jueves, 10 de enero de 2019

Naxos y la hetaira





















"Oh, corazones helados, cabezas frías que sabéis vencer o enmascarar las pasiones, decidme: ¿qué mal hay en que un hombre pueda apasionarse?"


Laurence Sterne, Viaje sentimental.



Lo que tú necesitas es conocer más de cerca a una mujer, le dice el pícaro Andros al joven. Naxos, que ya está curtido por las arribadas a puertos donde él y sus compañeros se solazaban con jóvenes a los que requerían,  se ruboriza no obstante. No tiene intención de seguirle la propuesta encubierta. Desde que llegué aquí se me está revelando un mundo distinto, responde al lisiado. Desaparecida la opulencia que conocisteis en el pasado vuestra ciudad me muestra ahora otros tesoros. Obtengo más satisfacción en comprobar cómo os sobreponéis a la desdicha y no cedéis a la miseria. Las pasiones carnales, aun  siendo exigentes, no azuzan mis días, y sin embargo me embarga otra clase de emociones y entusiasmos. Andros, circunspecto, hace una mueca. Te entiendo, pero quiero que conozcas a una hetaira especial. Acompáñame. Ambos descienden hacia la parte baja de la urbe, donde, tras el desastre, se refugian gentes de toda condición. Therasia es una superviviente, no solo del saqueo, sino también de su oficio. No es demasiado joven pero tampoco se observa en ella los estragos de la edad o de su hacer amatorio. ¿Por qué traes aquí a este joven, maldito embaucador?, le grita al lisiado. Él no necesita de mis prestaciones, y a ti hace tiempo que te las niego. Andros ríe temeroso y solo acierta a decir: quería que te conociera y tú supieras de él. Lleva camino de permanecer tiempo entre nosotros. Su prudencia de hoy se le puede trocar mañana en urgencia, y mejor que os veáis como vecinos que no como ajenos. Ya veo que sigues tan previsor como siempre, truhán, le replica enérgica. Vete a cuidar el desnudo portal de la ciudad, a suscitar burla de quienes te conocen y lástima en los que van de paso. Bien sabes aprovecharte de cierta incapacidad de tus miembros para hacer creer que eres el sabio que no eres. En vez de proponer adivinanzas y pasatiempos fútiles ponte a reparar como otros la ciudad. Tus viejas artes nos serían más útiles que las triquiñuelas que te gastas ahora. Las increpaciones de la hetaira alejan a un Andros rezongador. El joven la contempla titubeante, pero ella sabe templar su pulso. Había oído de tu llegada, Naxos, y la hetaira le habla cálidamente pero con mesura. Me han contado de tu respeto y cautela por todo, del interés y la colaboración que te califica. Si nuestra tradición ha sido siempre aceptar a cualquier extranjero que trajera concordia contigo los herederos de la ruina nos hemos abierto de par en par. Sé que como hombre que eres, antes o después acabarás entrando en mi casa también. Esto te aviso: el día que lo hagas reservaré para ti más un acto de desposamiento que un trueque. Ni tú buscarás un mero desahogo ni yo requeriré de ti un precio. Estaré premiando tu valor en haber tomado partido por nuestra aflicción. Las palabras de la hetaira producen temblor en el hombre, que se cree avezado en sus experiencias y poco a poco más firme en sus convicciones. Therasia, si me quedo en la ciudad es para sentirme uno de vosotros. Para ser más que el que fui. De cada vecino que se me presenta tomo y aprendo algo. Quisiera devolveros con la utilidad que proporcionen mis fuerzas lo prestado. La aventura del mar ha acabado entregándome a la costa donde todo se palpa y no se vive solo de perseguir fantasías. ¿No es más enriquecedor haber alcanzado una ciudad sufriente pero no agostada, donde se replantea de nuevo la vida, que una urbe vanidosa donde se derrocha inútilmente la energía y sobre todo las buenas voluntades? Therasia contempla la figura hermosa del joven. Suspira. Muchos hombres han llegado hasta mí para que les consolase de sus frustraciones y penurias. Mi necesidad les ha admitido y tengo como virtud el haberles devuelto el sentido del placer y de la atención que creían perdidos. Pero yo te digo: tú no eres como ellos. Bien sabes buscar por ti mismo alivio. Y otros lo buscarán en ti. Debes estar prevenido.  




(Fotografía de Ata Kandó)


6 comentarios:

  1. ¿...qué mal hay en que un hombre pueda apasionarse...?

    Respondo por boca de Borges : " que es crear una religión cuyo dios es falible "

    Salut

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    1. Como si hubiera algún dios infalible, mira tú. Todo es falible y muy falible en la Tierra Sapiens.

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  2. Hoy me quedo con la palabra enmascarar."Hasta mi llega una caracola:.." Desde un lugar recóndito me chiva los versos del poeta,sus narraciones extraordinarias y su obra minuciosa... varada en alguna biblioteca.
    ¿ Por qué algunos escritores desean estar medio ocultos? Digo medio porque la pluma delata.

    Adriana

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    1. Ay, pues esa pregunta habría que hacérsela a ellos, Adriana. Y la caracola, siempre la caracola, que nos trae antiguos lamentos y viejas alegrías...

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  3. Interesante persona la tal Therasia. Libre cual diosa se muestra, aparentemente.
    La pasión se me antoja el verdadero motor de la vida mas dispone de múltiples y diversos tintes en su paleta para componer sus obras.
    Luego vendría lo de definir de modo preciso lo que cada cual interprete como tal: Babel me temo.

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    1. Si partimos de que la libertad es una entelequia o acaso una conquista de márgenes personales a contrapelo de lo que ata la sociedad pues acaso es libre. Seguirá siendo un debate si la pasión crea o destruye, pero en cualquier caso parece un concepto mejor fundamentado que esa otra entelequia llamada amor. Cierto, como dices, que habrá distintos colores y matices y ya sabes, la valoración de la obra final depende de la experiencia que haya tenido de cada pintor.

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