viernes, 30 de marzo de 2018

Deriva de Caín y del otro




LEES una vez más el episodio moral -la mano judaica es más antigua que aquella de la que te empaparon en la infancia, sin olvidar que incluso hay otras prescripciones todavía más anteriores- del crimen de los dos hermanos del Génesis, por ver si encuentras un dato nuevo; un nuevo dato quiere decir una interpretación nueva que tú hagas del crimen. Te gusta leer en las fuentes de cualquier mito, siquiera para ver qué te va sugiriendo a lo largo de tu propio transcurso, aunque bien sabes que son espurias y probablemente poco originales. De la imagen textual no te interesa tanto que hubo violencia entre hermanos como con quién de los dos personajes te identificas. Por supuesto, cualquier confesión te seguiría delatando hoy ante la opinión pública; conviene que no reveles. Un equidistante actual -término en boga- diría que tanto la figura de Abel como la de Caín son alternas, que ambos podemos ser uno u otro, dependiendo de circunstancias a las que nos viéramos abocados. Precisamente la narración moral nació dentro de un contexto cultural e ideológico para indicarnos qué debemos ser, pero tú la interpretas no en el sentido de qué lugar ocuparías llegado el caso, sino en qué méritos y deméritos ha hecho cada personaje anteriormente, hasta llegar a ese estatus definitivo de verdugo o de víctima. No, en el principio no fue el Génesis; fue la bajada de los árboles. La disputa por el territorio cambió de dirección.



(Alberto Durero plasmando con un realismo casi satánico la matanza bíblica)


jueves, 29 de marzo de 2018

Deriva de Masha















TE levantas y aparece una mujer que te mira fijamente. Piensas que te mira para que la devuelvas la mirada; estoy al otro lado de ella, piensas; me tiene cerca, te dice la pulsión; pero la distancia oculta el mecanismo, tan antiguo y vigente como el descubrimiento del azogue, si bien no quieres aceptarlo. Es entonces cuando te das cuenta de que ella se mira a sí misma, posa para sí, se apropia del reflejo para dejar constancia de que un instante cualquiera de un día cualquiera fue como se veía. Su mirada pasa a través de la tuya, es de ida y vuelta, se sabe contemplada pero no se detiene. Esa mujer es testigo, es una idea que te ronda en la cabeza. Mas ¿de quién? ¿Y de qué? Te asusta que la respuesta no condescienda contigo, prefieres no tenerla. Pero no te afliges; en tu optimismo eliges inventarte una realidad a tu capricho. No llegaré jamás a ella, has dicho. Eres demasiado imaginativo, no obstante, como para traspasar el espejo y llegar hasta los muertos.



  
(Masha Ivashintsova retratándose a sí misma)


miércoles, 28 de marzo de 2018

Derivas


















RECURRES al sueño que no sueñas; miras a los lados, por si hay alguien que observa que no sueñas; cuando te crees solo decides soñar, pero el argumento se esconde. Eres demasiado cobarde para soñar un sueño que se te permite elegir; la indecisión te vence y te sumerges en una laguna sin imágenes. Ni sabes ni puedes ni quieres imaginar porque las mensajeras de las imágenes te han abandonado. Y sin palabras no aciertas a tener un sueño ni hablar en su nombre ni mentir luego diciendo que todo se trató de un sueño que no recuerdas. Es el recurso de quien no se atreve a apoderarse del sueño y registrarlo en su curriculo de fantasías.




(Poeta Viktor Krivulin fotografiado por Masha Ivashintsova)


martes, 27 de marzo de 2018

Pensamiento personal autocrítico





Cada vez que emito una opinión concerniente a algún aspecto de la política del país me siento insatisfecho. En parte porque sé que mis conclusiones no están acertadas o al menos no en todos los planos o aristas que ofrece cada cuerpo geométrico de la política. En parte porque mi conocimiento de la geometría política es limitado en cuanto a su lado técnico, y aunque uno va acumulando experiencia de los años vividos resulta insuficiente para interpretar el pasado, enjuiciar el presente y vaticinar el futuro. En parte porque resulta muy difícil estar en una determinada cara de un volumen y pretender que desde ella se sepa cómo son las restantes. La geometría política o, mejor dicho, los poliedros variados que nos ofrece no son tan interpretables como aquella lectura imaginativa que nos exigían en Preu cuando nos hacían coger los poliedros de papel o de madera y cantar sus caras. Y ya entonces me costaba lo mío. Claro que a veces acertaba por puro azar, no por deducción racional. ¿Será eso también lo que me pasa hoy con la política al uso? Yo, al menos, reconozco mis insuficiencias de alumno de esta dificilísima asignatura llamada España, que no sé si alguien es capaz de aprobar. Lo que no puedo entender es que los doctos catedráticos de la política, que presumen de título, sean tan torpes y encima no lo reconozcan.




(Foto: Mercat dels Encants, Glòries. Barcelona)


lunes, 26 de marzo de 2018

¿De qué madera está hecha Emma González?






¿De qué madera está hecha Emma González?









