jueves, 11 de abril de 2019

Naxos. Las manos del agónico Thasos













"Nos alejamos del puerto, y los campos y las ciudades retroceden".

Virgilio, Eneida, III, 72.


¿Qué haces tú aquí? Ikaria, que llega con un ramillete de flores, increpa sorprendida a Naxos por encontrarlo junto al ciego postrado. Ya veo que vienes con tus flores, le responde Naxos con aspereza, pero yo he traído mi compañía al hombre que nos abandona. Puedes ver que Thasos se muere despacio sin soltar mi mano. Solo busca algo de calor que le dé sentido en la partida. ¿Pueden acaso una flores proporcionarle alivio a estas alturas? No discutáis por este viejo inútil, replica Thasos, sacando fuerzas de su letargo fatal. No estáis en este mundo para disputar los gestos de la vida. Las flores cumplen su cometido, las manos hacen lo propio. Todo depende de cómo y en qué circunstancias. Lo que hacéis conmigo en estos momentos en que ya me sobra todo no es solo simbólico. No convirtáis nunca los símbolos es suplantadores de las actitudes verdaderas y sobre todo no les concedáis mayor importancia que a los mismos hechos, por muy complejos que estos sean. Ahora, aquí, conmigo el símbolo adquiere todo su valor, pero es vuestra presencia la que me da el aliento que me regatea el cuerpo. Eso me basta. Pero yo percibo en vosotros la juventud que tuve y que siento lejana, olvidada. Vivo la compañía que no me ha faltado casi nunca, aunque no haya sido siempre llevadera.  Aprecio la escucha con la que me atendéis cuando ya no puedo enseñaros nada.

Las manos del anciano ciego están frías. El joven remero siente que se acelera el desgarro del hombre y trata de paliarlo apretando su mano, como si su calor potente y aún entero pudiera conceder al anciano un nuevo plazo. Thasos lo entiende, lo agradece. No tienes el poder de prolongar mi vida, le dice. Ni yo quiero que así sea. No es verdad que uno no desee morir nunca. Pero tus manos me devuelven la memoria que olvidé. Una vez tuve unas manos como las tuyas, Naxos. Siempre las tenía ocupadas, nunca se vieron pasivas. Mis manos creaban objetos, cooperaban en las tareas colectivas, indicaban los caminos a los viajeros. Mis manos daban seguridad a otros. Mis manos acariciaban. Mis manos salvaban. Nunca las utilicé para causar daño. A las mujeres les gustaban mis manos. Decían que no debía estropearlas, que rechazara trabajos duros, que no me expusiera al oficio de las armas. Cuando uno es joven y confía en la potencia de su cuerpo no distingue tope alguno. Piensa que a la salud de cada órgano le va a acompañar siempre la resistencia. Ingenuamente cree que la capacidad  de esfuerzo no va a mermar nunca. Esa confianza desmedida entraña el peligro de no valorar el riesgo. Cuántos hombres jóvenes no han perdido algún órgano de su cuerpo, cuando no su propia vida, exponiéndose a trabajos penosos, combatiendo en causas ajenas, arando desde el amanecer hasta la puesta de sol, saliendo a la pesca incluso en los días de temporal.

Ikaria mira al viejo con una emoción respetuosa, sabe que ha sido su valedor mientras otros la han incomprendido. La propia debilidad obliga al ciego a interrumpirse una y otra vez. Ha tomado también una de las manos de la chica. Manos que rezuman los múltiples aromas de las flores. Se sabe ya en una barca que va a partir a través de aguas tibias. Apoyado en dos remos que va a soltar en cualquier momento. No se aferra a nada. Pero, él que ha sido cantor de viejos poemas y narraciones, se sigue entregando a la palabra, hasta que esta le deje a la intemperie. Mis manos enamoraron, dice el viejo con una sonrisa casi infantil. De mis amantes escuché: Thasos, acaríciame como nadie sabe hacerlo. O bien: Tus manos hablan. Tus manos son tu verdadero cuerpo. O aquello otro tan intenso: No me separes de tus manos. Y todas ellas exponían los espacios más sinuosos y curvos de sus cuerpos a mis dedos precisos, a la palma lenta que se abría y se deslizaba con una inercia natural. Como si se tratase de una premonición de lo que me iba a suceder algún día, ellas cerraban mis párpados, silenciaban mis labios y ajustaban la cadencia de mi cuerpo, mientras pedían que les recorriera a ciegas. Con lentitud y fingida torpeza, que apreciaban. 





