentivo. Pero estamos aquí por ellas. Si no fuese por la arqueología no sabríamos nada de Mesopotamia y el Levante, por ejemplo, donde se acunaron las primeras ciudades estado y los primeros imperios. Por aplastamiento cultural de otras culturas dominantes y la influencia de la religión judeocristiana los últimos dos mil años han sido ocultados, hasta que por las vastas regiones de Turquía, Irak, Siria, Palestina, Líbano o Irán fueron cayendo desde el XIX los arqueólogos europeos. Cosas de las que uno se va enterando ahora.

      Eliminar
    4. He recordado de pronto que una vez escribí algo sobre un arqueólogo en otro de mis blogs:

      https://ladameauchien.blogspot.com/search?q=arque%C3%B3logo

      Ya no sé de que va, me lo leo yo también de nuevo, jaj.

      Eliminar
    5. Es un relato curioso, me ha gustado.

      Eliminar
    6. Ocurrencias. Gracias y buen día, con sol, mejor.

      Eliminar
  10. Hay literatura que puede confundirse con la vida. Al final, en ellas, el desierto, personal o literario, nos permite que eclosionen rosas, que abriguen, en parte, la existencia.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Será que la literatura es vida y la vida es narración? Gracias a ese abrigo que mencionas sigue habiendo vida y sentido. Salutem.

      Eliminar
  11. Cuando disfruto leyendo, no me entretengo en pensar que habrá de real o qué habrá de imaginario. ¿Quién lo puede saber?
    He disfrutado en la descripción que haces de la rosa del desierto. Única y bella como lo es cada rosa.
    Y espero seguir disfrutando esa "lectura que no precisaba de las letras" entre Ordóñez
    y Jacinta jeje

    Buen descanso Fackel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buena observación, Ángela, y aunque tenga en pensar que esto es imaginario y lo otro no, ¿qué importa si nos seduce e incluso embauca? ¿Para qué serviría distinguir si la vida es análoga a la novela?

      A las rosas hay que tratarlas con mimo, son delicadas y tienen que estar en su jardín.

      Veremos si los personajes nos deparan algo o son puente de otros. Buen alba.

      Eliminar
  12. Escribir sobre un paisaje que jamás se ha visto es algo propio de los buenos escritores. La imaginación prodigiosa trasciende las cuatro paredes. El texto es precioso y no hace falta que se haya percibido con los sentidos físicos para describir las sensaciones que relata. La literatura tiene tal naturaleza que no es necesario desplazar nuestro cuerpo del escritorio para crear un universo. Que se lo digan a Dante, a Lovecraft, a Kafka, a Elena Garro o a Ana María Matute.

    Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nada puedo añadir, lo expresas hasta con ejemplos ilustres. Claro que el tema daría para precisar y contar experiencias, pero eso te lo apuntas para alguno de esos encuentros que lleváis a cabo desde la ACEC con gente que sabe exponer. Un abrazo.

      Eliminar
  13. Hay personajes literarios que no se resignan a vivir en las páginas de un libro. Actitud muy humana, por cierto.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y que salen de las páginas y cabalgan por el mundo. Aunque algunos piensan que es a la inversa, que del mundo y de la vida han pasado al texto escrito, pero creo que Cervantes y su hidalgo iban más bien por lo primero. Salud, Luis Antonio.

      Eliminar
  14. Tan valioso como imaginar lugares que no se han visitado y situaciones que no se han vivido, es poder contarlas con la magia y el encanto con que se logra atrapar al lector para que disfrute ese mismo recorrido. Tú lo logras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uf, qué cosas tienes, si lo único que hago es soñar.

      Eliminar