¿No será que el mundo está necesitado de que en lugar de tanto ruido haya muchos más silencios que expresen como el de Emma González?






domingo, 25 de marzo de 2018

Aviso a los navegantes: que acabe el tiempo de los faroleros




















Si después del fracaso de la aventura solo queda el recurso al pataleo  -desencadenar violencia para hacerse notar-  el fracaso será doble. La sensación de impotencia que transmitirán los violentos les incapacitará para cualquier diálogo y misión representativa. La credibilidad será nula. La competencia para gobernar  permanecerá en el alero (ya hasta ahora se ha mostrado inoperativa en Cataluña) Los ciudadanos, de cualquier parte del espectro social y político, no se merecen que se les enganche a la autodestrucción. Que no se narre en el futuro como épica lo que no ha sido sino una farsa. Que no se ignore la corrupción que ha manchado a ciertos oportunistas en diversos estamentos y comunidades, sobre la que tienen que responder judicialmente, y que se quiere obviar hoy envuelta en himnos, grandilocuencias, líderes mediocres y banderas inconsistentes. Ya ha habido demasiada post verdad en este país para que se siga fomentando engaño. Que no se nos haga responsables a todos de la irresponsabilidad agresiva de un sector de iluminados o de la insuficiencia política de otros. Las sociedades caminan en otra dirección que no tiene nada que ver con la de los nostálgicos de un mundo que no tuvieron jamás. Salvo que la pobreza, el atraso, el beaterismo y la intolerancia sean un modelo para ellos. Debe acabar  el tiempo de los farorelos, de allí y de aquí. Y de volver a fomentar Política con mayúsculas. La marcha de la historia y de las sociedades no se para por el antojo cínico de planteamientos enfrentados. No se puede admitir que se engendre desentendimiento social, dolor y riesgos de alcance imprevisible. Conmigo que no cuente ni Dios para el guerracivilismo. 


Leído en el instagram de un colaborador de TV3, un tal Jair Domínguez. No sé si es la frustración de algunos o la incapacidad autocrítica, pero parece que interesa el cuanto peor, mejor. Hipócrita y rabiosa frase que en realidad quiere decir que cuanto peor, siempre será mucho peor. Excluye el razonamiento, el diálogo y la decisión de tolerarse unos y otros  Nadie sale indemne del enfrentamiento.


viernes, 23 de marzo de 2018

El miedo al vacío de los ungidos o cuando Carmina Burana sigue siendo tabú para ciertos estamentos
























El grupo La Fura del Baus no podrá poner en escena su Carmina Burana en el exterior de Santo Toribio de Liébana, Cantabria. "Es una obra que escandaliza a los creyentes, no se puede representar al lado de un monasterio", leo que ha dicho el Obispo de Santander. No sé si el exterior del monasterio será propiedad eclesiástica o pública, y si fuera ésta pondría en cuestión el ejercicio de su derecho particular al veto. Pero ya el veto de por sí es una actitud nada aperturista ni tolerante, recuerda los tiempos de Trento, y en nada favorece al espíritu evangélico del que han hecho gala siempre en sus prédicas. Ignoro si lo que les molesta es el montaje, que dudo que lo conozcan, pero seguro que el texto de Carl Orff nunca les ha gustado. Un mensaje tan pagano, tan lúdico y regocijante, tan civil, tan intemporal, tan positivo, capaz de considerar la libertad de la mujer, transmitiendo la idea de vivir el día al día en este mundo sin martirizarse con un más allá, sin dejarse intimidar por la condena eterna. Un mensaje profundamente humano. En fin, uno ve siempre tras estos comportamientos de censura el miedo al vacío  -donde no hay argumentos sólidos queda el pánico a la caída- de los que van de profetas sin serlo, sin profetizar ya nada que no profeticen todos los días y con más acierto los antropólogos, los politólogos, los sociólogos o simplemente los gabinetes de estudios de bancos y empresas multinacionales. Así que he echado mano del texto de la maravillosa Carmina Burana, con esa conjunción tan armónica y divertida de música y palabras y, por lo tanto, ideas y sensaciones, y llego a la conclusión de que parece mentira que a estas alturas cierta gente siga viendo fantasmas, temiendo aquello que ellos otorgan categoría de peligro, pontificando condenas. Por cierto ¿cómo reaccionará el Gobierno de aquella región a la censura anacrónica de una instancia privada?

Adjunto algunas estrofas de Carmina Burana y además el texto aquí para quien desee seguirlo. Mientras me sigo haciendo preguntas, tales...


¿Qué es lo que no pueden soportar? ¿Esto?


Tendero, dame maquillaje
para sonrosar mis mejillas;
así yo podré obligar a los chicos,
quieran o no, a amarme.
¡Miradme,
muchachos!
¡Permitidme que os agrade!

¡Amad, hombres virtuosos,
a las adorables mujeres!
El amor enaltece vuestro espíritu
y hace que vuestro honor resplandezca.
¡Miradme,
muchachos!
¡Permitidme que os agrade!

A ti, mundo, te saludo, ya que eres
tan rico en alegrías.
Yo estaré a tu servicio
por los placeres que siempre garantizas.
¡Miradme,
muchachos!
¡Permitidme que os agrade!


¿O acaso esto otro?


A mi, la seriedad del espíritu 
me parece una cosa demasiado seria; 
la broma me es agradable 
y más dulce que los panales de miel. 
Todo lo que Venus ordena 
es tarea suave; 
ella no habita nunca 
en los corazones débiles. 

Voy por el camino ancho

como es costumbre de la juventud; 
me enredo en los vicios 
olvidado de la virtud. 
Ávido de placeres 
más que de la salvación, 
muerto en cuanto al alma, 
presto atención al cuerpo


O quizás la siguiente estrofa:


Amor vuela por todas partes; 
es capturado por el deseo. 
Los jóvenes y las jovencitas 
se unen merecidamente. 

Si alguna chica no tiene compañero, 

carece de todo placer; 
se mantiene, en la profundidad de la noche, 
en la intimidad de su corazón, 
en vigilia; 
sería algo muy amargo.


No te cuento esta...


