viernes, 23 de junio de 2017

Emocionante texto de Lluís Bosch




El artículo de Lluis Bosch en su blog me ha emocionado. Me pone con los pies en la tierra y en el futuro con el que estamos jugando en nombre de los niños, pero sin contar con ellos. Por parte de padres, entidades políticas, instituciones, escuelas y ese muro inapelable, tantas veces impostor, llamado sistema educativo. Me sumo a la iniciativa de Miquel y publico la entrada. Por supuesto el que quiera entender o, mejor dicho, comprender, que lo haga. En los tiempos de confusión asumida que vivimos no es fácil aceptar el dedo en la llaga con que Lluis hace sangrar los conceptos y mostrar la hondura de las realidades. ¿Hace falta repetir una vez más el pensamiento bakuninista 'Los niños no son propiedad de nadie: ni de sus padres ni de la sociedad. Sólo pertenecen a su propia libertad futura'? Y detrás, hay otras lecturas que los españoles en general y los catalanes en particular, en su tesitura presente, deberían saber comprender.




"Hoy, la dirección de la escuela en donde he trabajado a lo largo de este curso me ha comunicado que no cuenta conmigo para el próximo. No ha sido una reunión tensa ni ha habido disgustos. Estaba cantado. Puestos a elegir, elijo cambiar, así que estamos de acuerdo y no hay objeciones ni despecho ni reproches. Cuando me marchaba para casa he recordado el primer día en este colegio. A primeros de septiembre también hacía un calor bochornoso. Mi primer recuerdo es la reflexión que me hice sobre el aspecto de búnker que presenta la arquitectura de la escuela. Como otras muchas. Muchísimas, por desgracia. 

El centro está enclavado en el centro de un barrio con mucha inmigración, sobretodo magrebí. Aunque también hay niños y niñas de procedencia latina y alrededor de un 30% de autóctonos, todos castellanoparlantes. El barrio fué conocido años atrás por ser el epicentro de unos conflictos étnicos que dieron mucho que hablar en la prensa, y a día de hoy es uno de los colegios de primaria que se merecen el calificativo de "centro de alta complejidad" que otorga el estado. Por fortuna, si hay tensión étnica en el barrio está bastante dulcificada. No es fácil la convivencia entre humanos pero ahí estamos. 

Soy maestro de primaria y mi condición laboral es la de "interino", como en la vida. El maestro interino es un trabajador de la educación que ejerce en calidad de grumete, contratado para una travesía y luego ya veremos. Eso tiene ventajas y desventajas que ahora no voy a precisar. Para vivirlo en paz solo hay que ser consciente de ello, y recordar que esa fue nuestra elección. En no querer ser funcionarios, elegimos la incertidumbre. O la incertidumbre nos eligió a nosotros, qué más da. Lo que me gusta de ésta profesión es todo lo que aprendo cada nuevo curso. Me lo enseñan ellos, esos niños y niñas que van a ser adultos dentro de un tiempo, que aprenden a serlo a veces incluso a pesar de sus maestros. Quizás alguno de ellos será mi médico del seguro dentro de unos años, o mi asistente social o mi cuidador de viejecitos. O el poli que me riñe, o el mangante que me atraca o el revisor del gas que me llama cada cinco años. O el tipo que malvive con su Pirmi y se la gasta en cañas sentado en un una terracita soleada. Y en cualquier caso los ciudadanos del futuro, el futuro de España está en sus manos. Pero, por ahora, en este presente contínuo del adulto, aprendo de su curiosidad, de su buena fe, de su confianza, de su inocencia, de su mala leche embrionaria, de su intuición. 

Y de sus sentidos. Cuando encuentro una prenda de ropa extraviada, ellos la huelen y dicen: huele a Francisco. Y es de Francisco. Y si dicen huele a Salma, es de Salma. Eso me fascina y me pregunto: ¿cuándo se pierde esa facultad? ¿Porqué se pierde? ¿Qué otras facultades perdidas me pueden enseñar? 