(Fotografía de Herbert List)

16 comentarios:

  1. Una reflexión muy en concordancia con la edad. Cuando uno es joven tiene el don de creerse invencible, imbatible y que la juventud ha venido a instalarse para siempre. Luego, la edad te va poniendo en tu sitio y vienen las dolencias, los achaques, la falta de energía. En lo único que crecemos los que nos vamos haciendo mayores es en experiencia, en sabiduría y en sensatez. Y no siempre.
    Un saludo.

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    1. Y no siempre. Seguro que ambos vemos en nuestro entorno diario a individuos mayores con escasa sesera. Estos días me pregunto: ¿también se reflejará esa pobre sesera en las elecciones en ciernes?

      Gracias, Cayetano.

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    2. Idealista amigo si vivimos en democracia y la mayoría dispone de digamos que mediocres cualidades emociomentales (la historia y la genética lo ratifican) qué puedes esperar?...pues lo que te temes. Cuando las barbas.....
      No perdamos nuestro precioso y cada vez más escaso tiempo escuchando memeces de intereses creados y sintiéndonos insultados. Nos dedicamos con la mejor voluntad a mejorar la especie y mira nuestros resultados globales. Qué dirían Sócrates o Cervantes al respecto?
      Si a nivel privado la cosa se pone fea, ya me dirás lo que ocurre al extrapolar.
      Se nos engaña inconscientemente y acuña irremediablemente desde la cuna además las circunstancias personales lo ratifican. Los mejor preparados buscan campos mejor abonados y se largan sin ganitas de volver, eso de siempre.
      Si de jovencita me hubieran dicho que iba a pensar así habría montado en cólera especialmente como adalid de mi patria allende los mares. Tampoco entonces reparaba en las diferencias de género. A la vuelta llegarían los grandes chascos y futuras decisiones personales.
      Memocracia por vergüenza ajena me parecen las campañas políticas al uso y los que pretenden liderar faltos de capacidad regenerativa por cobardía, falta de mimbres, de ejemplo, de educación y por supuesto de imaginación constructiva.
      Siempre he propuesto que quienes se dedicaran a la política deberían ser profesionales de las más diversas profesiones, de renombre y demostrada capacidad de sacrificio para estar dispuestos a cobrar el salario mínimo..?..bueno y las horas extras también, no seamos demasiado mal@s!
      Bueno ya he abierto mi necio e irredento hocico político. En tiempos de campaña suelo dar la “campañada” por puritita hartura social.

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    3. Pienso que Sócrates y Cervantes vieron y escucharon en sus tiempos análogas situaciones y tonterías como las que se sirven en estos días. Supieron reaccionar, con el pensamiento y la asimilación de experiencia, sin duda. Sin esa asimilación vivencial, digamos, no hubiera existido el Quijote, por ejemplo.

      Lo de memocracia me ha gustado, aunque te quedas corta, es mediocrecracia, es cabronecracia, es imbecilidad simplona la que emiten ciertos personajillos que ¡ojalá los dioses no nos castiguen con su gobierno!!!!!! Contegamos la rabia, primero porque quedan dos semanas que mejor no escuchar, como mucho leer y por encima, salvo comentarios sesudos, que los habrá supongo.Y segundo, porque pase lo que pase va a ser muy complicado todo en los próximos tiempos, van a cundir demagogias más viscerales e incitadoras de odio, y ojalá me equivoque.