Si un chico se quedase
con una chica en la habitación, 
se produciría una feliz unión.
Creciendo el amor, 
e igualmente apartados de en medio,
lejos, los remilgos, 
sería indescriptible el juego 
de miembros, brazos y labios; 
si un chico se quedase 
con una chica en la habitación, 
se produciría una feliz unión. 


Solo se me ocurre decir: aquí Paz y después Gloria, esta aquí también.

T








jueves, 22 de marzo de 2018

Baudelaire el Día después




Llego tarde al Día de la Poesía, que leo por alguna parte que fue ayer, pero como no creo en el Día de casi nada sino en los días, y por añadidura en los quehaceres y en los dolores y en los goces, y aunque parezca mentira aún en ciertas compañías, pues no tuve mayor interés, esto es, que no dediqué más que un ligero pensamiento al tema, para quedarme como estaba. Pero hete aquí, o acaso heme aquí, que Baudelaire me tenía guardada una de las suyas para provocar mi devaneo:

"La poesía es lo más real que existe,
es lo que solo es completamente verdadero
en otro mundo"

Y bien, Baudelaire allana así la poesía, por más que parezca que la sublima. Pues este nuestro mundo considera, estos nuestros hombres que poblamos el mundo consideramos verdaderos tantos fenómenos, acontecimientos, personajes, conductas y leyes, que no hacemos sino instaurar permanentemente otros mundos en el único existente. Lo cual y lo bueno es que hace de este uno diverso, no obstante todas sus facetas crueles mas también satisfactorias, y así transcurren los días de la poesía, como los de los dioses, los de las teorías del progreso, los de todas las Artes, los de la venganza o los de la sensorialidad. Por mi parte, prefiero leer la poesía a salto caprichoso y recreativo, para lo cual días y noches, silla de café o asiento de autobús, ánimo eufórico o bien rebajado, me resultan suficientes. Y como aún no sé en qué consiste la verdad de la poesía mi libertad de lectura, esto es de elección, apunte o disfrute instantáneo, me condesciende. Sigo desconociendo dónde reside la verdad de cualquier manifestación humana. Acaso, si cabe algo de ella, en el puro instinto.



(Fotografía de Étienne Carjat, 1863)

 

martes, 20 de marzo de 2018

Apunte sobre un acertado Baudelaire
















¡Acuérdate que el Tiempo es un jugador ávido
que gana sin trampas, a cada golpe!, es la ley.
El día declina; aumenta la noche. ¡Acuérdate!
El abismo siempre tiene sed; la clepsidra se vacía.


Lo canta Baudelaire (poema El reloj) Démonos por aludidos. Los tramposos somos nosotros, jugadores efímeros, pretendiendo adaptar las leyes del Tiempo según lo que consideramos necesidad y beneficio; tratando de certificar una ilusa propiedad sobre él, que no tiene amo;  llenando los vacíos con otros vacíos acerca de los cuales cuantificar no resulta sino una burla inútil; apostando en partidas que tenemos perdidas de antemano; subestimando del Tiempo su inexorable capacidad y disposición hominicida.



(Foto de Anna Bodnar)


lunes, 19 de marzo de 2018

Plegaria a la línea











Tú, trazo pequeño, naces tímido pero preciso. A semejanza de la luz que te guía y que te quiere como un haz más de los suyos buscas iluminar las fantasías soñadas de los hombres. Allá donde dirijas tus pasos los hombres reclamarán de ti el sentido de una proporción o la forma de un volumen o acaso una simple señal que les dé esperanza. Pero tú serás más que eso, pues no te diluyes en la representación osada de una geometría o en el plano alzado de un edificio o en las pinceladas de una plasticidad caprichosa, sino que permanecerás fiel a tu origen oculto. Moras en cualquier rincón de la tierra y sales al encuentro del hombre. No eres invento humano, aunque los poetas de las imágenes se hayan apropiado de ti. Naces de una tormenta, quiebras con las montañas que taja el cataclismo, te multiplicas en la dispersión de todas las vidas, escenificas la herida de un animal, te revelas en el humilde atrevimiento de una fisura, sabes hacerte cómplice del vuelo de la corneja, creces en la comisura de unos labios, te expandes en la mirada de asombro de unos ojos, te entregas al cayado del pastor que para matar el tiempo dibuja sobre el suelo árido que no le pertenece. Oh, tú, línea humilde y compañera. Circunda mis sienes cuando llegue mi partida postrera. Arrebátame ahuyentando el dolor y la pérdida. Impide que hombres ungidos con la superstición hagan contigo rayas impúdicas sobre mi cuerpo. Te hablaré cara a cara entonces. De principio a fin de mi vida, te diré, no fui sino una línea que se reprodujo en sus mil formas para llegar al principio. Donde no fui.



(Fotografía de Inés González)

viernes, 16 de marzo de 2018

Aquel lejano idus de marzo o el apuñalamiento de César





Yo, Caio Marco Tarquinio, escribiente de las sesiones de la alta magistratura de la República, lo vi y oí todo. Permaneciendo discretamente en una estancia adjunta donde los senadores se acicalan antes de ocupar sus sitiales escuché las últimas palabras de los conspiradores. Poco hablaron y mucho se miraron entre ellos. Hubo algunos gestos, cierto nerviosismo en los más indecisos y un comportamiento extremadamente frío de los que habían optado por la ejecución de César desde el primer momento. Unos a otros se mostraron con disimulo las afiladas armas que llevaban preparadas, alzando discretamente los pliegues de la toga. 

