jueves, 3 de octubre de 2019

Naida. Contemplando la ciudad desde aquí arriba




Subir las cuestas y contemplar la ciudad desde la altura es siempre un ejercicio reflexivo. Naida ama su ciudad pero, como todo el que se encariña con lo propio, es también sensible a lo que no le gusta de ella. Habla más templada mientras acaricia los arbustos de las laderas y arranca sus frutos de otoño. Empiezo a vivir entre dos mundos, el que conozco de siempre y el que tú me transmites y yo potencio con mi imaginación. ¿Con cual me quedo? Nunca me ha gustado verme obligada a elegir, no sé si porque antes no tuve muchas opciones de hacerlo o porque no había mucho con lo que quedarme. No, tú no tienes la culpa de nada, me das a conocer formas de vida y de pensamiento de tu país y a mí me viene bien, me hace soñar. No es la única división a la que me veo abocada. Me persigue el pasado con todas sus secuelas. Me hiere la quiebra de viejas relaciones que se perdieron, la decrepitud del carácter de nuestros mayores, las posibilidades que se fueron como el humo. Hay tantas cosas que nos parte en dos, o en cuatro o hasta el infinito...Naida controla bien sus estados de ánimo pero a veces la amargura la vence. Me gusta escuchar tus preocupaciones más íntimas, la digo. Las preocupaciones nos endurecen, pero soy aún bastante joven como para rendirme, prosigue. ¿Piensas que no tengo suficientes motivos de alegría? Necesitaba desahogarme contigo, saber que alguien de fuera a quien escasamente conozco, me escucha y hace el esfuerzo si no de comprender con detalle al menos de aceptar mis altibajos de humor. ¿Por qué te he hecho subir hasta aquí? Para que seas testigo de mis cuitas, pero también para que te hagas idea de lo que es esta ciudad. Desde las alturas las ciudades y los hombres empequeñecen, pero solo es un espejismo. Los asedios destruyen, pero también enseñan. A los supervivientes, por supuesto. Los que murieron en aquellos bombardeos atroces, despiadados, nunca podrán resarcirse. Si pudieran pensar dirían que ellos han sido los mayores ignorantes. Hubo un tiempo en que yo creía que todos estábamos muertos. Por supuesto que la tendencia natural a seguir adelante es un imperativo biológico. Pero nos parecía que nuestro mundo de siempre estaba paralizado. Que nuestros días del ayer se habían borrado. Todo quedaba en entredicho y el futuro parecía estar sentenciado. Los vínculos familiares, las ideas, las creencias de los más religiosos, los comportamientos y reglas habituales del orden social, los sentimientos, hasta los amores. Muchos llegaban a dudar. ¿Será nuestra culpa?, se preguntaban. Aunque de sobra conocíamos a los que habían sido vecinos y ahora se volvían contra nosotros. A aquellos con los que habíamos formado parte del mismo Estado y querían borrar del mapa a los que nos consideraban que no encajábamos en su bárbaro concepto de patria única. Pero ya ves, la ciudad de los conflictos sigue ahí. No había muerto del todo, renació. Ahora, desde esta altura, me siento yo la ciudad. Tú eres también mi ciudad. Pues aceptar al extranjero fue siempre una seña de identidad. ¿Por qué iba a cambiar yo las reglas?




(Fotografía de Inés González)

20 comentarios:

  1. La dulce tortura de leer tu blog. La edad hace que deba asistirme de la tecla control más "+" de otro modo mis ojos llorarían sin emoción. Benditos aquellos que inventaron los párrafos que seguramente eran primos de los que hicieron lo mismo con lo rellanos de las escaleras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues benditos y alabados. Y siento que esas parrafadas sin puntos y aparte cuesten ser leídas. Hubo una época que además ni ponía puntos.

      Eliminar
    2. Bueno, ya lo veo diferente ahora. Por otro lado, casi todos los placeres de esta vida, requieren de un esfuerzo previo. ;)

      Eliminar
    3. Por supuesto. Aunque a veces se presentan por azar y no sabemos recibirlos convenientemente.

      Eliminar
  2. Desde la distancia todo se relativiza y se minimiza. Si la seguimos aumentando, vista la ciudad desde un satélite por ejemplo, la gente ya no se aprecia y desaparecen los problemas. La distancia corta es la que trae todo lo bueno, pero también todo lo malo de las personas. ¿Será por eso que viajar -alejarse del terruño- nos cura de muchos males?
    Un saludo, Fackel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La distancia corta envenena también, o al menos dificulta la comprensión; la larga libera y permite entender. Las reflexiones son siempre más fecundas en distancia temporal y espacial. Por supuesto, un satélite nos ofrece otras perspectivas escasísimamente humanas, pero sus geografías son muy interesantes. Meterte en google map cuando se escucha una noticia sobre tal ciudad de otros continentes permite también admirarnos. Y luego está que hay gente que no ha salido del terruño en su santa vida y encima hace un canto divinizado (acomplejado) de lo único que conoce. Antes podía entenderse, ahora en absoluto. Quien no quiere conocer otras geografías es porque no quiere. Tal vez por ahí hay una pista de ese complejo de los nacionalismos peninsulares.

      Eliminar
  3. Bellísimo e inteligente texto hermano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero si solo es que me lo paso bien...(y viajo a mi capricho)

      Eliminar
  4. Pues la añadidura de ese factor más a tu favor, mejor fortuna y mejor para tu bienestar!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nunca he podido escribir forzado y quedarme a gusto. He tenido que hacerlo por razones o exigencias del guión a veces -en estudios, en trabajo, en colaboraciones cívicas- pero siempre ponía un puntito rompedor para que me viera a mí mismo que era yo. Y no creas, pero en otros tiempos más secanos en expresión e imaginación daba resultado mi sistema. Y ahí empecé a entender que había que subir al monte -no a ayunar cuarenta días y cuarenta noches afrontando presencias demoníacas- para empezar a ver en perspectiva. Me sigo equivocando, obviamente, pero yerro menos o al menos hago que se note menos, jaj.