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  2. Manos perfectas para una visión imperfecta. Manos generosas,delicadas,amantes,expertas en la caricia completa...Me gusta.

    Disfrute ( en la medida que el ánimo le permita) de las fragancias primaverales, procesionales o como guste. Cuidese y no abuse de las torrijas que seguro que goloso es un rato.

    Salud, Adriana


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    1. El contrapunto, Adriana, de esas fragancias son las alergias, las luces chocantes a los ojos, las palabras altisonantes. ¿Todavía es tiempo de torrijas? Hoy día parece que todo se alarga. Salud y dulzor.

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  3. Hay tres edades, FACKEL. La cronológica, la física y la mental. Eso decía Pepita, la Anarquista.

    Salut

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    1. Si la mental incluye capacidad razonadora y disposición imaginativa es una buena y esperanzadora edad. La cronológica es la cifra. La física es el cuerpo que va tirando. La mental, siendo cuerpo, tiene estatuto de autonomía (jaj) propio.

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  4. La sabiduría del anciano no siempre es manifiesta, pero en general, suele estar a la vista. El ciego, con sus manos como bigotes de gato, construye un mundo, mientras que, en los adioses, las manos nos dejan la juventud que hemos de dejar atrás.

    Encantador texto. Un abrazo y por una tarde con sol y manos que calmen

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    1. Por supuesto que a primera vista un anciano no va de sabio, entre otras cosas porque parte de la sabiduría es ser cauto, prudente, discreto, o debería ser, porque hay de todo. El anciano sabio no es tanto la presunción de conocimientos, que la mayoría, además, pueden haber quedado obsoletos, como la manifestación de conductas, actitudes, filosofías, temples. Complicado y fascinante hablar del tema. Está bien eso de las manos que calmen. Pero no deberíamos denigrar, por el contrario, a las manos revoltosas.

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  5. Bueno, pues visto lo visto al alcance de las manos, salvo la desgracia de tener que adaptarse a una ceguera accidental que no dé nacimiento, solo se me ocurre que morir con las botas puestas como así parece, supone un buen un ciclo de vida e ir enfriándose despacito sin dolores también, al margen de capacidades diversas.

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    1. Capacidades desaparecidas, supongo, salvo esa de la palabra que juega el doble papel de testificar y desahogarse en el estertor. Un abrazo.

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  6. Conmovedora escena descrita con delicado puntillismo. Un placer leerte.

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    1. Combate con la memoria y con el olvido total. Muerte, ¿dónde está tu victoria?

      Gracias, Neo.

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  7. Fackel, cierto. La vejez no es indicio de tener los sesos bien puestos. Aquí en Colombia, los que más propician el caudillismo y el mesianismo en el poder, que ha encastado a para paranarcopolíticos, son los mayores de edad, aunque los jóvenes tampocoi se quedan atrás, porque ya no leen,y se dejan seducir por los cantos de sirena de los políticos de fachos. UN abrazo. Carlos

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    1. Un dato que no conocía y me sorprende. ¿Será que aquello de las sociedades antiguas de otorgar poder de sabiduría gobernante a los ancianos ya no existe? Y así nos encontramos en España con políticos tirando a jóvenes empeñados, empecinados, en gobernar con sus aparatos partidistas, y se les ve mediocres, bisoños de conocimientos, pretenciosos de un saber que no poseen, y de pronto es como si la gente de cierta edad de esos partidos hubieran desaparecido. ¿Estaremos los mayores más escépticos que nadie? ¿O simplemente hartos de que no haya cordura en la Política? Pero ya sabes, hacer dejación de responsabilidades no es bueno nunca, siempre saca tajada alguien. Sí, demasiada seducción de los cantos de sirena, de las tendencias, de las modas, y la atracción fatal de hacer carrera en los cargos públicos emitidos por las urnas. En fin.

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