Cuando llegó César, todos aquellos traidores le abrieron paso. Cundieron las sonrisas, los tonos de voz jocosos y hasta tuvieron lugar algunas conversaciones relajadas. No sabría decir si César estaba advertido y fue imprudente o si no consideró graves las informaciones. Tantas confabulaciones se habían producido en Roma que acaso nunca pensó que las ambiciones de los patricios pudieran cuestionar su poder hasta el punto de eliminarlo a él físicamente. Y menos en aquel tiempo en que la prosperidad era más palpable que nunca en la urbe. Los conjurados le hicieron creer hasta el último momento que no había motivos de tensión y ocultaron sagazmente los planes urdidos. Un criado de César llegó a contarme después del crimen que César había recibido una premonición del destino, pero que a propósito la había ignorado. El sueño de Calpurnia en el que veía a su esposo rodeado de sangre que manaba de una de sus efigies de mármol no fue tomado en consideración. No creo en los sueños y si no me han hecho temer jamás los hombres, después de tantas campañas, tampoco me voy a asustar de lo que veas en los sueños, dicen que le había contestado César a su mujer. 

Pues bien, no llevaban mucho tiempo de sesión cuando uno de los senadores ancianos me sugirió que me retirara aparte, pues lo que iban a tratar no concernía a decisiones de gobernación y no debía ser objeto de quedar registrado. No escapaba a mis limitados conocimientos que los senadores más antiguos y de mejores familias no veían con buenos ojos los planes de César de ampliar el Senado e incluir a advenedizos de distintos orígenes que podía suponer una alteración de la influencia de la clase alta. Pensé que iban a discutir distendidamente de cuestiones secundarias, dándose a la conversación precipitada y dicharachera, cargada de chascarrillos y bufas, sobre la que no merecía la pena que se levantase acta alguna. Pero todo fue un ardid. Apenas salí de la sala cuando escuché que César adquiría una entonación severa, como si estuviera exigiendo respuestas a los presentes sobre algún tema de gravedad. Otras voces le plantaban cara, unas con escasa decisión, otras con un estilo de velada amenaza.

No lograba escuchar bien de qué trataban. Entreabrí la puerta de la habitación donde solemos guardar los escribientes nuestro menaje y vi cómo una figura, que no alcancé a ver de quién se trataba, se levantaba de su asiento y se dirigía hacia César haciendo un ademán brusco. César se quejó de aquella aproximación y se sintió molesto por la falta de respeto a su autoridad, pero a continuación el mismo individuo alzó el brazo a la altura del cuello de César. Fue como una orden refleja para otros senadores. Unos se aproximaron a César por la espalda, otros esperaron su reacción para buscarle el torso, dos de ellos fueron a acosarle por los costados. Los filos aparecían, agitaban el aire, se hundían en el cuerpo del hombre, acababan escondiéndose, avergonzados y sangrientos, entre las togas y las túnicas. César daba tumbos y la vestimenta se le iba impregnando del flujo de sus venas rotas. Me pareció que alguno de los asistentes trataba de parar aquella violencia tan visceral como programada, pero volvieron a sentarse y a observar la escena de un crimen que se pretendía simbólico cuando en realidad era sacrílego. César era un hombre de fortaleza y daba la impresión de no acabar de creerse lo que le estaba ocurriendo. A cada empellón que sufría se resistía en la caída. Fue entonces cuando uno de los senadores abrió la puerta junto a la que yo oteaba el suceso. Tenía en la mano una espada corta, de empuñadura áurea, cuyo filo estaba manchado por la sangre de la víctima. Me sujetó del brazo y me dijo: tómala tú ahora. Empuña este arma con el mismo brío con que usas el cálamo para registrar los acontecimientos y hacer poesías de encargo para los enamorados. Así servirás con dos armas paralelas a la liberación de Roma. Yo, Caio Marco Tarquinio, sobrenombre que oculta uno más modesto proveniente de una provincia meridional y pacífica, la tomé aterrorizado para dejarla caer a continuación. Doy fe que manché mis manos con la sangre de César sin haber tenido complicidad alguna en el crimen. Lo que vino después...


(Aquí se interrumpe la relación que el autor, cuyo origen no se conoce con precisión, hizo como testigo directo del asesinato de Julio César en los Idus de marzo del año 709 de la fundación de Roma. Traducción del latín de D. Fackelius)



(Dibujo de Laurent Pécheux)



jueves, 15 de marzo de 2018

Esta semana ha resucitado El Caso







¿Por qué les gusta a muchas personas, demasiadas, asomarse a los crímenes de los demás? En parte por morbo, lo cual puedo entenderlo aunque ni su ética ni su estética banales, por más que la ironía de De Quincey o el sarcasmo de Aub lo aireen, eleven al ser humano que dicen que llevamos dentro. En parte porque nos gusta convertirnos en policías y jueces, cuando no en forenses, pues ya se sabe que estas funciones no son solamente institucionales, sino que las portamos cada cual con mucho ahínco y las dedicaciones profesionales no son sino reflejos de nuestras exigencias. En parte también, en mucha parte, porque los crímenes que suenan suelen estar un tiempo, hoy apenas unos días cuando no unas horas, en boca de todos, y quien no habla de ellos parece un tonto desinformado. El morbo inherente a la contemplación, en directo o en distancia, de un crimen nos conduce a ensoñaciones con su regusto malsano pero apetitoso. Sentirnos parte del sistema policial y judicial nos lo pide el cuerpo, pues creemos tener visión de investigar y capacidad de procesar, según nuestros estereotipados y pobres criterios, a la majestad más alta y al mendigo más desgraciado, si llega el caso. Aunque también hay que precisar que libramos más al primero y nos cebamos con el segundo (y no te cuento si es el último de la fila social) Y además, ¿a quién no le gusta alardear de que está al tanto de la actualidad y que lleva dimes y diretes al prójimo?

