viernes, 8 de diciembre de 2017

Amores efímeros. La diosa





















Yo era aún niño. Cruzaba con mi padre y mi hermana Ann por Whitehall Court a la altura del pequeño monumento al soldado gurka, cuando ella bajó precipitadamente de un Austin FX4, el taxi que hacía furor entonces. Sonrió espontáneamente y pidió disculpas por estar a punto de tropezar. De pronto se detuvo, miró sorprendida a mi padre y acarició mi pelo zanahoria. ¿Son tus hijos, John?, dijo mientras ensortijaba sus dedos con mi flequillo. Me pareció que tenía una boca pequeña, ligeramente ovalada, a juego con unos ojos que a mí se me antojaron salidos de una escultura hindú. Debe ser una diosa viva que ha venido a habitar Westminster, pensé. Son mis hijos, respondió al fin mi padre, lento y con aire aturdido. Ella, sin embargo, se mostraba ágil y parecía contenta de encontrarse con mi padre. Hacía tanto que no sabía de ti, llegó a decir. La última vez en el pub de Arnold, balbuceó John. Estuvo bien aquello, dijo la mujer. Demasiado bien, asintió mi padre. Desde entonces nada ha sido igual; hayas oído lo que hayas oído nada ha tenido el mismo sentido desde nuestros días, comentó la mujer acercándose remolona a él. Sentí insegura la mano de mi padre, que me sujetaba débilmente. Ella es Christine, nos dijo de pronto a Ann y a mí. La conocí en la época que frecuentaba el ministerio. Una época muy especial, ¿verdad, John?, confirmó Christine. 

Tenía un cuerpo ligero, ni grueso ni frágil, y al hablar enderezaba la melena con un ademán coqueto de su mano, como si no quisiera que aquel rostro luminoso permaneciera oculto en ningún momento. Al menos para que no se extraviara a la mirada de mi padre. Ann y yo nos apartamos hasta la base del monumento al gurka, apenas dos metros, pero la conversación de mi padre y de Christine se difuminaba allí. Yo había visto tantas veces al asiático de fusil y bayoneta que estaba más pendiente de lo que hablaban los mayores que de atender a mi hermana. ¿Volverías a intentarlo conmigo?, oí que ella exclamaba contundente, casi exigiendo a mi padre algo que yo no lograba interpretar. No ha habido nadie después. He tenido que salir adelante, nada más, incluso creándome problemas. No soy esa que se dice por ahí. Mi padre farfulló algo que no logré entender y ella le sujetó la mano. Era una manera de agarrársela muy particular, apenas se la rozaba, y me pareció que jugueteaba con su muñeca. John extendió entonces la mano y dejó que sus largos dedos flotantes fueran acariciados por Christine. Los viejos amigos son los mejores siempre, pensé.

Dejé a Ann tocando los ramilletes de flores que había a los pies del monumento y me aproximé despacio hasta mi padre y su amiga. No es fácil, lo entiendo, dijo ella, pero aún tenemos una oportunidad. La que nos merecemos. Siempre creí que lo que una vez vivimos fugazmente no se había terminado. Que había una puerta abierta en el destino de ambos. Me pareció que el rostro de mi padre era otro, como si la luz de los ojos de Christine invadieran los suyos, de por sí tristes y algo apagados. Mi padre dijo tembloroso: poco podría ofrecerte a estas alturas. Ella cogió entonces ambas manos a mi padre, exhibió una seriedad tierna, y le respondió: siempre podrás darme lo que no he encontrado con nadie más. Ah, se me ocurrió ingenuamente, también los amigos de toda la vida se pierden entre ellos y tienen la oportunidad de recuperarse. 

No volví a ver a Christine. Jamás supe si John volvió a encontrarse con ella. Pero desde aquella mañana de fría primavera mi padre fue perdiendo lentamente el sentido de la alegría. 




(Christine Keeler fotografiada, 1963. Falleció el pasado lunes a los 75 años)


12 comentarios:

  1. Guapissima¡¡...quién no pierde la cabeza ?
    Quién puede tirar primeras piedras...?

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    1. John la perdió. La hipócrita moral inglesa de entonces la tomó con ella. Entre la prensa amarilla, que yo creo que era toda, y la política de los laboristas fueron en tromba contra sus amoríos y contra su persona. Creo que suscitaba envidias y deseos por doquier.

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  2. leí que habia muerto. Tenia lo que los ingleses llaman el 'knack'

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    1. Arte y habilidad, sin duda no le faltaron. Fue un personaje que salió mucho en los periódicos españoles y muchos nos asombramos. Todo lo que llegaba de fuera tenía otra luz, no obstante sus oscuridades.

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  3. Narración magistral de una situación que sin dudas marcó a los personajes de la historia, a acada quien a su modo. Ella jugaba con arma de doble filo, sin dudas, al mostrarse así frente a los hijos de él.
    Tengo que confesar que tuve que recurrir a google para saber los pormenores de la historia y los personajes. La desconocía totalmente.
    Un abrazo

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    1. Fue un acontecimiento que me pilló en la adolescencia pero sobre el que salió bastante en la prensa española. Por supuesto, de entonces yo no sabía pormenores y aun ahora no todos están claros. Pero las fotos publicadas en los diarios se le quedaron grabadas al niño cambiante de aquel tiempo. Naturalmente lee el texto por libre, nada que ver con lo que tuviera lugar en la vida de aquella mujer. Es como un homenaje a una circunstancia más que te llama la atención a cualquier edad, sobre todo cuando empiezas a descubrir los vericuetos de la vida.

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  4. Acabo de darme cuenta de que yo nací el mismo año en el que ella hizo temblar al gobierno británico.

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    1. Otros se dejaban deslumbrar en aquel momento, el tiempo es ansí o asina, que dirían nuestros abuelos. Pero hubo manos oscuras que aprovecharon las circunstancias para que Downing Street temblase.

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  5. Una bellísima narración; por el tema y tu forma de expresar los secretos del alma, tiene un tono poético muy logrado. Hay amores que dejan huella.

    Un abrazo.

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    1. Sobre todo cuando tienes diez o doce años. A veces lo que viene después es una proyección del primer impacto. Gracias por tu comment, Fanny.

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    2. Muy acertada tu sugerencia a Fanny, pero hagámoslo extensivo. Por dicho motivo, entre otros, ando tan aterrada que no me queda más asidero que intentar acercarme a las estrellas...pero se encuentran tan lejos y con tanta materia oscura por medio, en un sentido mucho mas amplio que el oficial, que todou me da demasiado mal fario.
      Si todo es mental, si el placer y la vida (buena o mala) se trata de un sueño, me parece que voy procurar cambiar mis planteamientos para no tener pesadillas.

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    3. Inténtalo y busca espacios o márgenes donde puedas. La imagen literaria del sueño es muy potente, pero ojo, que el dolor no es nada onírico y causa estragos en el doliente humano por mucho que desee soñar. Todos lo sabemos.

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