sábado, 2 de diciembre de 2017

Apunte sobre una secreta celebración de ayer















Ayer celebré en la parte luminosa de mi interior la fecha de nacimiento de un hombre sin el cual yo no estaría aquí. Cuando vivía él, la sagrada familia celebrábamos aquel evento con una comida casera -menestra, pollo asado, postre de crema-  extraordinariamente cocinada por la madre, que de ese oficio sabía bastante. Esperábamos a que él llegara de trabajar al mediodía y disponíamos la mesa en aquel espacio donde prácticamente se hacía toda la vida, la cocina, al calor de la bilbaína cebada por un buen carbón. Más allá, y como mucho, había el regalo de una corbata o una colonia (de pronto recuerdo que una vez unos gemelos) 

Los rituales que conocí en mi infancia eran sinceros, auténticos y sin alharacas. No dudo que tras la celebración de cumpleaños de cada miembro de la familia -se daría en todas las familias supongo- hubiera un reconocimiento al carácter de la institución que tanto elogiaban y tan ardorosamente defendían los clérigos. Pero creo que lo percibíamos de otro modo. Era ante y sobre todo la defensa de la supervivencia del pequeño clan, algo más puro e instintivo. El grupo familiar resistía las acometidas de la modestia en aquella España maltrecha, los límites, las escaseces, las dificultades y cualquier otro golpe inesperado o no de la vida, y lo valoraba de una manera especial en los cumpleaños. 

Ahora me queda solo el recuerdo de un tiempo desaparecido pero no borrado. Traerlo a la mente, sentir una fecha, poner imágenes imborrables es valorar al hombre o a la mujer sin los cuales, ya digo, uno no estaría aquí. Reconocer el mérito de la obra biológica y, matizando, obra eminentemente humana. Curiosamente, mientras vive el padre sientes más o menos la necesidad y el impulso de matarlo, como dice el psicoanálisis, y ahora que no está te gustaría ser demiurgo para hacerlo resucitar. Y aprender todavía lo que no aprendiste de él. En este sentido, también fue simbólico por mi parte que invocara saludablemente al hombre desaparecido. Alcé una copa real, nadie de mi entorno se dio cuenta, y como si fuera un canto le eché de menos (¿será que no llegué a matarlo del todo nunca?), en un gesto tal como dicen aquellos versos conocidos de Berceo que hoy me apetece citar:


“Quiero fer una prosa en román paladino,
en qual suele el pueblo fablar con su vezino;
ca non so tan letrado por fer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino”.



(Fotografía de Isabel Gómez)

18 comentarios:

  1. El mejor recuerdo es el citarlo por aquí.
    Bebo junto a ti.
    Salut.

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    1. Uno no puede traicionar nunca la memoria entrañable. Brindemos.

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  2. Te honra el reconocimiento de tu/s padre/s.

    Saludos

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    1. Gracias. Esa intensidad fiel llega con los años. No son solo recuerdos, sino también y sobre todo preguntas (muchas de ellas que no se hicieron en su momento) Un saludo.

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    2. Mi caso como unigénita es muy diferente pues nuestra relación fue psicológicamente exhaustiva y quedé saciada. No siento que nos quedara nada en el tintero a la hora de despedirnos. Seguí su ejemplo con mis hijos además de memorias escritas de tiempos que no conocieron, aunque me consta al respecto la realidad del terrible refrán dictado la inversa ese de: "dios da pañuelos a quien no tiene mocos". Eso ocurre entre mi descendencia ... Jajj la única mocosa aquí aun presente pero con pañuelos en abundancia "pa jartarse" a moquear.

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    3. Claro, supongo que cada uno tiene una experiencia diferente con los agentes del pasado y del presente y con los que encarnan el futuro...pues ya se irá viendo.

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  3. Un gesto hermoso, Fackel.

    Un abrazo y Chin Chin!!

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    1. Poco se puede hacer salvo recordar. Gracias, Carmela.

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    1. Una manera de corresponder, aunque insuficiente ya. Gracias, Neo, a la espera de tu post tarjeta de felicitación, jej.

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    2. Estoy en eso. El 8 lo subo, si todo sale bien. Espero no defraudar jeje

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    3. Seguro que no. Y el aliciente de vernos en otro tiempo y otro cuerpo es un valor añadido. Salud.

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  5. Seguro que tu reconocimiento silencioso llegó a tu padre, de alguna forma la energía -que ni se crea ni se destruye- pervive en ti y en alguna parte, o en toda, de los universos conocidos y desconocidos.

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    1. Me haces recordar aquellas frases lapidarias que a veces en nuestra díscola juventud recibimos y entonces menospreciábamos o nos irritaban sobre manera. Algún día te acordarás de lo que te dice tu padre o de tu madre, por ejemplo. Y si ahora se enterara desde esa oscura y difusa energía que mencionas, pero que en ningún modo es él ni soy yo, pero haciendo ficción podría responder: A buenas horas, mangas verdes. El castellano duro y hondo le salía espontáneo. No sé, esto que hago a veces son ejercicios que considero sinceros pero también divertidos. Tengo muy clara la frontera entre lo que es y lo que dejó de ser. El recuerdo, el ejercicio de la memoria es el último vínculo, que dura lo que uno dure. Gracias, Amaltea.

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  6. Poco a poco, digamos, año a año, he ido dejando de lado las tradiciones familiares, y sociales; menos peso, menos obligaciones. Más individualismo y ostracismo.
    Pero así me salió la vida.

    Saludos,

    J.

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    1. No sé hasta qué punto abandonamos y abrimos la puerta a la melancolía. Saludos, J.

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