Estos días, con ayuda de los conspicuos y dudosamente éticos medios de comunicación, circula información continua sobre un miserable crimen (¿hay alguno que no lo sea?) sobre quien más o quien menos se emite opinión alegremente. La capacidad de las televisiones y radios, sobre todo las primeras, para vender la misma noticia, incluso sin avances, de una manera constante, emitiendo juicios de valor, predisponiendo a que el receptor tenga a priori los criterios que las cadenas quieran y sobre todo que los reelabore conforme a sus propios prejuicios y adoptando un papel que no le corresponde (el de investigador o juez), removiendo y manipulando los sentimientos no siempre sinceros de los individuos, configura ya una opinión generalizada que aterra. Sucede en cada ocasión que un crimen conmueve a la sociedad, como dicen los media. Escucho de todo estos días. No hay persona del entorno del crimen que quede libre de sospecha. No se respeta en muchos casos la presunción. Se quiere saber los motivos con avidez, como si el tema de un asesinato no fuera delicado y en un sistema judicial como el nuestro digno de ser tratado conforme a una investigación con garantías y unas leyes penales aplicadas con justicia si cabe. Se ignora una vez más la división de poderes y la del propio estamento judicial, por no decir la ignorancia supina sobre los pasos de un procedimiento. No quiero hablar ya de la masa en la calle pidiendo venganza en lugar de justicia, exigiendo modificaciones en el código penal sobre las que no tienen ni pajolera idea los voceadores, o de ciertos políticos insanos, lenguaraces y oportunistas que aprovechan el tirón de la desgracia para cosechar con inmoralidad evidente unos frutos electorales a cuenta de la miseria y el dolor que un crimen sume a familias y marca duramente a la presunta ejecutora.

Antiguamente lo que corría de boca en boca se renovaba lentamente, se inventaba y reinventaba por efecto rumor o por el simple traslado que implica siempre que degenere la información. Los españoles tuvimos, además de los boletines o partes informativos de la Radio Nacional instalada por el régimen, o la prensa habitual de provincias, aquel semanario sumamente populachero, que mi madre se negó siempre a que entrara en casa, titulado EL CASO, íntegramente dedicado a los llamados sucesos, es decir accidentes, crímenes, robos, etc. Por cierto, en muchos casos, valga la redundancia, la información aparecida en ese periódico era la más aproximada a los hechos. Supongo que habría una colaboración entre periodistas y policías y se harían favores mutuos (las películas de Hollywood suelen reflejar muy bien esto)

Estos días, EL CASO, versión diversas cadenas de TV, resucita con horas de telediarios, tertulias y programas especiales. La audiencia como producto y beneficio de mercado se impone a la supuesta noticia. Influye de manera desorbitada, la gente entra al trapo (en los bares los clientes se cuelgan de las noticias del crimen) y cada españolito se entrega a saber más que nadie de motivos de la criminal, de las penas que deberían aplicarse, de las circunstancias de una familia que hasta ahora e incluso ahora le habían sido ajenas y donde no deberíamos inmiscuirnos. Pero...ay, España, se me ocurre lo del tango, que sesenta años no son nada, que febril la mirada...sobre el vecino, observando más la mota en el ojo ajeno que el clavo en el propio. Y es que a veces tiene uno la sensación de que hemos evolucionado lo justito. Que no nos toque de cerca un crimen jamás.



martes, 13 de marzo de 2018

Amores efímeros. Los dioses y los héroes también aman
























¿En qué momento Ariadna se enamoró de Teseo? También cabría preguntarse: ¿De qué manera sedujo Ariadna al héroe? O acaso, ¿cuál fue el gesto de Teseo que prendió en el alma hasta entonces apática de la tejedora? O incluso, ¿qué interés perseguían ambos para despertar entre sí pasiones mutuas? Y siendo menos emotivos y más maniqueos: ¿quién necesitaba a quién y con qué clase de intención utilizó la vía sentimental? Vayamos más allá, dijo el profesor con un tono enigmático, y piensen en lo siguiente: ¿fue el laberinto el verdadero motor de sus afectos o simplemente la excusa para que ambos personajes ejecutaran sus designios?

