lunes, 26 de agosto de 2019

Naida. Cevapi para dos





Huele bien a carne asada, digo en un impulso reflejo, puramente animal. Naida, sin esgrimir un gesto olfativo, me lo confirma. Estamos llegando a la Bascarsija, no te extrañe. Hace horas que venimos haciendo una buena caminata, así que el olor es como las campanas de tus iglesias o el vocerío de los muecines. Avisan. Los olores de comida son el toque de oración de nuestros estómagos. Ambos reímos, reconfortados por la complicidad, y no solo por la necesidad que nos apremia. En mi país, le digo sin saber si reír o llorar, hay una ostentación desmesurada por las comidas. Es el único tema en el que parece ponerse de acuerdo todo el mundo. Ponerse de acuerdo en hablar sin reñir, me refiero. Porque también hay discrepancias, pero las conversaciones sobre platos se escuchan con atención, y tanto la comida en sí como hablar sobre ella se imponen con categoría política, qué digo, superior a la política. Podíais elegir a los cocineros como representantes en vuestro parlamento, bromea Naida. Cocineros comunes, mujeres y hombres de hogares normales, no solo los profesionales de los restaurantes. Me gusta cómo entra Naida en una identificación que se me antoja entre culturas. No creas, ya lo he pensado más de una vez. Un parlamento nuevo sobre una Constitución nueva basada en la cultura culinaria. Eso tendríamos también que prever aquí, me interrumpe la mujer. ¿Por qué será, añade, que un olor como este es seducción instintiva por la que mataríamos si no nos saciásemos, y en cambio cuando hemos comido se vuelve hediondo y repulsivo? Si el olor sigue siendo el mismo. Cierto, ratifico. Se ve que es la máquina corporal, ya harta, la que rechaza seguir con la tentación. Ese rechazo también es un aviso de que no debemos forzar nuestra necesidad. Naida esboza un rictus pícaro, se desdobla, lo expresa. ¿Pasará también con otras necesidades humanas? Ah, todo es cuestión de probar, respondo siguiendo el juego. Ambos inhibimos la risa a duras penas, estamos ante los puestos de comida, se impone la ley del alimento. Un buen cevapi es una prescripción en esta ciudad, no te vale elegir otra cosa, decide Naida. ¿Cómo lo prefieres al estilo de aquí o de Tuzla? Ah, te advierto que en Tuzla le ponen bastante especie, pero de todo hay que paladear. Sí, y me sale lo extensivo. De todo habrá que paladear. Paladear es una palabra bonita de vuestra lengua, precisa Naida mientras nos acercamos como metales atraídos por el imán de los estofados. ¿Será el ejercicio del paladeo, ya me confirmas si se dice así, tan precioso como el término?   




(Fotografía de Inés González)

22 comentarios:

  1. Le perdí el gusto a la palabra paladear. Fue por el resultado de tener un gerente (el de mi empresa) mediocre amo de un perro inteligente.
    El perro inteligente, gracias al gerente (mediocre) de mi empresa, entendió lo que era la "palatividad", palabra que el gerente mediocre tenía siempre en boca cuando se refería a su perro inteligente. Él, el gerente mediocre, no sabía que tenía un perro inteligente, tanto que aprendió el gusto de las gambas frescas de Palamós, las sardinas del Cantábrico, los mejillones de roca y los berberechos gallegos.
    El gerente mediocre, mientras nos pagaba sueldos de miseria, invitaba a su perro inteligente a los mismos vermuts con los que se atrincheraba él, bajo la excusa de que la palatividad del perro se había hecho a la suya, como en simbiosis, y que los gustos de los amos se trasmuten a sus perros, y que eso era demostrable, tan demostrable que, mientras nosotros, sus empleados, ingeríamos unas roscas de calamar, el gerente mediocre y su perro inteligente ya se habían zampado la segunda ración de bivalvos adobados en su salsa.

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    1. No es para menos. Pero aún estás a tiempo de recuperar el respeto debido a las palabras paladeo y paladear, jaj. Simplemente porque el tipo que citas hablaba tan mal que se inventaba lo de palatividad, vocablo que no había oído en mi vida. Además el paladeo no depende de la palabra en sí, sino del ejercicio del gusto, así que perdona a tu pueblo señor y paladea textos, miradas, encuentros, alimentos y sueños.

      Un abrazo.