Es gratificante trabajar así, aunque sea a salto de mata y de escuela en escuela. Hay que aprender el significado real y profundo del término "desapego" y hay que trabajarlo en el aula: esos niños y niñas que he querido tanto durante este curso deberán vivir la pérdida de su maestro cuando vuelvan en septiembre y yo debo aprender a vivir mi propia pérdida, la de esas 25 personas de seis y siete años, con quienes tan bien lo hemos pasado juntos. Jugando, charlando, festejando e incluso aprendiendo como se dibuja el trazo de las letras o la descomposición de la decena. Eso no es nada fácil, pero la vida es así y esa va a ser mi última "lección". Aunque a mi el rollo magistral no me gusta nada. 

El sujeto de la educación es el niño. No es el método ni es el maestro. No es nada más que el niño. Es el niño el protagonista de su aprendizaje, y yo he tenido el placer de acompañarles durante un curso en su viaje por el mundo. Quizás por esa perspectiva mía, tan privada como pensada pero también, quizás, tan personal, no he encajado bien en un colegio cuyo principal interés -después de cosechar buenos resultados académicos, hay que decirlo- es el asunto de la disciplina y el orden. Que los niños permanezcan sentados y en silencio, que solo hablen cuando el maestro les obsequia, arbitrariamente, con el derecho a hacerlo, y que cuando hablen lo hagan sobre el tema que toca. Parece muy difícil pedir todo eso a un ser humano de seis años. Incluso parece una pretensión contraria a la naturaleza, no solo a la del niño de seis años si no a la propia naturaleza humana. A mi no me parece que se deba respetar la idiosincrasia del niño, si no la de la persona. Eso me parece "educación". Cuando la educación incluye la prevención, el respeto, la acogida incondicional del otro tal como es. 

Cuando vi la silueta sobria de la escuela en la que he vivido un año pensé lo del búnker. Y ahora, cuando se termina, pienso que es un búnker. En muchos aspectos que no son arquitectónicos, si no de arquitectura mental. En cierto sentido lo he vivido como un fuerte, una posición avanzada en el linde del territorio enemigo: me duele que una escuela que podría ser un laboratorio de convivencia entre etnias y culturas actúe como un fortín numantino. Hay un día en que se celebra "el día de las lenguas maternas" y las familias de otras culturas entran en las aulas para explicar algunas cosas. Pero el resto, los 174 días restantes (el curso dura 175 días), son "los 174 días de la lengua catalana, que nunca es la materna". Hemos decorado los pasillos y las aulas, pero jamás hemos decorado esa fachada austera, murallesca, impenetrable. La fachada siempre muestra ese aspecto de empalizada. A lo largo del curso he pensado mucho en Foucault, pero también en la novela que más me ha gustado de Coetzee, 'Esperando a los bárbaros'. 

Y sin embargo hoy no pienso ni en Foucault ni en Coetzee. Pienso en Malak, que empezó el curso sabiendo escribir apenas su nombre y lo terminó escribiendo un cuento casi dadaísta sobre ratones con nombres humanos que ocupa doce páginas, y pienso en Salma, que no hablaba con cristianos y ahora me cuenta su vida, y en Yahya, que lo suspende casi todo pero lo sabe todo, en Rosa, cuya vida es un via crucis y sin embargo se ríe y se ríe, en Omar, tan entusiasta que pretende ser astronauta, en Jan, que combate su déficit de atención con la valentía del héroe, en Francisco, que carga con las dificultades de la vida con una sonrisa, en Oscar, que se evade cual Philip K. Dick en sus mundos de fantasía, en Assía, que se despide de mi regalándome la receta de una tortilla marroquí y exquisita escrita de su puño y letra, en Marcos, que se ensaya de superviviente en un barrio complejo, en Daira, que sueña con princesas imposibles y buenas, en Steven, que sueña callado en los paisajes peruanos, en Maybelyn, que a veces me suelta una palabra en guaraní, y en la otra Malak, cuando me cuenta como es su casa en el pueblo de Marruecos, y en Rayan, que no se puede contener sus ganas de vivir, en Ada, que quiere saber como es el mundo, en Emily, ensoñada y bailonga, en Alfonso, que por fin se soltó y me dió su alegría infinita con esas carcajadas anchas, tan de negro africano, en Mohamed El Amin, que quiere saberlo todo de los meteoritos, y en la tercera Malak (perdóname el ordinal), que cuenta los pasteles fabulosos que hace su padre pastelero, en Douaae y sus silencios llenos de palabras y de anhelos, en Anás, tan discreto y tan listo, en Ismael, que me enseñó a ser paciente y confiado, en Marc Anthony, que me abraza cuando le reconozco su esfuerzo. Y en Dunya, que se preocupa y lucha para que todo salga bien, para que todos estén contentos, la que siempre pregunta: ¿a quién debo ayudar? (pero en realidad ya lo sabe) 

