viernes, 24 de noviembre de 2017

Amores efímeros. La urraca














Se posó en el alféizar de la ventana, desafiando el frío. La miré y supe enseguida que no era un mero pájaro. Agitó su cuerpo, en un vaivén incesante. Escuché su graznido suave. Ven, dijo sin bajar la guardia. ¿Qué lado prefieres de mi plumaje, el negro o el blanco? Dudé si responder y ella lo comprendió. Mi parte blanca, dijo, te brinda el vuelo interior. Mi plumaje negro, la aventura expansiva. ¿Quieres elegir? Seguí dudando porque no veía que fuera necesario elegir entre el blanco y el negro. Se lo hice saber con cierta zalamería. Me gustas en la disposición de ambos colores. ¿Por qué tendría que separarlos, que sería lo mismo que dividir mi vida? La urraca hizo un movimiento majestuoso de sus alas, algo que no suele hacer ante cualquier mirada. Fue un instante y creí que se disponía a emprender el vuelo. Pero solo quería mostrarme la envergadura delicada y el tono contrastado de sus alas. Luego se detuvo y dio pequeños brincos en la poyata. Estaba claro que se exhibía para mí. No pudo reprimir su contento. ¿Me ves hermosa? Aquel cuerpo inquieto y a la vez seguro parecía corresponderme. ¿A dónde estás dispuesta a llevarme?, respondí. Su tono de voz era firme pero enternecía. No fue reproche, ni imposición. A tu alma atormentada, al principio de los días, a la isla de los sueños, propuso. Me precipité. ¿Tú puedes conseguir todo eso? La urraca entonces giró el cuerpo, me contempló divertida y fue contundente. Yo sugiero, tú lo intentas. Ven. Entonces comprendí la capacidad de seducción de un pájaro que supe que aun siéndolo no solo era pájaro. Abrí la ventana y emprendí el vuelo.



(Pintura de Qi Baishi)

10 comentarios:

  1. Como el cuervo de Poe, interroga.
    Las urracas son tan elegantes que deben, por fuerza, ocultar algo dentro de sí.

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    1. E invitan a que manifestemos lo que ocultamos nosotros.

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  2. No son pájaros estos, las urracas, que me apasionen, sin embargo dicen los expertos que son las aves más inteligentes.
    Salut

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    1. Pues tengo la impresión de que en esta ciudad hay cada vez más. En esta zona se les llama también "maricas", ignoro por qué, de hecho hay una carretera cercana que comunica varios pueblos que antes era conocida como carretera de las maricas. Tienen otros nombres: picaraza, pica-pica, etc.

      https://es.wikipedia.org/wiki/Pica_pica

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  3. Listísimas, hace unos meses venía una a mi patio y pronto aprendió a esperar que le echara unos trozos de manzana, a una hora determinada.

    Dicen que los cuervos tiran las nueces en los pasos cebra de Japón para que los coches les hagan el trabajo sucio. Después solo tiene que comerse el fruto descascarillado. No sé si las europeas son tan avispadas o si lo de Japón es leyenda, en todo caso, a los córvidos se les reconoce su gran inteligencia.

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    1. Veo que a todos nos visitan. Tampoco me extrañaría que se hayan adaptado a tiempos y costumbres de los humanos motorizados. Sería cosa de probar aquí, aunque de momento creo que les espanta el tráfico soberanamente.

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  4. Ya ves tú. Por aquí andamos, el caminante solitario y la urraca ladrona. Por estos senderos, levantando acta de las cartografías y de los límites fronterizos: que si esta frontera fue trazada después de la guerra de los doscientos años, o aquel otro límite, trazado con la punta de la espada sobre el barro de la venganza y dibujado después en los mapas con tinta de color sangre. Total líneas que se dibujaron con la mano cerrada, a puñetazos. En definitiva, las fronteras son las que son después de una tunda de puñetazos.

    Se nos ve la pinta de mala baba, de camineros antisociales, que clamamos como energúmenos siguiendo la larga trayectoria de las cunetas.

    Procuran echarnos de las ciudades. En la república no caben ni ruiseñores ni ciertos pajarracos, ni mucho menos una picaza de mal agüero y un caminante descreído -der wanderer como decían a los románticos.

    ¡Cuánto tino gastaba Platón!

    - Chac, chac, chac, chac, chac.

    - Nos toman por peones indigentes de las trochas y senderos, así de inofensivos. Ya nos vale, que si no, ya nos hubiesen estrujado, al wanderer y a la urraca. Eso sí, tras las persianas escuchan con sigilo nuestras pláticas para ver si atropan alguna pieza o algún trasto para amueblar sus mentes.

    En esta extensa red de caminos nos hemos encontrado con murallas de piedra que, ahora, no son otra cosa que elementos físicos del paisaje turístico y sin embargo, ante estas construcciones, nos invade un olor acre a orín que no puede ocultarnos el arbitrio y el engaño del constructor de muros.
    Abrazos

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    1. El caminante y la urraca son un mismo cuerpo, sin duda. Tu texto, magnífico.Me quedo releyéndolo.

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  5. A esa urraca le gusta sentir que seduce, que es admirado su plumaje. Yo desconfiaría un poco. Al menos, no tomaría muy en serio eso de emprender con ella el vuelo. Pero disfrutaría mientras dure, eso sí.
    Un abrazo

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    1. Mientras dure su presencia distante, ¿no? Bueno, la imaginación y la fantasía suele dar mucho de sí. Buen día.

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