lunes, 26 de junio de 2017

Bosníaca. Diálogo del diablo y el viajero



Vista desde el monte, y a la hora crepuscular, la ciudad parece febril, confusa, exudando una agitación voluptuosa. Tan irisado es el juego de luces sobre los edificios y las travesías que mi acompañante me sugiere si no será una imagen de cómic. O de esas películas que tanto nos fascinan a los dos con una estética sublime que refleja lo cutre, de presente retorcido y con futuro inexistente. Desde las estribaciones de Trebevic el paisaje urbano parece el don ofrecido con escaso convencimiento por el diablo a un aprendiz de viajero al que se le solicita su alma. Alisa y yo imaginamos un diálogo breve. El diablo, soberbio: esta ciudad es tuya si la apaciguas. El viajero, dudando con humildad: pero ya está apaciguada. El diablo, insistente: es sólo apariencia, pues en el sustrato de los hombres que la habitan aún hay rescoldos de enconamiento. El viajero, conciliador: es cuestión de tiempo, ya verás cómo cuando se recupere más y más nadie se acuerda de lo sucedido en el pasado. El diablo, feroz: nunca olvidan los hombres el pasado, fingen que lo han superado, pero en realidad duerme en los recovecos de sus odios. El viajero, argumentando: no hay ya odios, hay entendimiento. El diablo, tajante: hay conveniencia. El viajero, tuteándole: ¿siempre eres así de sinuoso? El diablo, lógico: es mi papel, si no existiera el papel del demonio ¿existiría acaso el del viajero que quiere que las cosas sean en este mundo más bondadosas y justas? El viajero, plantando cara: te crees propietario de las vidas. El diablo, seguro de sí mismo: soy el propietario de las vidas. El viajero, en barrena: pero los humanos tenemos infinidad de comportamientos que se desmarcan de tu actitud siempre malsana y destructiva. El diablo, riendo: ¿tú crees? El viajero, dispuesto a no desproveerse del ariete: por supuesto, si pusiéramos en una balanza los actos buenos en un platillo y los perversos en el otro estoy seguro de que se inclinaría la balanza del lado del primero. El diablo, volviendo la oración por pasiva: si fuera como dices yo ya habría desaparecido hace tiempo y el mundo sería felicidad y gracia. Sin embargo, mira cómo no hay región del planeta que no conozca antes o después a los cuatro jinetes juntos. Mira cómo no hay un solo ser humano que no se debata entre la generosidad y la apropiación. Cómo no hay dos vecinos que se comprendan siempre. El viajero, algo desesperado: es el precio de la vida, el toma y daca por el que los hombres se reconocen. El diablo, ufano: ¿ves cómo empiezas a concederme una pizca de razón? Ya has entrado en mi juego. El viajero, confundido: eso nunca. El diablo, riendo una vez más: ¿que no? ¿No te has dado cuenta todavía de que estás hablando con tu propio espejo?

Alisa echa a reír con una carcajada inagotable. Podríamos estar así todo el anochecer y nos vamos a perder por el camino, dice. Bueno y qué, le respondo, si el viajero es el diablo la tentación está mejor servida. Alisa se ruboriza, como si la mística del juego anterior se rompiera para dar paso a otro no menos peligroso.



(Fotografía de Inés González)



4 comentarios:

  1. Quién sabe los diablos que llevamos dentro.

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    1. Ciertamente, pero hay tantos monstruos que explotan los diablos que llevamos dentro para que sus intereses lleguen a buen puerto...

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  2. El concepto "diablo", es decir cierto desarrollo de eso que hemos dado en llamar "inteligencia y sus herramientas", es lo que nos hace ufanarnos de especie "privilegiada" en nuestra cultura. Me parece que no hay mejor manera de sojuzgar al "diablo" que despreciar sus ofertas por ridículas, mediocres, etc. Pero compartimos su sustancia vital por medio de la consciencia de nosotros mismos, por tanto, ¿quien se atrevería a despreciar la vida sintiéndose vivo? ¿Acaso los locos, los imbéciles, los místicos....que al fin y al cabo puede que compartan estilo con los los dos primeros "selectos corpúsculos"?
    No encuentro solución, pero claro tengo la fortuna de hallarme entre los necios. Me temo que quien pretenda vendernos una solución con su mejor intención se estará engañando, tal vez porque lo necesite para seguir viviendo. Resulta difícil saberlo y tener que seguir viviendo dignamente, ¡vamos que viene a resultar una especie de "diablura" !

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    1. Me cuesta creer que en estos tiempos cuantos nos ofrecen promesas salvadoras tengan una intención sincera y auténtica, salvo que su propia necedad así se lo haga creer. Hoy debería incorporarse con claridad la idea de que es muy difícil lograr ciertas "soluciones" en medio de un entorno inhóspito cuyos propietarios no somos la mayoría de los humanos sino, como ha sido tradicional, unos pocos para su provecho y medro particular. Así que esa frase tuya: "Me parece que no hay mejor manera de sojuzgar al 'diablo' que despreciar sus ofertas por ridículas, mediocres, etc." me parece acertada. Creer que se puede no pudiendo y además no sabiendo, y dando palos de ciego, arruinando el acervo de la resistencia, no es cosa de diablo sino de aprendices de diablos. Sospecho.

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