A todos ellos no les deseo que sean felices, porque eso es otro asunto. Espero que sean buenas personas y ciudadanos que sepan defender sus derechos. En el mundo más bien hostil que les espera. ¡Suerte y persistencia, muchachos!"



22 comentarios:

  1. Se me ha vuelto a escapar otra lagrima. Porque quieras o no dejamos huérfanos un colegio.
    Hay pocos buenos profesores, y muchos menos buenos pedagogos, y Lluis es un de ellos.

    PD:
    Me ha escrito una madre de los 25 niños, que a la sazón es la directora del Diario de Terrassa. Lleva a sus vástagos al colegio y clase donde impartía Lluis. Para ella también es una tristeza que lo hayan apartado del colegio. Y tanto que lo se, y me apuesto que ustedes también.
    Salut


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Conclusión: qué miserable es este mundo, qué torpes cuantos piensan que los niños son su propiedad (padres, escuela, Iglesia, autoridades estamentos políticos, Estado...)

      Eliminar
  2. A mí también me ha emocionado. Y está bien, porque el mundo necesita más emoción y menos conmoción. Reconforta recordar que, en la árida insensatez reinante, crecen espléndidas y generosas flores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Firmo, firmo lo que dices, Loam: más emocionarnos y menos conmocionarnos, y por supuesto, menos llenarnos de soberbia, ignorancia y vanidad.

      Eliminar
  3. Perdón, donde pongo directora he querido decir redactora. No quiero inducir a error, pero es de recibo que las cosas queden en su lugar , y felicitar a una persona que con estudios superiores lleve a sus hijos en Terrassa a un colegio donde el 30% son autóctonos (eso ha quedado bordado)y el 70 restante sea hijos de inmigrantes.
    Nuestros adalides patrios también llevan sus hijos a colegios de personas inmigrantes, y tanto, al Liceo francés, al colegio alemán, al instituto americano...Lo ven..¡tanto quejarse ¡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. 30% + 70% = 100% de seres humanos, que el buey es de donde pace y no de donde nace, hermano. El complejo de clase diferenciada y pretendidamente alta (vaya usted a saber qué deudas tienen y créditos deben) de los adalides que mencionas no me digas que es verdad, ¡pero si la lucha de clases no existe! En fin...

      Eliminar
  4. Maestro que en el curso que acaba ha iluminado y le han iluminado.Un maestro que aparca las teorías, las deja fuera para aprender y enseñar sin dejarse enjaular. Cuánto le echaran en falta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Tú crees que en la enseñanza actual hay teorías que merezcan tal denominación? HUmm, tengo mis dudas.

      Eliminar
  5. Gracias por compartir el texto sin pedir permiso. No hace falta. Lo que se cuelga en el blog es de todos, faltaria más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esa es mi manera de pensar también, Lluis. Salut.

