martes, 12 de diciembre de 2017

Amores efímeros. Die stille














Antes de que sonara Bach sobre la nieve de madrugada yo esperaba. Antes de la nieve mi cuerpo estaba seco y rígido, y mis ojos se advertían cegados de tanto mirar la oscuridad. De la oscuridad brotó la llama de la nieve, porque la nieve no es blanca y crepitaba cuando ambos bebíamos de ella. Bebíamos a cuatro labios y nuestra boca nunca estaba fría. Veníamos de la frialdad porque el desierto es helador cuando se habita en él. Pero nunca conocimos juntos la noche del desierto, porque nos atraía el calor de la nieve. La nieve no dejaba atrás pisada alguna cuando atravesábamos la madrugada, sino el desvelo excitado de dos nombres. En el desvelo nuestros nombres se apareaban como escorpiones y la noche duraba el tiempo de su propio silencio. Los escorpiones también gimen, decía tu nombre. Pero no se les oye, exclamaba el mío. La nieve era negra y la noche toda era tu voz. Bach sonaba entonces a través del cauce mineral de mis venas, en cuyo interior la nieve se deshacía lentamente. Yo abría mi boca y engullía tus palabras urgentes de nieve. Tú entrabas hasta mi insólita profundidad para que yo la descubriera de nuevo. Luego escribías con tu dedo en mi paladar y mezclabas tus palabras con las mías. Cómo era aquella fonética, nadie sino tu nombre y el mío lo saben. Cómo se tejía su sintaxis, solo nuestra sangre blanca era testigo. Aquel mensaje que trazabas, renglón a renglón, llenaba cualquier palmo de mi cuerpo de antigua agonía. Yo leía de ti: vengo a paliar tu vacío porque no era el tuyo. Voy a escarbar en la nieve para que la vida que hay debajo de ella sea tu vida. Eso escribías. Tu palabra no hubiera sido sido la misma sin la música de ti que llegó con Bach. A veces solo escuchaba tu ritmo, que suplantaba cualquier mensaje. ¿Conocerán los alacranes la nieve?, me preguntaste en la hora tibia. Sin duda, te respondí, pero si no la conocen la traeremos para que laceren tu piel y beban también de tu nieve. Después de Bach supe que no era el dolor de la nieve lo que llagaba mis labios, sino el olvido.








(Porción del film Die stille vor Bach, El silencio antes de Bach, de Pere Portabella)


6 comentarios:

  1. Creo que la música debería ser asignatura obligatoria. Que hay artículos, como este, que sin saber de ella no se puede opinar.
    Se poco, por no decir nada, de música. Me hubiera gustado que de la misma manera que si intuyo algo de arte, de música si en el colegio, y desde pequeño, se me hubiera instruido.

    Mi nieto tiene tres años largos. Va a la escuela y los martes y jueves después de ella, hace una hora y media de música en el conservatorio. Conoce perfectamente la escala musical, ya empieza a educarse en los instrumentos.

    No puedo contestar a tu escrito, FACKEL, porque no se música. Lo siento.

    Salut

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    1. La enseñanza musical, como tantas otras, ha sido postergada en España, y más en unas regiones que en otras. Siempre me admiré del desarrollo musical en Valencia, por ejemplo, o la afición cantora entre vascos y navarros. En otros lugares, prácticamente ha sido desierto. Hoy se va subsanando lentamente, muy lentamente, nada que competir con países centroeuropeos.

      Yo tampoco sé de música, soy simple diletante de calle, no sé nada, pero hay algo intuitivo en cada uno de nosotros que nos pone sensibles ante la musicalidad. Simplemente el rumo de la naturaleza y sus animales. Mi escrito no es un escrito musical, es sobre todo níveo. Y tampoco sé mucho de nieve.

      Un abrazo.

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  2. Valencia o el amor por el papel pautado.

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    1. El amor por el papel pautado exige escribir por el otro lado, si quieres comprobar las otras posibilidades del lenguaje.

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  3. Para la mente humana cualquier recuerdo parece mas efímero que un amor que nos inspira cualquier clase de sentimiento en el tiempo. Bueno, es una simple opinión que me surge leyendo este precioso texto.
    Un saludo

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    1. Tal vez, tal vez. A veces los recuerdos se convierten en narraciones flotantes, ukiyo-e de la escritura. Gracias por la opinión.

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