      Eliminar
  5. Las ciudades bombardeadas dejan a la gente, Nadia o cualquiera, hechos ovillos de recuerdos y preguntas, muchas de las cuales, no tiene respuesta.

    Un precioso texto

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sarajevo fue una barbaridad en que Occidente quedó en entredicho. Muchos opinan que el conflicto se cerró en falso. Tanto el asedio de más de tres años, la ingente cantidad de muertos y la posterior división de Bosnia y Herzegovina fue un precio altísimo para vergüenza de las democracias europeas. Srebrenica, donde la ONU y sus soldaditos holandeses no hizo nada por evitar una matanza bestial de civiles por parte de los serbobosnios y sus carniceros, quedó registrada en los anales de la historia de la infamia. Es para hacerse muchas preguntas, los sarajevitas se las hicieron todas, yo me quedo corto. Gracias, Albada.

      Eliminar
  6. Recuerdo que leí no hace mucho el Cuaderno de Sarajevo de Juan Goytisolo que viajó allí durante el cerco sobre la ciudad. Escribí a propósito un post que se titulaba ¿TE ACUERDAS DE SARAJEVO?. En él daba salida a mis recuerdos y a mi lectura del libro de Goytisolo que tenían como centro el asedio criminal de la ciudad que quedó marcada en mi memoria como algo abyecto. La desintegración de Yugoslavia fue una tragedia que me gustaría pensar que se pudo evitar. La historia es cruel y terrible, y avanza en manos de los más despiadados. Hubo un cruce de nacionalismos, de conciencias nacionales, de historias -todo pueblo que se precie ha de edificar su historia a su medida, como veo por aquí cerca en mi tierra de adopción. Se mitifica y se idealiza la historia para contruir un modelo que luego justifique todo-. Todos los nacionalismos son iguales, y la tragedia de Yugoslavia es la de todos. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El problema, o la realidad, de la Historia es que a posteriori nos gusta imaginar que las cosas podrían haber sido de otra manera. Pero no lo han sido y si los acontecimientos se han producido con todo su desgarro es porque no pudo evitarse. Hay un juego de factores múltiple, intrincado, desde diferentes direcciones, que involucra a partidos, etnias, religiones, intereses económicos, potencias cercanas o mundiales...Esto desde siempre. No hay buena voluntad, mala probablemente, pero lo que hay es sobre todo intereses y manipulaciones múltiples por doquier que llevan a abrir un camino y seguirlo hasta el desastre.

      Hay otro libro titulado Sarajevo del periodista Alfonso Armada, con fotografías de Gervasio Sänchez sumamente interesante, desgarrador lo que se relata.

      Te paso este enlace, porque aunque no trata específicamente de Sarajevo tiene más amplitud testimonial:

      http://machadoencollioure.blogspot.com/2015/04/gervasio-sanchez-no-se-corta-un-pelo.html

      Salud y reflexión.


      Eliminar
  7. Ahora que está de moda, hay que recordar que Unamuno decía (y practicaba) que para conocer una ciudad hay que subirse a la torre más alta y visitar el cementerio.
    Es curioso: cuanto más alto subes, menos se ven las fronteras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y no iba descaminado. También conviene visitar los mercados populares de una ciudad, en ellos también se adquieren conocimientos de las dimensiones de una urbe, de un pueblo.

      Eliminar
  8. la mejor definición de una ciudad, diria que la dio Arribas Castro: La ciudad es un millón de cosas. Con las ciudades sucede lo que con los cuadros, segun la mires de un sitio u otro es diferente, nunca es igual. Incluso la mirada es diferente según el estado de ánimo del contemplador.
    Este seria un bonito título para un cuento o una novela: El contemplador de ciudades.
    Hablando de cuentos, recuerdo uno de Monterroso bastante largo sin puntos ni comas ni puntos y a aparte.

    saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Francesc. Millones de cosas, de visiones, de perspectivas, de detalles...La impresión que como viajeros adquirimos de una ciudad es siempre eso, impresión, algo subjetivo, pero a medida que repetimos la visita, que la entrañamos en nosotros, aun siendo subjetiva se nos ofrece con más panorama y alcanzamos a verla más de cerca. Casi todas las ciudades me han gustado, pero para mí hace mucho el tipo de ciudadanos que te encuentres y, aunque hoy hoy día todo está bastante homogeneizados aún hay rasgos diferenciales, mínimos tal vez, que nos hacen amarla más o tener menos simpatía. Odio no me ha suscitado nunca ningún lugar y las gobernaciones políticas no me han condicionado jamás.

      Me apunto lo de El contemplador de ciudades, tengo vatios libros sobre Barcelona, por cierto, que hojeo de vez en cuando, pero siempre tras una visita. No quiero que los libros me condicionen a priori, pero sí que busco después explicaciones.

      Me suena el de Monterroso, lo buscaré, no lo tengo a mano, andará por mi biblioteca sumergida que cuidan los topos.

      Eliminar
  9. Me quedo con "los asedios destruyen pero también enseñan". Esta es la carga que hemos de soportar los humanos, caer y aprender a caer mejor la próxima vez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Somos Sísifo una y un millón de veces, tanto como individuos particulares y únicos que como cuerpo social, como ciudadanos de un país o como ciudadanos de la Historia. Creemos aprender pero en cuanto nos corren un poco los muebles ya nos olvidamos de las lecciones del pasado. Lo malo es que las caídas unas veces se pueden predecir y prevenir pero otras nos cogen por sorpresa.

      Eliminar