      Eliminar
  6. Comparto una emoción vibrante que me desborda de los ojos. "O la incertidumbre nos elegió a nosotros", me quedo con esta frase y reflexiono las elecciones de vida, continuamente determinantes..cuanta verdad! Y sin embargo, pese al cansancio, fruto de lá incertidumbre y el desgaste de los años, podemos dejar de indignarnos y de seguir buscando emocionarnos, con sea lo que sea que hagamos en la vida?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un texto muy cabal y muy bonito el de Lluís, con trasfondo amargo. Acaso haya incluso más de lo que él refleja. Pero el desagradecimiento y la torpeza cunden en estos tiempos. La búsqueda del conocimiento, del asombro y de la emoción deben seguir, quien no los procura muere en vida.

      Eliminar
  7. Un texto maravilloso, Fackel, el de Lluís Bosch.
    "Es el niño el protagonista de su aprendizaje y yo he tenido el placer de acompañarles durante un curso en su viaje por el mundo. " me quedo con esta frase que para mí es la semilla de todo.
    Esos niños han tenido suerte en haberle conocido.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y una desgracia que tengan adultos con puestos de decisión que no valoren lo que es tener un maestro que alcanza a los alumnos. Gracias, Carmela.

      Eliminar
  8. Me gusta el mensaje que dejan sus palabras que respetan y admiran el valor de cada niño, de cada niña.
    Cuánto tiempo, cuántas horas de sus vidas se pierden desperdiciando las aptitudes de cada alumno, introduciendo materias en sus pequeñas pero despiertas y curiosas mentes que no les ayudarán a desarrollarse convenientemente.
    Por lo general, aunque parezca una barbaridad, los centros de enseñanza generan y siguen generando pequeñas o grandes discriminaciones.
    Es solo estética la sensación que tienen ellos cuando se traspasa al entrada a esos bunker ? habría que preguntarles y sin preguntar me lo han dicho mas de unos cuantos/as.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Participo de tu opinión, aunque mi escuela lejana marcara probablemente más fuerte que ahora, pero yo creo que los mecanismos de domesticación o integración de los humanos se reproducen siempre, actualizándose, eso sí, porque el papel axial de la educación ad hoc es integrar a los individuos niños o jóvenes en el sistema productivo. No vamos a reducir el debate a esto, porque es de los más complejos, pero no obstante no sé por qué pienso que Lluis da a entrever también otra problemática específica de Cataluña, no sé, igual yerro.

      Y bunker no creo que se refiera solo a estética, sospecho que es una metáfora pues ya sabes que algunas ideologías e instituciones, en lugar de avanzar a conquistar campos abiertos para que quepan todos, se recluyen en sus úteros para protegerse de inseguridades y miedos. Ya digo, igual me equivoco.

      Eliminar
  9. Llego tarde a ratificar todo lo comentado hasta ahora. No, no se me salta la lágrima, me enfurece tanto. Podría decirse que esa nube oscura que se cierne sobre los amantes de la enseñanza es una de la razones por las cuales me alejé voluntariamente de la misma. No comprenden los intereses económicos que atentan contra la cohesión (amor) y que se acabará volviendo en su contra. Ayy que no salga la revolucionaria mártir que me atormenta, que la vejez la ampare!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amparada seas. Desdramaticemos. Y mira, ¿sabes lo que te digo? El refrán castellano: que cada palo aguante su vela. ¡Y despierte, coño!!!!!!

      Eliminar
  10. No te equivocas, FACKEL. No te equivocas. Desgraciadamente no te equivocas.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Estamos condenados al desentendimiento en este país de conejos, serpientes o monos?

      Eliminar
  11. Excelente reflexión y que sola se queda, el bunker parece ganar con demasiada frecuencia y educar es eso que hace este excelente maestro.
    Triste panorama y así nos va.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, así es, y ahora uno piensa y recuerda que siempre hubo búnkeres. Apreciemos también la libertad de Lluís y sus nuevos rumbos.

      Eliminar