El profesor, paseando entre los pupitres de los estudiantes, no cesaba en sus preguntas, no dirigidas a nadie en concreto. Luego, giró sobre sí mismo, en una pedante y satisfecha creencia de haber generado dudas no solamente para los alumnos sino cara a las posibles versiones de los mitos. Tareas ambas bastante inútiles, pues es sabido que el interés de los jóvenes estudiantes dura apenas lo que tardan un pensamiento o una información en ser emitidos por el profesor. Y sobre los mitos qué decir sino que las versiones son múltiples, que algunos apenas se sujetan a un eje que parece sólido pero que se desdobla en una deriva de acontecimientos y personajes que resultan incontrolables hasta para la mejor tradición de los exégetas. Teseo fue un manipulador, dijo un alumno avezado en el conocimiento de los mitos. Su obsesión era ser héroe, para lo que tuvo que seducir a Ariadna y matar a Asterión. Una opinión posible, pero acaso insuficiente, dijo el profesor. Fue ella la manipuladora, exclamó una chica desde la última fila. Ya antes había estado casada con Dioniso, el dios festivo, al que traicionó deslumbrada por el porte del efebo. Ciertamente, esa versión corría así mismo en la Antigüedad, replicó la autoridad de la clase. Si fue de ese modo, también lo pagó, pues Teseo era un caradura que la dio esquinazo, soltó el chico jocoso, y Ariadna pasó de ser abrazada por el héroe a serlo por la espuma de las playas de Naxos. Todos rieron y el profesor participó de la agudeza del joven. Luego increpó al alumno indolente, que gustaba de contar historias personales como si fueran antiguas y viceversa. ¿Qué piensas tú de toda esta historia? Aquel gandul, que aparentaba apático y desinteresado, tenía guardado su propio relato. Nos han contado que Dioniso se la encontró al despertar del sueño y que entonces nació un amor entre un dios y una mortal, ya se sabe, esa clase de amor que nos gustaría vivir eternamente a los humanos, no sé si para que nos lleven al Olimpo o para que nos garanticen la vida. Aunque vaya usted a saber si se trató de un encuentro fortuito o de un reencuentro, pero fuera lo que fuera el dios se llevó a Ariadna a su terreno inmaterial, porque vivir el amor y el éxtasis es algo tan infrecuente como inmaterial, ¿no? La clase rió, pero el profesor no podía descalificar una versión tan posibilista o más que las anteriores. Luego trató de hacer una síntesis de interpretaciones. Vamos, ustedes son mortales de poca fe, dijo con sarcasmo. No quieren creer en el amor como motor de los mitos, digamos que son escépticos. ¿Acaso no hemos progresado en las artes amatorias desde que la tradición oral acuñase los relatos de dioses, héroes y mortales insignificantes? La más joven de las alumnas, que pasaba por ser una superdotada incapaz de adaptarse al ritmo monótono del resto de la clase, bostezaba recostada de mala manera en el último rincón. Despierte, Ariadna, dijo el profesor a la somnolienta. Este tema debería interesarla, le dijo sin ocultar su decepción. Ella le miró con cierto cinismo. Qué puedo decirle, exclamó pausadamente, sino que usted no es Dioniso, por más que ande buscándome las vueltas con sus miraditas y veladas sugerencias, mucho menos Teseo, pues no le veo madera de héroe aunque se pelee cada día con todos nosotros, ni yo estoy abandonada en playa alguna. Además, usted no tiene ni idea de cómo acabó aquella historia, si es que alguna vez hubo terminado. ¿O aún no le han explicado los más doctos que le dieron el empleo que el papel de los mitos es reproducirse sin fin y emprendiendo nuevas aventuras?, apostilló con sorna. Claro que la historia sigue abierta. En sus manos está que quiera darla un vuelco.  
   


domingo, 11 de marzo de 2018

Pan y rosas. ¿De verdad vamos marchando?




















Hay que ver lo que dicen las encuestas sobre lo quieren los españoles en materia de elección política. No me asombro de nada ya. Preferible no tomárselo más en serio de lo que es. La democracia descarriló hace tiempo, si es que alguna vez fue algo más que un pacto entre caballeros. Entre caballeros de dinero y caballeros pobres, por supuesto, y no sé hasta qué punto honrados. Porque no engañarse, hermanos, si solo se aspira a un juego de turnos de poder nunca se irá más allá de la oferta y demanda de lo que llamamos vagamente sistema, pero que es algo muy concreto. ¿Se puede ir marchando, como cantan en Bread and Roses, con un panorama político como el que auguran las encuestas? Las encuestas revelan preferencias, dicen los propietarios de los medios que pulsan la opinión. A mí me da la impresión de que revelan también la manera de pensar y de no pensar que tiene nuestra sociedad. Revelan que nos regimos en política como en un concurso, una rifa, un deporte. Por preferencias de moda, de gustos superficiales, de quiero a este porque no me gusta ya el otro. Bonita manera de pensar. ¿Pensar? Pensar exige recabar información y datos, reflexionar y tener perspectiva de futuro con arreglo al lugar que ocupas en la sociedad como individuo. Considerar las referencias y mantener aspiraciones de superar las dicotomías, no me atrevo ya a decir las injusticias porque nadie habla ya en estos términos. Así que se volverá a repetir lo de siempre. El pobre votará al rico o al que representa a este y...¿pero qué digo? ¿Que las cosas no son tan simples? No, pero que alguien me aclare si hay por eso más inteligencia. El rebaño se deja llevar por los cantos de sirena, bueno de ácaros más bien, las sirenas eran hermosas al menos para nuestros cánones. Y en la política hace tiempo que no hay belleza ni profundidad alguna. Solo superficialidad y seducción publicitaria. ¿No habéis visto cómo crecen los rostros y nombres juveniles en todos los partidos para aparecer en los medios? Digo esto sin desmerecer a personas jóvenes con talento y preparación, que las hay. Pero en la política ad hoc creo que domina la competencia fashion. ¿Dónde la sabiduría de los ancianos? ¿No tiene ya espacio en los gobiernos de nuestras tribus? Con nuestro pan nos lo comamos. 


Escúchese, si se quiere, esta bella canción de la película Bread and roses (Pan y rosas), donde frente a una derrota más hay también un hilo de esperanza.  







sábado, 10 de marzo de 2018

Ejercicio de estilo: la calidad de la miseria (aquí y en Guta)



 MISERABLES

¡MISERABLES!




