jueves, 7 de septiembre de 2017

Hebras


















Este país nuestro (¿nuestro?) es muy raro. A la ciudadanía (¿ciudadanía?) le gusta vivir secuestrada. La que habita todas las comunidades, regiones, ciudades, pueblos y aldeas del territorio que va desde Creus al Peñón y de Gata a la Estaca de Bares. A la ciudadanía le gusta que otros (unos pocos) decidan por ella. Le gusta ser conducida, estar entregada y abandonarse. Visto lo que está sucediendo con el secesionismo catalán creo que no libro a nadie. No nos libramos nadie de que suceda lo que sucede. No solamente instituciones, partidos o corporaciones, a las que concedo especial responsabilidad pero no única, sino que el español de a pie no ha querido afrontar situaciones durante las últimas décadas. Nadie parece darse cuenta que todo es dinámico y cambiante (incluso muy mutante) y que el anquilosamiento y la obsolescencia en materia de relaciones sociales y políticas es tan nefasto con en materia técnica y mecánica. La ciudadanía ha vivido mejor en su limbo del consumo desaforado de cada día y en el espectáculo mediático y diverso a todas horas que, por cierto ella misma genera y sostiene con su capacidad productiva y con su gasto. Cogidos estamos todos por nuestras propias indiferencias. La grey se ha hecho con el individuo, éste ha sido embaucado por la demagogia de la felicidad y la renuncia al pensamiento, y a todo tipo de poderes (incluidos aquellos de los independentistas, que no son más santos ni más justos, y que les van a exigir tanto o más que al resto) les viene muy bien. Nos hemos puesto nosotros mismos la mordaza. Tendremos que pencar con problemas que nos da miedo hasta imaginar. Remendando aquel viejo chiste del gran Perich, una vez más habrá que decir: jódanme en español, por favor, jódanme en catalá, si us plau.



(Mapa de España de 1850)


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