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  2. Antaño el intercambio de experiencias de fogón interculturales unía mucho a las hembras de diversos lugares, mientras sus hombres se quitaban de en medio por motivos “superiores”, según ellos, pero luego bien que se zampaban las viandas. Menuda tristeza de colectivo! No extrañen ahora los rebotes feministas. Vendrán más rebotes por todos los ámbitos humanos, tantos como desequilibrios.

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    1. Aún se mantienen núcleos estrictamente varoniles para temas gastronómicos, por ejemplo, los "txokos" vascos que haberlos también los hay por otras ciudades españolas. Los rebotes serán bienvenidos si son cuerdos, si solo funcionan como moda de lo políticamente correcto no sé si serán muy útiles.

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  3. Ya le estoy sintiendo el gustito al estofado jajaja. Interesante texto que saber paladear.
    Un beso al alma.

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    1. Pues paladee, paladee. En Sarajevo comen a todas horas los cevapi, una comida internacional balcánica. Gracias por tu comment.

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  4. Aquí, aunque hablemos de comidas, podemos acabar discutiendo. Para empezar, podemos charlar sobre qué cosas echar al cocido y cuáles no. Tema peliagudo este. ¿Sabes que hay gente que echa a la paella trozos de chorizo o guisantes? Delito de los gordos.
    Saludos, Fackel.

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    1. Es que hay variantes de paella, ignoro si es ortodoxo o no, pero en efecto yo he visto echar chorizo y guisantes en algunas ocasiones. Es lo que tiene que una paella adquiera un carácter transnacional, digamos, siquiera dentro de la propia península. Ya sabes, los taifas somos así, jaj.

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  5. Paladear creo que ha perdido su sentido, su esencia en sí. No hay mas que fijarse en cómo son las cocinas actuales, preciosas todas, pero como digo yo de fotografía; no las veo para guisos, empastres, ... eso que daba lugar al paladeo.

    La comida rápida, embasada, hecha ... se quiere buena, sí; pero el paladeo al que haces referencia, es algo que creo se ha perdid, como otras tantas cosas y las que se han de perder.

    Saludos.

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    1. Claro, además el paladeo va vinculado a un concepto cultural. Probablemente las nuevas generaciones, más acostumbradas a lo precocinado, tengan una percepción del alimento diferente al de mi generación y no digo a la de mis padres. Pero pasa incluso con productos apenas tratados -o se le supone- que se venden hoy y no saben como antes, pongamos por caso el jamón. Difícil paladear lo que quiebra en calidad. Pero ya digo, probablemente las generaciones venideras no tendrán el sentido del gusto como nosotros. Saludo, Rosa.

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  6. Ese paladear se está perdiendo, así que los caminos siguiendo los aromas, está en desuso. Cuando el olfato nos suena a campanas de arrebato, es que hay que seguir el origen hasta dar con la carne a al parrilla. Me pasó a mí siguiendo aroma a sardinas no hace mucho

    Un abrazo y feliz día

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    1. Es curioso, ese término -paladeo, paladear- tiene traducciones, aplicaciones, metafóricas. Solemos decir de cualquier otra actividad que buscamos el placer de su sentido o su esencia: hay que paladear cada momento, cada paso, etc. Tras los comportamientos tan diferentes de los humanos hay siempre algo más que los vincula. La búsqueda del bienestar, no solo a largo o medio plazo sino al instante (esto genera muchas historias de adicciones, por supuesto) También hay que paladear nuestras conductas para obtener una meta ansiada, que no parece que todos pretendan: alcanzar el bien, comportarnos con bondad, y no solo traducir lo bueno como beneficio (crematístico) Me has hecho pensar. Buena y paladeada jornada.

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  7. El alimento es sagrado y necesario que tenga su liturgia.

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    1. Tanto alimenta la materia prima, como su manera de prepararlo, como su modo de ofrecerlo, como con quiénes se comparta, ¿no? Pero a veces los rituales sencillos cumplen la misma función. Salud, CGaia.

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  8. Me asombra y me inquieta que el único tema seguro entre los españoles es la comida y, como dices, ahí todos estamos de acuerdo. Nos encanta comer, y si recorres España, es una experiencia sagrada ver la calidad de las comidas, su variedad, su elaboración cuidadosísima. No hablamos de cultura o de los libros leídos, o de las obras de teatro que hemos visto, no, eso nos da vergüenza por si nos consideran snobs o inadaptados, pero sí de las tapas que comimos en Santillana del mar o en El Grove o en Rodalquilar en Almería. Hemos elevado la comida a categoría metafísica, puedo entenderlo, una vez acabados los placeres sexuales lo único que queda es el arte o la comida, y el arte no tiene demasiado atractivo. Así que una de calamares a la andaluza, unas patatas bravas y unos pimientos de padrón, acompañados por un blanco Verdejo. Eso sí que nos hace salivar. Curiosamente en los pueblos del norte no hay esta pasión eufórica por la comida. Idiosincrasias.