He aquí una palabra aparentemente inmutable. Recorres sus diez letras latinas de izquierda a derecha y estéticamente se trata de la misma; idéntica forma, tamaño, estructura. Pero no significa lo mismo cuando queremos utilizarla para precisar algo: una calidad humana, una manera de ser personal, una condición social, una valoración objetiva, una constatación de estado anímico. De pronunciarla lo tendríamos más cómodo, más evidente. Simplemente nuestra cadencia de voz o nuestro énfasis ya situaría de qué clase de miserables hablamos cuando nos referimos a los miserables. Una entonación serena, una pronunciación benevolente o una afinación iracunda situaría nuestro punto de vista sobre el objeto. Sin embargo en la escritura se nos exige algún matiz diferente, y lo descubrimos a través del contexto de una frase, del enunciado de un párrafo. Del texto. Ahí hallamos su sentido. Pero, ¿qué hacer cuando apenas hay contexto y nos apremia un posicionamiento urgente ante una imagen externa, como si nos exigiera una definición? Ah prodigio de la bella lengua -tanta belleza hay en una lengua- es en ese momento de la redacción cuando viene en nuestra ayuda un signo. Un elemento que no es letra pero que viene a aportar significado a las palabras anteriores, que tiene vida exclamativa propia. Esa especie de monolito rematado por un bolo que desde su emersión o su inmersión verticales abre y cierra la carga de la palabra o de la frase, desatando la furia de la naturaleza expresiva. Admiren al signo de admiración. Utilícenlo para manifestar alegría, gozo, sorpresa, descubrimiento, reencuentro. Hagan una loa a un signo que no debe morir jamás, porque el día que lo haga habrá muerto nuestra capacidad de asombro, nuestra disposición a maravillarnos, nuestra reacción indignada ante lo que no nos gusta. Eso sí, no olviden de aplicarlo con plena libertad donde consideren de uso debido o de necesidad de desahogo emocional ante tanto miserable que nos quiere fastidiar la existencia.

Denominación del adjetivo en el Diccionario de la lengua española:



miserable

Del lat. miserabĭlis 'digno de compasión', 'lamentable'.
1. adj. Ruin o canallaApl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. Extremadamente tacañoApl. a pers., u. t. c. s.
3. adj. Extremadamente pobreApl. a pers., u. t. c. s.
4. adj. Dicho de una cosaInsignificante o sin importancia.
5. adj. Desdichadoabatido o infelizU. t. c. s.



He dudado sobre qué foto poner aquí relacionada con el caso , si una del entorno patrio o de un lugar más lejano. He elegido la del territorio más lejano porque creo que allí, en Siria, ocurren cosas mucho más graves e irreparables que en la finca hispana para la consideración del vocable miserables y porque ya la cosa no puede ir a peor. Aunque puede que para el exterminio no quede mucho.  




Rescate de víctimas de un bombardeo en una población de Siria.



viernes, 9 de marzo de 2018

Otras miradas para el día después




Las miradas de la mujer tienen que ser otras. No porque no las tenga, sino porque se las dejen tener. Al día de rosas que fue ayer, en cuanto celebración multitudinaria y reivindicativa en muchas partes del mundo, le seguirá el pan del día siguiente, el cotidiano. Es decir la condición laboral no igualitaria, la doméstica no compartida, la de la calle acosadora, la del sistema de relaciones que no respetan. Me resultó curioso, al tenor de las noticias, que los países donde hubo mayor respuesta simbólica a los problemas de la mujer fueran España y Turquía, el primero con un gobierno bastante insensible, el otro con un régimen prácticamente dictatorial, y ambos con influencias religiosas aún muy retrógradas y encorsetadas. Y con un sector de hombres que todavía no se ha enterado ni quiere enterarse de que si el mundo cambia de base viene por una integración plena de la mujer, aunque salten los roles, escueza a la comodidad de muchos y produzca resistencias entre las ideologías del control social.

La fotografía de esta mujer mexicana es de José Luis González para Reuter, tomada de Le Monde. Que el icono deje de ser el de la mirada terrible, que se apague el reflejo, que vida y dignidad son una sola. O pereceremos todos.





jueves, 8 de marzo de 2018

Érase una vez que se era, érase una vez que será

























Lo dicho: que sea solo un cuento cuanto aconteció y cuanto aún acontece.




(Cartel de José Antonio González Llamazares)





miércoles, 7 de marzo de 2018

Hablan las minoicas
















Sabemos que por territorios del Oriente y del Septentrión se cuentan fábulas sobre nosotras. Que si somos sirvientas reales, que si bailarinas cortesanas, que si hetairas que iniciamos a los jóvenes guerreros, que si sacerdotisas del templo. Algunos difunden historias más enrevesadas sobre nuestra condición. Y así van diciendo que somos esposas rechazadas porque no queremos dar hijos para la patria. O que hemos despechado a varones porque no sabían amar. Incluso han llegado a difundir que somos despreciables viudas de héroes caídos en la guerra, a los que no hemos guardado el obligado duelo. Para otros somos mujeres que no envejecemos nunca, a las que se nos permite una vida de lujo y de cuidados. Hay quien dice de nosotras que llegamos de una lejana ciudad sabia, que nadie sabe situar,  para enseñar las artes y los conocimientos de la construcción. Muchos nos ven como hijas de la pitonisa de una isla que fue destruida por la furia de la tierra y que portamos el don profético de aquella anciana. Incluso ha corrido la voz de que tenemos un origen nómada y con nuestra llegada hemos  introducido en este reino el sentido lúdico, la poesía y el canto. Pero a este lado del océano, entre los habitantes de la ciudad que hemos levantado durante días y noches, persiste la confusión sobre las damas de morenos rizos. No nos dejamos ver con frecuencia, pero tampoco nos escondemos. Sobre las leyendas que se han tejido no falta quien nos admira pero abunda quien nos denigra. Muchos desean conocernos pero a la vez temen encontrarnos. Suscitamos atracción, pero somos causa de envidias. Cuando aparecemos en las fiestas que tienen lugar en el alegre palacio deslumbramos a los funcionarios reales y a sus esposas. Se suscitan celos entre los generales y los sacerdotes no se atreven a levantar en público su palabra contra nosotras. Los ancianos nos contemplan con mirada lúbrica y los adolescentes pugnan por hacerse notar cuando desfilamos. Las mujeres nos ponen sonrisas pero nos buscan los defectos. Unos y otros nos desean y nos odian a partes iguales porque no nos pueden tener.   

