jueves, 11 de julio de 2019

El ave del paraíso anidará en nuestra memoria







"Como un extraño llegué
y como un extraño me marcho.
Mayo me agasajó
con ramos de flores".

Viaje de invierno, Winterreise. Wilhelm Müller.



¿Desde cuándo eras un ave saltando entre el ramaje? ¿En qué momento fueron tus primeros picoteos al paisaje? ¿Desde los lejanos trazos de dibujo divertidos y ya perfectos, allá en tu niñez? Mirada tenaz que iba a exigirte que la compensases. No sé si lo habrás olvidado, pero mi madre se quedaba estupefacta cuando dibujabas sobre la mesa de la cocina aquellos zapatitos de tacón. ¿Cómo no acordarme de que toda una zapatería completa brotó de tu pulso, de tu lápiz, que es tanto como decir de tu capacidad de observación? Qué pintora vas a salir, te decía la Antonia, y ya sabes que era sincera -sus aspavientos manifestaban asombro, que no apariencia- y siempre te estimulaba para que siguieras dibujando.

Y aquella niña dibujante acabó en lo que que acabó, en el oficio voluntarioso y superador -yo creo que incluso perfeccionista y siempre indagador- que tuviste ya de mayor para toda tu vida. Pintar, esculpir, preparar escenografías...O ver cine y teatro en abundancia. Por cierto, ¿te has reencontrado por fin con Alan Ladd, tu rubio actor favorito de adolescencia -tal vez tu secreto amor de entonces- que te tenía embelesada? Toda tu vida interior ha estado siempre volando con los recursos que adoptaste, a costa a veces de tu salud. Pero ¿para qué sirve la salud si no es para disfrutar la creatividad, si no se hace aquello que tiene significado y proporciona goce, y a través de lo cual se obtienen respuestas, siquiera parciales? Sí, ya sé, unas respuestas te obligan a nuevas preguntas en una cinta sin fin. Aun sabiendo que tal recorrido jamás acabará de explicarnos el accidente casual de la existencia.

Escribo desde una tarde calurosa, imaginando que lo hago desde la vieja galería de ventanas levadizas de nuestras casas respectivas y que en verano no se cerraban. Cuando el sol va perdiendo fuerza, imaginando que las chicas bajáis al patio a jugar y yo os miro. A veces me dejaban bajar también, aunque era más pequeño que vosotras, y ahora que lo pienso, ¿que me incitaba a ser un trasto? ¿Por qué aquel impulso a tirar alguno de vuestros zapatos al pozo o levantaros las faldas? ¿Simplemente para recabar más vuestra atención, que ya la tenía asegurada? Pero vosotras, grititos y sustos aparte, erais bondadosas conmigo. ¿Porque era el niño de la vecindad? Siempre me sentí querido y no sé si por ello me haría más insoportable. Dentro de un rato nuestras familias se pondrán a preparar la cena. Pondrán al relente el botijo o una botella de agua del grifo envuelta en trapos húmedos. El ambiente olerá a huevos fritos, a tortilla francesa, a chicharro frito. Sonarán las radios, se escuchará el rumor de las conversaciones, nos asomaremos al balcón y nuestros padres echarán un parloteo amistoso. Afectuoso. Luego callará el día.

Para mí siempre serás un pájaro que volabas alto, contemplando el mundo desde otra dimensión. Un pájaro sencillo con carta de naturaleza de ave del paraíso. Porque, ¿son las alturas o es la horizontalidad lo que da el sentido de la perspectiva, que tú conocías tan bien, y que luego hay que descubrirla en la vida? Tal vez ambas. De nuestra infancia hemos hablado siempre que nos encontrábamos, incluso con tu hermana de por medio. Un tema recurrente, agradable, nostálgico. Para mí hoy más melancólico que nunca. Pero también nos has hablado de tus avances y experiencias con el oficio y por supuesto, cómo no, de la vida de tu familia, o de los trabajos actorales de tu compañero y de tu hija, o la llegada de los nietos. Ellos, la expectación. No había ocasión en estos últimos años en que no nos hubieras puesto al día de todo ello con un ardor y una satisfacción como a pocas personas he escuchado hablar en esta vida. Y con ese rostro sonriente con que nos recibías o con las risas con que acompañabas las conversaciones. No es poco.

Invoco salud, reconocimiento y memoria para ti entre quienes aún seguimos sobrevolando el paisaje humano y los tiempos que nos tocan vivir. Buscando la sustancia de los días.




En memoria de Mery Maroto, pintora, escultora, escenógrafa...,
fallecida  ayer diez de julio,
pero para mí sobre todo vecina y amiga de toda la vida.

Te dejo esta interpretación enorme de Winterreise; te hubiera gustado.










(En la fotografía, la artista posa junto a una escultura de Bernardí Roig. Los otros dos trabajos son de Mery Maroto)



10 comentarios:

  1. Lindo homenaje a la amiga fallecida.
    D.E.P.

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    1. Paradójico. Que la pérdida sea el acicate de nuestra memoria y no nos queda otra.

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    1. Sinceramente, creo que uno homenajea también un mundo de ayer que nos parecía que iba a ser eterno. Ingenuo de mí.

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  3. Me temo que ese tipo de ingenuidad vaya impreso en el propio concepto de vitalidad quizás prendido en la genética de cualquier ser vivo ... y lo percibamos como apagándose en las etapas finales de dicha vitalidad. Natural.

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    1. Pienso como tú, pero importa proyectar la comprensión de las cosas, traspasando lo ideológico asumido hasta ahora. Por ejemplo:

      https://elpais.com/elpais/2019/07/08/ciencia/1562590067_810342.html

      Así vivimos, así estamos, algunos creen que así somos.

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  4. Hermosa y cálida despedida, poética y bella la música elegida.

    Un beso. Adriana

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    1. Sentida, al menos.

      Y la composición de Schubert, basada en el texto de Müller e interpretada por Ian Bostridge es un manjar de dioses.

      Gracias.

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  5. Hay amigos, con cuya obra, en este caso artística, nos llenan espacios enormes, nos alegran la vida y el alma.

    te acompaño en el sentimiento. Un abrazo y por las personas que se van, pero se quedan

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    1. Las maneras de ser agradables y constructivas pueden aportar más. Pero la vida tiene tantas vueltas...Hablo en general. La muerte es un acontecimiento de la vida, sin duda. Salud y gracias.

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