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    1. Últimamente tengo menos entusiasmo por la comida, vamos, por la gastronomía. Y me ha crecido cierto desprecio por tanta parafernalia y promoción del tema. Por supuesto, tengo buen apetito pero decidí hace tiempo evitar excesos. Excederse va siempre contra cualquier clase de placer. Catar más y atiborrarse menos, le pide a uno el cuerpo. Pero la cultura tradicional española se ha instalado de manera tan exagerada que en realidad ha desplazado la cultura como tal, porque ha triunfado el sector hostelero -restoranes, bares, chiringuitos (ag)- y apoyado por un tratamiento masivo de televisión se ha subido al guindo. Está más cerca el tema de la pornografía que de la calidad y el goce alimentarios. Disculpa, es que yo llamo pornográfico de manera un tanto aproximada e irónica a aquello que rompe lo virtuoso y lo adultera por exceso o enajenación hasta límites insospechados. Sea en la sexualidad, sea en la comida, sea en el pseudoalimento de las redes sociales o las televisiones y sus programas birria que no aportan nada, salvo eso, sí publicidad y mercado, toma mercado. Pues sí, demasiada exaltación, no sé si metafísica o de materialismo vulgar, dela comida, de los platos, de los menús y mucha adulteración también. Eso no quita que allí por donde se viaje apetezca comer y beber con arreglo a las tradiciones. Disiento en lo de los pueblos del Norte. ¿No hay pasión eufórica, dices? Pues mucho han cambiado de poco aquí pero ha sido donde desde hace décadas más han subido a los altares sus gastronomías. Incluso he presenciado en varias casas de comida de Navarra o País Vasco cómo además de comer se han podido pasar algunos comensales toda la comida´¡hablando de comida! ¿Cómo denominarlo? Brindo por y con el verdejo por lo que me toca de cerca. Voy a andar un poco, que esto de hablar de comida tras la comida me llena demasiado. Saludable buen apetito, Joselu.

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    2. Me refería a pueblos de norte de Europa. Los del norte de España,¿qué decir? Tremendo.

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    3. Perdón, perdón, no lo supe leer bien. Una vez leí unos relatos de un checo, no sé Leo Perutz o Jan Neruda, no me acuerdo, en que tamnién se hacía una ostentación de los manjares que no veas. Pero en España es exagerado. Es lo que con buen criterio afirmas. Si preguntas a gente que vuelve de vacaciones qué ha hecho o visto, lo primero que te cuentan es lo que han comido. ¿Arte, representaciones, lecturas...? Eso no se come dirán los brutos. Debe ser lo que dices, que una vez acabados los goces de la sexualidad la gente se vuelca en el fútbol y las comilonas y los bares. Así andan luego las especialidades hospitalarias.

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  9. Paladear no sé si palabra a palabra el texto, pero hay guisos y comidas que huelen que alimentan.

    Se me abrió el apetito.

    Un beso.

    No sé si por efecto de las palabras o su cocinado.

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    1. Por supuesto, mala cosa sería que no olieran bien. De hecho hay cantidad de preparaciones que aunque no se tengan ganas te las abren. Y el efecto de las palabras es poderoso también, si ahora aquí mantuviéramos entre varios un diálogo sobre platos y gustos en diez minutos saldríamos todos pitando hacia la despensa o el frigo. Gracias, Azzul, por comentar.

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  10. Si los cocineros fueran los que nos gobernasen creo que el rumbo de la política internacional sería mejor, más interesante y más justo... Me gusta lo que leo en tu blog.
    Saludos

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    1. Ginebra, permite que tenga mis dudas. Cuando alguien abandona su oficio para acometer el que no le corresponde (y pienso también en el que algunos se reservan para situaciones límite, con inciertos y peligrosos resultados siempre) suele suceder que el desastre todavía suele ser mayor. Pero la crítica a los límites, la incapacidad, la mala intención y peor voluntad que los tirios y troyanos de la política se gastan, la comparto. No se paran a pensar a quién se deben. Y me repugna la prepotencia, la soberbia, la consideración de que los ciudadanos somos rehenes de su casta sacerdotal, el enrocamiento en posiciones adversas. Pero no debo ser hipócrita. Ellos reflejan lo que somos los demás.

      Me place que te guste lo que va yendo por el blog. Salud.

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