Muy pocos conocen que somos en realidad las amantes de Asterión.   



(Friso pintado del palacio de Cnossos, en Creta)


lunes, 5 de marzo de 2018

Zadig o el destino o la felicidad inalcanzable (metáfora de Voltaire)





















Zadig busca constantemente salir airoso de las situaciones complicadas. Es un hombre bondadoso, inteligente y que hoy llamaríamos sumamente positivo. A su temple añade razonamiento e ingenio. Puede verse inmerso en la mayor de las desdichas y sin embargo consigue elevarse por encima de ellas o hacer que otros superen el infortunio. Primero medita, luego afronta incluso lo más complejo y enrevesado, sea por la vía del cara a cara o por la de la huida prudente. ¿Solo con lógica? No, el azar -otros lo llaman destino- se brinda casi siempre con posibilidades de superación. Llega en ayuda del audaz. Hay que estar atento o coger la alternativa al vuelo, que a veces es a través de un consejo, en otras ocasiones por el tropiezo de quien va a hacer el mal. Pero, ojo, de la misma manera que el azar, cuya mano ejecutora son otras personas o acontecimientos que aparecen de pronto en el camino, proporciona la vía de sobreponerse a lo aciago también ofrece continuamente lo opuesto: depara nuevos conflictos, inesperadas pérdidas, riesgos extremos. La historia de Zadig es nuestra historia personal. Una concatenación de factores donde al paso adelante nos espera uno o dos atrás. A un logro se nos puede sumar otro o bien su vuelta, el error de cálculo o el fracaso en la apuesta. Lo que por una parte da la vida por otra se nos quita; lo que obtenemos no dura eternamente. Perseguimos afianzar el bienestar pero se agazapa detrás la consunción.  Vivimos haciendo planes que pueden quedar desbaratados cuando menos lo esperamos. El destino habita entre nosotros y participamos activos o pasivos al labrarlo. Y ¿cuántas veces conseguimos que se ponga de nuestra parte? Como a Zadig, que cada vez que supera una prueba incierta cree estar a punto de lograr la felicidad, nos obsesiona ser felices. Pero la existencia es imparable, no se detiene para garantizar dones, propiedades, compañías y amores. Zadig está en movimiento permanentemente, unas veces por salvar la vida, otras para llegar hasta la persona amada, otras por restablecer su honor denostado por los malvados, otras por hacer el bien incluso afrontando batallas. A Zadig, como a cada cual de nosotros, se le sirve la metáfora en el plato de una realidad que nos cuesta interpretar. Tal vez sea por ello que Zadig reflexiona con frecuencia: "¡Qué difícil es alcanzar la felicidad en esta vida!"

Zadig o el destino. Historia oriental es uno de los más hermosos y aleccionadores cuentos de Voltaire. Te da la impresión de estar leyendo un relato de Las Mil y una noches. Pero el cuento de Voltaire no es la tradición oral de la noche de los tiempos persas, sino del siglo de la Ilustración, con todo su bagaje constructivo y racionalista. Yo lo he leído en una admirable traducción de Mauro Armiño en la edición de Siruela de 2006)




(Imagen: Pintura minoica del palacio de Cnossos, en Creta)


sábado, 3 de marzo de 2018

Hablan las cicládicas


Miradnos, contemplad nuestros cuerpos. ¿Qué tenéis que decir de nuestra gravidez? ¿No la encontráis bella? No nos veáis como diosas ni como meros objetos votivos sino como el reflejo de la necesidad. Los humanos de nuestra cultura nos hicieron para auspiciar la procreación, también para bendecirla. ¿Nos consideráis impávidas? Romped los cánones, traspasad la oscuridad de los siglos, libraros de los prejuicios, derribad la creencia en una única verdad de la representación expresiva. ¿Os asombra que no seamos simples geometrías y que tampoco nos manifestemos figurativas? ¿Os confunde que la abstracción de la que procedemos haya incorporado atributos? ¿Os admira que los atributos nos hayan dotado de movimiento? Desviad vuestra mirada equívoca y no busquéis lo que os parezca una actitud común a cada una de nosotras. Pues todas somos diferentes. Comprobaréis que la rigidez es un engaño. Que la expresividad facial no es esencial. Que nuestro cuello hace avanzar el cuerpo entero, que nuestros hombros alientan una pose, que nuestras piernas sostienen la serenidad que nos caracteriza y que dan el paso ofreciendo la vida. No escondemos los brazos ni las manos, ni penséis que al cruzarlas se trata de una actitud sumisa. Sujetamos la energía que nos hace libres. No os sorprendáis de que nuestros pezones hablen y de que nuestro vientre se conmueva.  Ni que la piedra fría se vaya dotando del calor que generamos desde nuestras vísceras. A poco que escudriñéis con ojos inquisitivos observaréis esbeltez y, aunque no lo digáis, sabemos que os agita un nervioso y recóndito deseo de haber sido paridos y amamantados por nosotras. Aquí estamos las cicládicas. Nuestra expresión formal es una cortina protectora tras la que habitan las mujeres de siempre. Que vuestra mirada no pierda la pureza del niño. Ni os desviéis tampoco del disfrute que reclama para vuestros propios cuerpos la saturnal llamada.